19.4.16

Il panne della storia, 1986. Mimmo Paladino


La modificación causada por nuestros relojes no podría ser tan significativa si fueran únicamente máquinas que miden tiempo. Más tajante es el hecho de que sean máquinas que crean tiempo, que producen tiempo.
Esta aseveración parece contradecir a la doctrina filosófica del idealismo, que tan convincentes demostraciones ha dado de que el tiempo es una de las formas de representación humana. Pero esa representación cambia con los pueblos y con las épocas y condiciona no sólo los medios de medir el tiempo, sino también el valor que se le otorga a esa medición. Existen, en efecto, otras maneras de percibir el tiempo distintas de la consistente en medirlo. Si, para decirlo con palabras de Kant, en cuanto "yo práctico" el ser humano concibe un nuevo tiempo del mundo, en cuanto "yo teórico" recobra ese tiempo suyo en forma de monedas pequeñas. El lugar desde el que retorna al ser humano ese eco es el reloj -el reloj entendido en su más amplio sentido.
Siempre está así extendida no sólo alrededor de nosotros, una fina reja de tiempo que ha sufrido una transformación. Pero además de ella hay dentro de nosotros una realidad intemporal, un poder que se nutre de lo intemporal y que, como el brazo de Gulliver, desgarra la telaraña del tiempo del reloj. Ahí somos fuertes. En el bosque no hay ningún reloj que dé horas. De ahí que no podamos estar entregados por toda la eternidad al automatismo. Este es el secreto que hay en las doctrinas de salvación. Si las cosas fueran de otro modo, no podríamos meditar sobre el tiempo.

Ernst Jünger
El libro del reloj de arena