9.5.15

Circle +One. Snail Drawings, 2013. Daniel Ranalli.

Palms Down - Bearings Rolled (six specific instants: no particular order) 1966-67. Barry Le Va


El pensamiento en blanco.

Vivimos el fin del tiempo lineal, el tiempo de la sucesión: historia, progreso, modernidad. En la esfera del arte la forma más virulenta de la crisis de la modernidad ha sido la crítica del objeto; iniciada por Dadá, hoy culmina en la destrucción (o autodestrucción) de la "cosa artística", cuadro o escultura, en aras del acto, la ceremonia, el acontecimiento, el gesto. La crisis del objeto es apenas una manifestación (negativa) del fin del tiempo; lo que está en crisis no es el arte sino el tiempo, nuestra idea del tiempo. La "idea de "arte moderno" es una consecuencia de la idea de "historia del arte"; ambas fueron invenciones de la modernidad y ambas mueren con ella. La sobrevaloración de la novedad se inscribe dentro de una concepción historicista: el arte es una historia, una sucesión de obras y estilos regida por ciertas leyes. La expresión más inmediata de lo nuevo es el arte instantáneo pero así mismo es su refutación: en el instante se conjugan todos los tiempos sólo para aniquilarse y desaparecer. ¿Otro arte alborea? En algunas partes, especialmente en Estados Unidos, asistimos a distintas tentativas de resurrección de la Fiesta. Estas tentativas, ¿expresan una nostalgia por un pasado irrecuperable o son la prefiguración de los ritos futuros de una sociedad apenas en gestación y que, si no más feliz, quizá será, al menos, más libre que la nuestra? No lo sé. En todo caso, reconozco en ellas el antiguo sueño romántico, recogido y transmitido por los surrealistas a la juventud actual: borrar las fronteras entre la vida y la poesía. Arte de encarnación de las imágenes que podría satisfacer la necesidad de ritos colectivos de nuestro mundo. Al mismo tiempo, ¿cómo no imaginar otro arte, en el polo opuesto, destinado a satisfacer una necesidad no menos imperiosa: la meditación y la contemplación solitarias? Ese arte no sería una recaída en la idolatría de la "cosa artística" de los últimos doscientos años; tampoco sería un arte de la destrucción del objeto sino que vería en el cuadro, la escultura o el poema, un punto de partida. ¿Hacia dónde? Hacia la presencia, hacia la ausencia, hacia allá... No la restauración del objeto de arte sino la instauración del poema o el cuadro como signo inaugural que abre un camino. (...)
Nuestra pintura quiere ser un lenguaje sin cesar de ser una presencia; la oscilación entre estas dos exigencias incompatibles constituye toda la historia del arte moderno, desde Baudelaire hasta nuestros días. La pintura tántrica no aspira tanto a la presencia como al signo. En Occidente se pasó de la pintura de la presencia a la pintura como presencia; quiero decir, la pintura dejó de representar esto o aquello,dioses o ideas o muchachas desnudas o colinas o botellas, para presentarse ella misma: la pintura no quiere ser representación sino presencia. Baudelaire fue el primero en advertir el cambio y también, el primero en advertir la contradicción. El color, dijo, piensa por sí mismo. Ahora bien, si el color realmente piensa, se destruye como presencia, se transforma en signo. El lenguaje, los signos, no son la presencia sino aquello que la señala, aquello que la significa. La pintura moderna vive en esa contradicción entre lenguaje y presencia; más exactamente: vive gracias a ella. (...)
La metáfora de la pintura como escritura nos lleva, sin que apenas nos demos cuenta, a la metáfora del principio: la escritura como cuerpo. Leer la pintura es contemplarla: tocarla como si fuese un cuerpo. A su vez la imagen del cuerpo nos conduce a otra: la del viaje y la peregrinación. Tocar un cuerpo es recorrerlo como un país, penetrarlo como las calles y las plazas de una ciudad.(...)
Cad vuelta en la espiral de las analogías nos regresa al punto de partida y, simultáneamente, nos enfrenta a una perspectiva desconocida: la imagen del cuerpo como peregrinación nos devuelve a la imagen del cuerpo como escritura. Escribir o leer es trazar o descifrar signos. (...)

Octavio Paz
El signo y el garabato