22.5.11

 Cada vez que paseaba en el tiempo, cuando podía pasear por Buenos Aires y cada vez que paseo aquí por París, solo, sobre todo de noche, sé muy bien que no soy el mismo que, durante el día, lleva una vida común y corriente. No quiero hacer romanticismo barato. No quiero hablar de estados alterados. Pero es evidente que ese hecho de ponerse a caminar por una ciudad como París o Buenos Aires durante la noche, que ese estado ambulatorio en el que, en un momento dado, dejamos de pertenecer al mundo ordinario, me sitúa respecto a la ciudad y sitúa a la ciudad con respecto a mí en una relación que a los surrealistas les gustaba llamar "privilegiada". Es decir que, en ese preciso momento, se produce el pasaje, el puente, las ósmosis, los signos, los descubrimientos. Y todo esto es lo que generó, en gran parte, lo que yo he escrito en forma de novelas o de relatos. Caminar por París -y por eso califico a París como ciudad mítica-; caminar por París significa avanzar hacia mí. Pero es imposible decirlo con palabras. Es decir que, en ese estado, en el que avanzo como un poco perdido como en una distracción que me hace observar los afiches, los carteles de los bares, la gente que pasa y establecer todo el tiempo con todo ello relaciones que componen frases, fragmentos de pensamiento, de sentimientos... Todo eso crea un sistema de constelaciones mentales y, sobre todo, de constelaciones sentimentales, que determinan un lenguaje que no puedo explicar con palabras. En ese momento aparecen, lugares que siempre fueron privilegados para mí. Puedo citar uno, el primero que me viene a la memoria. Allí, muy cerca de aquí, en el Pont Neuf, al lado de la estatua de Enrique IV hay un farol en el fondo, allí donde se baja para tomar el "Bateau-Mouche". A la noche, a medianoche, cuando no hay nadie, ese rincón solitario es para mí, definitivamente, un cuadro de Paul Delvaux. Tiene esa sensación de misterio que tienen los cuadros de Paul Delvaux, esa inminencia de una cosa que puede aparecer, que puede manifestarse y que a uno lo coloca en una situación que ya no tiene nada que ver con las categorías lógicas y los acontecimientos ordinarios. También podría hablar del metro en París. El metro siempre fue para mí un lugar de pasaje. Me basta con bajar al metro para entrar en una categoría lógica totalmente diferente o en categorías lógicas... donde la sensación de tiempo cambia. Por otra parte, en el relato "El Perseguidor" hay un personaje que descubre que el tiempo es completamente diferente cuando uno está en el metro de cuando se está en la superficie. E inclusive, lo puede probar lógicamente. Esa es una sensación, una experiencia que yo tengo, por lo menos, cada quince días. Es decir, descubrir bruscamente que, en ciertos estados de distracción, en el metro, se tiene la impresión de que se puede habitar un tiempo que notiene nada que ver con el tiempo que existe en la superficie, una vez que salimos a la calle. Y también están... las galerías cubiertas: la Galerie Vivienne... Están todos esos lugares de París que la gente recorre en busca de una tienda y que, sin embargo, eran los lugares inquietantes de Lautréamont, en el barrio de la Bolsa. Todas esas galerías cubiertas que hacen un París absolutamente mágico, misterioso y eso es por lo que lo denomino "mítico".




Aquí, por ejemplo, esta cantidad de carteles, de afiches, que se van acumulando... En general la gente pasa y mira el último, el que está pegado encima. Yo no sé, para mí es... algo así como una pared llena de carteles tiene algo siempre de mensaje. Es como una especie de poema anónimo porque ha sido hecho por todos, por montones de pegadores de carteles que fueron superponiendo palabras, que fueron acumulando imágenes y luego algunas caen y otras quedan y...  los colores se van combinando y... Ahí arriba por ejemplo hay un verdadero cuadro que se va a seguir perfeccionando todavía porque cuando ese cartel se caiga en pedazos va a ser todavía más hermoso. Pero... este tipo de cosas lo que me da a mí, lo que siempre me dió cuando yo aprendí lo que es caminar verdaderamente y perderse en una ciudad, es sobre todo signos, además de eso que yo llamo el poema anónimo por darle un nombre, es que ese poema tiene un sentido.


Julio Cortázar
Fotogramas y entrevistas tomados del documental Cortázar, 1994. Tristan Bauer