1.5.18



Raven
In memoriam E. A. P.

Años como alas. ¿Qué recuerda el cuervo inmóvil?
¿Qué recuerdan los muertos junto a las raíces de los árboles?
Tus manos tenían el color de las manzanas a punto de caer.
Y esa voz que siempre vuelve, queda.

Los que viajan miran la vela y las estrellas
oyen el viento oyen más allá del viento el otro mar
como una concha cerrada junto a ellos, no oyen
nada más, no buscan en la sombra de los cipreses
un rostro ido, una moneda, no preguntan
al ver un cuervo sobre una rama seca, qué recuerda.
Se queda quieto sobre mis horas un poco más alto
como el alma de una estatua sin ojos
hay toda una multitud reunida en ese pájaro
miles de personas olvidadas arrugas borradas
abrazos en ruinas y risas inconclusas
trabajos incompletos, estaciones silenciosas
un sueño profundo de lloviznas de oro.
Se queda quieto. Mira mis horas. ¿Qué recuerda?
Hay muchas heridas en los hombres invisibles, en él
pasiones suspendidas que esperan la Parusía
deseos humildes que se quedaron pegados a la tierra
niños asesinados y mujeres extenuadas al rayar el día.
¿Se inclina la rama seca bajo su peso? ¿Pesan
las raíces del árbol amarillo sobre los hombros
de otros hombres, extrañas fisonomías
que no osan tocar siquiera una gota de agua hundidos en la tierra?
¿Se inclinan a algún sitio?
Tus manos tenían el peso de las manos en el agua
en las grutas marinas, un peso liviano sin titubeos
como el ademán con que a veces espantamos un mal pensamiento
que alisa el mar hacia lo lejos al horizonte hacia las islas.
Pesa el campo tras la lluvia; ¿qué recuerda
la fija llama negra contra el cielo gris
presa entre el hombre y la memoria del hombre
entre la herida y la mano que hirió una lanza negra?
se oscureció el campo bebiendo la lluvia, cesó el aire
no basta mi aliento, ¿quién lo moverá?
entre la memoria, abismo: un pecho azorado
entre las sombras que se esfuerzan por volver a ser hombre y mujer
entre el sueño y la muerte vida fija.

Tus manos tendían siempre al mar dormido
acariciando el sueño que trepaba la dorada araña suavemente
llevando hasta el sol la multitud de las constelaciones
los párpados cerrados las alas cerradas...

Koritsá, invierno de 1937

Yorgos Seferis