Paul Klee
Conocer a nuestro cuerpo es viajar a una civilización antigua.
El reposo no es el no-movimiento sino el deseo del no-movimiento.
En la Grecia clásica no se hablaba de la soledad, como advirtió Spengler. Llegó después, cuando del ruido y la opulencia de Roma surgieron los rezagados, los pobres, los orillados, los solitarios que duermen en el quicio del mundo. En Europa los suprimidos, en el sentido que le damos hoy, tienen (tenemos) poco más de dos mil años.
No existimos todo el tiempo que vivimos.
El viento, las lluvias, los saltos de agua, los pájaros. el primer instrumento musical fue el mundo.
Graham Harman: nos hemos adueñado del espacio que nos separa de los objetos. Codiciamos el alrededor. "Dificultades de la filosofía en relacionarse con el exterior"... "La filosofía hace tiempo que ha olvidado el afuera"... Filosofía de la conciencia. Ah, la filosofía continental, encasillada, compartimentada (resguardada). Su observación: los filósofos modernos ya no ven en los del pasado a unos "competidores serios"; y, todavía peor, no saben tratarlos (comprenderlos) como contemporáneos.
Su apostilla: admitir, por ejemplo, que Husserl tenía razón, parcialmente, en un asunto determinado, "pero que Santo Tomás o Ibn Sînâ estuvieron más cerca de resolverlo. Ad litteram.
Nadie sale ileso de aquí. Y por mucho que se conquisten libertades y se llegue a acuerdos salariales; por mucho que podamos elegir dónde trabajar, si en la oficina o desde casa, y se tenga potestad para escoger una de las quince opciones sexuales que se barajan hoy; por más que nos desplacemos a donde creemos que queremos ir, nunca podremos escapar de la categoría de amaestrados, de constituir una forma de supervivencia y letargo y poco más, de existir entre los cada vez más prodigiosos discursos que aseveran, ya sea en lenguaje encriptado o bien mediante gramáticas violentadas, que, por fin, ofrecen una solución a cómo se ha vivido hasta ahora, un ahora insostenible y hasta repulsivo por lo que tiene de discordia y de violencia, encauzado y celosamente corregido sin cesar en su rumbo por los que han mandado y campeado bajo el rótulo de los "grandes hombres" y las "grandes mujeres".
A la mujer se la ha obligado a militar en la retaguardia de la Historia, y al varón a componérselas como un intrépido para hacerla posible, porque las mujeres han vivido resumidas y los hombres condenados a tener un padre ejemplar y a superarlo en la medida que uno éste dispuesto a morir en cada momento de su a menudo ridícula vida.
Decidido a recomponerlo todo, no he encontrado ni una de mis astillas.
Descender comporta conocimiento, emprender la prospección de aquello que está oculto. Se va al fondo de los mundos que existen aquí, entre nosotros, cuando se ha comprendido que el afuera, a veces, no es más que una siembra de espigas que desaparecen al tocarlas. Bajar al averno significa haber aceptado la desnudez.
(...) Es el último resquemor des paisaje que vive al fondo de las noches, el rescoldo que te aguarda como una conciencia, esa soledad parecida a las luces débiles de un tren de provincias detenido, a la espera de que otro pase hacia la capital.
Escribir con un dedo en el cristal empañado de la ventana. Desde fuera se lee del revés. La literatura es eso mismo: aliento y dirección contraria.
Gaston Bachelard llamaba a su escritorio mesa de la existencia. Thomas Bernhard refirió al estudio de trabajo como máquina de desesperación. Yo diría que es mi orografía de abismos. Para Derrida el papel en el que escribía era su subjectile (proyectil subjetivo).
Las montañas, los acantilados, cualquier escarpadura, un despeñadero, tienen su opuesto en el interior de la tierra. Quien primero imaginó el infierno debió de pensar en el suyo propio, en la caída que nos engendra.
La mente posee su propia espeleología; no todo se encuentras en lo más alto. Sabe que lo subterráneo está hecho también de espacios, de grutas y ríos calientes como el pulso de un animal en celo.
(Porfirio dejó escrito que, al igual que a los dioses olímpicos les han sido levantados aras, templos y santuarios, a los subterráneos se ofrecen hendiduras, oquedades y fosas).
Si fuera posible avistar la superficie desde el núcleo interno del planeta, hecho de cristales de hierro, sólo veríamos las proyecciones del afuera: no advertiríamos las casas, sino sus sombras; y así los árboles nos parecerían tinta derramada; y las gentes, estacas de un vallado. Los cementerios los creeríamos treguas de cal amontonada. Las ciudades, nudos.
Lo anónimo obra en favor nuestro. Huyamos, no digamos quiénes somos.
Cuanto más fragmentarios, más cerca de la unidad.
Wittgenstein señala que Schubert, al final de sus días, quiso recibir lecciones de contrapunto, pero que esto, en el fondo, no era lo importante, sino descubrir qué relación tenía él con el contrapunto.
Ante cualquier lenguaje, siempre, la mutua obligación de comprenderse.
Un puente sin necesidad de río. Nuestra mente obedece a esta construcción.
En Instantes griegos Hofmannsthal señala que en una cárcel, según le consta, de entre los libros permitidos en la biblioteca los más consultados son los mapas.
Busco un tejado en todo.
