17.7.12



Saber desde donde pienso para aspirar a pensar certeramente.

El paraíso existe realmente en nuestra memoria arcaica y llega a suceder que, en el lapso de un relámpago, lo recordemos. De ahí la obsesión por ampliar ese relámpago a la dimensión de una consciencia habitable donde se vuelva a poner en marcha la dinámica de la autogénesis. La pérdida de ese paraíso de la prenatalidad donde el uno no falta al otro, la sufrimos como un vertiginoso vacío de memoria, un tormento infernal, una debilidad esencial cuyo culpable no dejamos de buscar: Dios, nuestra madre, el diablo, la sociedad o nosotros mismos. La apuesta de la escritura poética es cercar ese vacío de memoria inicial, formar un sólo cuerpo con el abismo a fin de que tenga el medio de encontrar sus lenguas.

Sobre esta falta de memoria del origen se desarrolló una civilización del desierto en que la representación se tomo por el suceso, la palabra por la cosa, después una palabra por otra. Camello de este desierto, el poeta encuentra hoy una legítimidad sin precedentes, con tal de que sea capaz no sólo de mantener sino de ir más allá del paso ganado por la civilización.

En el origen de la inteligencia está la pregunta:"¿Cómo hacer para sobrevivir?" ¿Cómo apropiarse del fuego del cielo, como mantenerlo en la Tierra, cómo ganárselo, domesticarlo? Nació después la imaginación alfarera. Arkhé y tékhne nunca estuvieron tan vitalmente asociadas como en la memoria panzuda del primer cuenco. Del primer cuento.

Después del cuenco para cocer lo crudo, viene el cuenco para conservar lo cocido. Lo improvisado de hoy como previsión del mañana. Todo hace pensar que la primera escritura fue a la vez el lugar en que captar lo vital del instante y en el que retener el conocimiento adquirido con vistas a transmitirlo. Nacimiento de la tradición en nombre del futuro. La historia nació cuando el peso del recuerdo fue mayor que la preocupación por sobrevenir. Cuando los ojos se volvieron más grandes que el vientre.

De la correspondencia entre el rayo del cielo y el fuego de la sangre, se concibió la Incógnita. Para recordarlo, cada uno ha de descifrar su palimpsesto.

Claire Lejeune
El libro de la hermana