22.5.11


Mujer con collar de perlas, 1942. Henri Matisse


En la obra de Matisse cuando encuentras tres tonos uno al lado del otro, digamos un verde, un malva, un turquesa, su relación evoca otro color que podríamos llamar el color. Este es el lenguaje del color. Has oído a Matisse decir: "Es necesario dejar a cada color su zona de expansión". En eso estoy totalmente de acuerdo con él: el color es algo que va más allá de sí mismo. Si limitas un color a la parte interna de, digamos, cierta curva negra, lo aniquilas, por lo menos desde el punto de vista del lenguaje del color, porque destruyes su capacidad de extenderse. No es necesario para un color tener una forma determinada, ni siquiera es deseable. Lo que es importante es su poder de expansión. Cuando el color alcanza a estar un algo más allá de sí mismo, esta fuerza expansiva se hace presente y se produce una especie de zona neutral a la que el otro color debe llegar cuando alcanza al final de su recorrido.
En ese momento se puede decir que el color respira. Esta es la manera como Matisse pinta y es por eso que yo digo que Matisse tiene tan buenos pulmones.
Como regla general, en mi propia obra no uso ese lenguaje. Uso el lenguaje de la construcción de una manera claramente tradicional. La manera de pintores como Tintoretto o El Greco, que pintaban enteramente en "camaïeu" y cuando la pintura estaba terminada le agregaban un glaseado transparente de rojo o azul para darle más luz y hacer que se volviera más sólida. El hecho de que en una de mis pinturas haya una cierta mancha de rojo no es parte esencial del cuadro. La pintura ha sido hecha independientemente de eso. Puedes quitar el rojo y ella subsistirá; pero en Matisse es impensable que se pueda suprimir una mancha de rojo por más pequeña que sea sin que la pintura se rompa en mil pedazos.

No me hables de Bonnard. No es pintura lo que él hace. Nunca va más allá de su propia sensibilidad. No sabe como elegir. Cuando Bonnard pinta un cielo, quizá primero lo pinta azul, más o menos como aparece, entonces lo mira un poco más y ve que tiene algo de malva de modo que agrega un toque o dos de malva hasta igualarlo. Pero luego decide que quizá tiene un poquito de rosado de modo que no hay razón para no agregar algo de rosado; el resultado es una olla podrida de indecisión. Si mira todavía un poco más acabará agregando algo de amarillo, en vez de imaginar en su mente qué color debería tener realmente el cielo. La pintura no debe ser hecha de esa forma. No es una cuestión de sensibilidad, de lo que se trata es de obtener el poder tomándolo de la naturaleza, en lugar de esperar que ella proporcione la información y los buenos consejos. Por eso me gusta Matisse. Matisse siempre es capaz de hacer una elección intelectual entre los colores. Ya sea que esté próximo a la naturaleza o lejos de ella, siempre es capaz de llenar completamente una superficie con un color, por el mero hecho de que va bien con los otros colores de la tela y no por ser más o menos sensible a la realidad. Si Matisse decide que el cielo debe ser rojo, será de un verdadero rojo cadmio y de ningún otro color y todo estará bien porque el grado de trasposición de los otros colores estará al mismo nivel. Traspondrá todos los demás elementos del cuadro en una escala lo suficientemente alta para que las mutuas relaciones de los demás tonos vuelvan posible la intensidad del primer rojo. De este modo, es la gama entera de color de la composición la que permite esa excentricidad.
Van Gogh fue el primero en encontrar la clave de esa tensión. Escribió: "Estoy construyendo con un amarillo". Si miras un campo de trigo, por ejemplo, no puedes decir que es realmente amarillo cadmio. Pero una vez que el pintor lo capte mentalmente para llegar a una determinación arbitraria de color y usa un color que no está en la gama de la naturaleza sino más allá de ella, elegirá para todo el resto colores y relaciones que hacen estallar la camisa de fuerza de la naturaleza. Y eso es lo que lo hace interesante. Y lo que yo mantengo contra Bonnard. No quiero que se me conmueva. No es realmente un pintor moderno: obedece a la naturaleza, no la trasciende. El método de ir más allá de la naturaleza se cumple activamente en la obra de Matisse. Bonnard no es sino otro neo-impresionista, un decadente; el fin de una vieja idea, no el comienzo de una nueva. Que puede haber tenido algo más de sensibilidad que algunos otros pintores, es precisamente un defecto más, desde el punto de vista de lo que a mí me importa. Esa dosis extra de sensibilidad hace que le gusten cosas que no deberían gustar.
Otra cosa que sostengo contra Bonnard es la manera como cubre toda la superficie del cuadro hasta formar un campo continuo, con una especie de imperceptible temblor, pincelada a pincelada, centímetro por centímetro, con una total ausencia de contrastes. Nunca hay yuxtaposición de negro y blanco, de cuadrado y círculo. Se trata de una superficie extremadamente orquestada, desenvuelta como un todo orgánico pero en la que nunca puedes oír el gran golpe de címbalo que los fuertes contrastes proporcionan.


Pablo Picasso, 1950