6.10.14


Gueorgui Pinkhassov, 2007


La luz es un latido
cada vez más y más lento
parece que fuera a detenerse.

Yorgos Seferis


La luz

Según pasan los años
aumentan los jueces que te condenan;
según pasan los años y conversas cada vez con menos voces,
miras el sol con diferentes ojos;
sabes que los que han quedado, te engañaban,
el delirio de la carne, la hermosa danza
que culmina en desnudez.
Como si, volviéndote en la noche hacia un camino abandonado,
miraras brillar de súbito los ojos de un animal
desaparecidos al instante, así sientes tus propios ojos;
miras el sol, luego te hundes en las tinieblas;
la túnica doria
cuyos pliegues ondulaban como las colinas al tacto de tus dedos
es un mármol en la luz, pero su cabeza está en la sombra.
Y a los que dejaron la palestra por tomar los arcos
e hirieron al resuelto corredor de Maratón
y él vio la honda navegar en sangre
el mundo vaciarse como la luna
y marchitarse los jardines de la victoria;
los ves al sol, detrás del sol.
Y los muchachos que desde el bauprés se zambullían
caen aún como el huso que devana el hilo,
desnudos cuerpos que se sumergen en la luz negra
con una moneda entre los dientes, nadando aún,
mientras el sol cose con puntadas de oro
velámenes y húmedos maderos y colores de piélago;
aún ahora descienden en diagonal
hacia los guijarros del fondo
las blancas urnas.
Angelical y negra, luz,
risa de las olas en los caminos del mar
risa anegada en lágrimas,
te mira el viejo suplicante
presto a cruzar los invisibles adoquines
reflejado en su propia sangre
la que engendró a Eteocles y Polinices.
Angélico y negro, día,
el gusto salobre de la mujer que envenena al prisionero
surge de entre las olas fresca rama recamada de gotas.
Canta, pequeña Antígona, canta, canta...
No te hablo del pasado, te hablo del amor;
adorna tus cabellos con las espinas del sol,
muchacha oscura;
ya se ha puesto el corazón de Escorpio,
el tirano que hay en el hombre huyó,
y todas las hijas del mar, Nereidas, Greas
acuden al destello de la que surge de las olas
aquel que nunca ha amado, amará,
en la luz;
              y tú te encuentras
en una gran casa con muchas ventanas abiertas
corriendo de alcoba en alcoba, sin saber adónde mirar primero,
porque desaparecerán los pinos y los cerros reflejados y el gorjeo de los pájaros
el mar se vaciará, vidrio astillado, del norte y del sur
tus ojos se vaciarán de la luz del día
como callan de golpe todas a una las cigarras.

Poros, "Galini", 31 de octubre de 1946

Yorgos Seferis