Europa no ha soportado ser a la vez cristiana y racionalista, ni sabido aunar las dos creencias en una misma fe. Esta aleación que no ha asumido explica la tendencia a la destrucción y al nihilismo de un continente que despierta por las noches entre pesadillas llamando angustiado a su madre (la Historia).
Pensamos que pensamos, pero sólo obedecemos.
Nacemos con un olor de universo.
La pérdida de lo sagrado no nos ha hecho mejores; tampoco más libres. Ahora nos arrodillamos ante el dios que creemos ser. Y le rezamos.
En el poema "Orfeo. Eurídice. Hermes", escrito por rilke en el París de 1904, habla del descenso. una catarsis al interior del infierno, del infierno personal, el que llamea en cada uno. estos versos pueden ser, también, una forma de catarsis. Pueden serlo si uno es capaz de convertirse en el espectador de sí mismo, o sea, si se es capaz de objetivar el dolor. Y de verse como expiación.
Las dictaduras del futuro consistirán en darnos la razón, la razón en todo. Viviremos atrapados, todavía más, en la convicción personal, en nuestra visión única, contentos en la jaula de la opinión propia. Antes de la llegada de este régimen, las democracias ya habrán supuesto un primer paso.
No hay termino medio. Todo libro procede de un entusiasmo o de una desolación.
El vínculo entre la soledad y la creación es de raíz judeo-cristiana. Desierto y laberinto.
Europa ha terminado por sucumbir a causa de la civilización que ha generado.no ha podido seguirse a sí misma; imposible continuarse, inviables sus ilusiones. ¿Dónde está Occidente? En EE.UU., también en ciertos laboratorios y polígonos industriales de Asia. En Europa ya no, salvo en alguna biblioteca solitaria, en la cocina a fuego lento de una anciana, en un violín Amati, en una copa tallada, en la azotea cuando alguien canta al tender la ropa.
Recuerdo de infancia: las motas de polvo suspendidas en un rayo de luz. Pasaba largo tiempo mirándolas. Hice para siempre mía aquella ingravidez sideral, aquella constelación flotante cuyo signo me predijo.
¿Qué son el arte y la escritura? Instinto y espera.
La invención del universo, su mística, para librarnos de nuestra gravedad en la tierra.
Escaparse de los sonidos que aún quedan del pasado: en el goteo de un grifo que cierra mal, en el cortar la hogaza, en los gritos del mercado, en la pala que aparta la nieve, en un ladrido muy lejano, en la tos de un enfermo.
No sé la razón, sólo la sospecho. La música contemporánea, pero también la de siglos muy anteriores, me refiero al canto gregoriano y a la polifonía de los siglos XIV y XVI, abrieron hace mucho unos espacios en mi mente que desconocía. Acaso se deba a que carecen de narración, de historia que sujeta el pensamiento y lo obliga a pasar por los lugares de siempre, los ya conocidos, los que nos han arruinado.
La salvación, en el pasado, no fue una aspiración. Era un modo de vida. En cada gesto había un resabio de eternidad. El trabajo, el deseo de fecundar, reparar una polea, reforzar una techumbre, abastecer un granero, llevar manzanas en un cesto, no tirar el pan, estaban impregnados de creencia. Salvarse era cosa de tiempo, rutina.
La luciérnaga trabaja cada descuido de la noche.
Tengo la impresión de que Kant te obliga a mirar cómo vives, hasta el último detalle. Un existir autoobservado. Sus Críticas son más bien unas lentes, tratados de óptica.
Todo pájaro tiene su canto y su presagio. Cada vez que canta nace.
Cuando se contempla una obra de arte la transformamos en Jano: en ella está nuestro pasado, el vestigio, pero también el devenir intuido, aquello que nos espera y no queremos saber.
Georges Bataille, a propósito de la Cueva de Lascaux: si el miedo es sagrado, la oscuridad es religiosa.
El pensamiento está hecho de llamadas, de voces pordioseras que insisten y preguntan en todas las direcciones sin que casi nunca las oigamos.
Cada día llego de un país muy lejano, todavía sin narrar.
Días de neurocientíficos metidos a filósofos, de artistas a ingenieros digitales, de antropólogos a ciberpoetas, de gente hormonada a hackers con cazadora de matón, de cocineros a intelectuales, de escritores importantísimos desde hace unas pocas horas a politólogos de éxito, de multimillonarios a astronautas.
El espíritu vive a su antojo en lo que desconoce. Es su medio natural. Está a salvo de si, a ojos humanos, es remoto, impenetrable. Su razón de ser consiste en superar, de corazón arriba, el lenguaje; de corazón abajo, el mundo.
Ningún arte es inocente, nada que viva en un lenguaje y suponga una decisión.
Las posibilidades, las propuestas factibles, lo que un día nos ha de ser necesario, sólo pueden proceder del Caos.
Una cámara fija es capaz de captar todos nuestros movimientos, hasta los más extraños, las zancadas a uno y otro lado de esta existencia mercenaria, las piruetas, los saltos más colosales. Cabemos en una cámara fija, aunque se vive con la ilusión de que alguien la mueve para seguir nuestros pasos.
Fragmentarse para escribir fragmentado. No pensar en una sola dirección.
Ramón Andrés
Caminos de intemperie
