11.2.24

 

The Virgin Spring, 1960. Ingmar Bergman




1

... es cómodo ser derrotado a los veinticinco años aún sin una sola cana en la cabeza sin una sola caries en la dentadura sin una sola nube en la conciencia con sólo dos o tres lagunas en la memoria y mirar el mundo desde el cielo desde el purgatorio desde el infierno desde más acá de los montes pirineos y la cordillera de los andes con frialdad con indiferencia con estupor

2no merece la pena que te desnudes a nadie le importa nada ni el precio oficial de la remolacha para la campaña azucarera ni nada la arroba de sexos de varón y hembra la arroba de nalgas de varón y hembra y menos que a nadie a tu padre no pronuncies su nombre que acaba de quedar en el cementerio civil detrás de las tumbas de los masones a su cobijo en el camino de las arañas y de los lagartos

3no, no te resignes aguanta di cien veces mil veces un millón de veces no quiero nada ni siquiera que me dejéis vivir en paz morir en paz no quiero la vida ni la muerte ni la paz tampoco la guerra no vivo no me doy cuenta de que vivo

4ni me muero no me doy cuenta de que me muero
5ni declaro la huelga del hambre ni me trago la lengua ni me ahorco 6es como una letanía ora pro nobis ora pro nobis

7tendréis que tomaros la molestia de matarme con un almohadón de seda con una toalla de felpa con una cuerda de esparto con el cuchillo de cocina que tiene las cachas de asta de ciervo con cinco fusiles de chispa

8hay cadáveres que no acaban de estarse quietos que dan ligeros respingos que tiemblan que suspiran y piden clemencia y se quedan mirando:

9para las mujeres que les escupen en la boca

10para los niños que les hurgan el vientre con un palito que a veces se quiebra con un palito de avellano

11para los hombres que se ríen llenos de temor y de estruendo

12entonces llega la horda de los sepultureros borrachos de ginebra cantando himnos litúrgicos himnos funerarios himnos procaces y cuplés y cubren los diversos cadáveres de tierra les echan encima tonelada y media de tierra para que no puedan levantarse jamás.


Camilo José Cela

Oficio de tinieblas 5