2.12.22


Incêndios. Joaquim Manuel da Rocha (1727-1786)
Museu-Escola de Artes Decorativas, Lisboa



Al igual que no hay forma sin formación, no hay imagen sin imaginación. Entonces, ¿por qué decir que las imágenes podrían "tocar lo real"? Porque es una enorme equivocación el querer hacer de la imaginación una pura y simple facultad de desrealización. Desde Goethe y Baudelaire hemos comprendido el sentido constitutivo de la imaginación, su capacidad de realización, su intrinseca potencia de realismo que la distingue, por ejemplo, de la fantasía o de la frivolidad. Es lo que le hacía decir a Goethe: "El Arte es el medio más seguro de aislarse del mundo así como de penetrar en él". Es lo que le hacía decir a Baudelaire que la imaginación en esa facultad "que primero percibe (...) las relaciones íntimas y secretas de las cosas, las correspondencias y las analogías, (de manera) que un sabio sin imaginación ya sólo parece un falso sabio, o por lo menos un sabio incompleto".

Ocurre por lo tanto que las imágenes tocan lo real. Pero ¿qué ocurre en ese contacto? ¿La imagen en contacto con lo real -una fotografía, por ejemplo- nos revela o nos ofrece univocamente la verdad de esa realidad? Claro que no. Rainer Maria Rilke escribía sobre la imagen poética: "Si arde, es que es verdadera (wenn es aufbrennt ist es echt)". Walter Benjamin, por su lado, escribía: "La verdad (...) no aparece en el desvelo, sino más bien en un proceso que podríamos designar analógicamente como el incendio del velo (...), un incendio de la obra, donde la forma alcanza su mayor grado de luz (eine Verbrennung des Werkes, in welcher seine Form zum Höhepunkt ihrer Leuchtkraft kommt)". Más tarde, Maurice Blanchot escribió en su novela La folie du jour: "Quería ver algo a pleno sol, de día; estaba harto del encanto y el confort de la penumbra; sentía por el día un deseo de agua y de aire. Y si ver era el fuego, exigía la plenitud del fuego, y si ver era el contagio de la locura, deseaba ardientemente esa locura".
Así pues, podemos proponer esta hipótesis de que la imagen arde en su contacto con lo real. Se inflama, nos consume a su vez.

Nunca, al parecer, se ha impuesto la imagen con tanta fuerza en nuestro universo estético, técnico, cotidiano, político, histórico. Nunca ha mostrado tantas verdades tan crudas; nunca, sin embargo, nos ha mentido tanto solicitando nuestra credulidad; nunca ha proliferado tanto y nunca ha sufrido tanta censura y destrucción. Nunca, por lo tanto -esta impresión se debe sin duda al carácter mismo de la situación actual, su carácter ardiente-, la imagen ha sufrido tantos desgarros, tantas reinvidicaciones contradictorias y tantos rechazos cruzados, manipulaciones inmorales y execraciones moralizantes.

No se puede hablar del contacto entre la imagen y lo real sin hablar de una especie de incendio. Por lo tanto, no se puede hablar de imágenes sin hablar de cenizas.


Georges Didi-Huberman
Cuando las imágenes tocan lo real