29.7.10


Fotograma de Persona. Ingmar Bergman.



En mí la creación artística siempre se ha manifestado como hambre. He constatado esta necesidad con serena satisfacción, pero en toda mi vida consciente nunca me he preguntado por qué ha surgido esta hambre y ha reclamado satisfacción insistentemente. Ahora, en los últimos años, cuando ha empezado a debilitarse, siento que es importante tratar de encontrar la razón de mi actividad.
(...)
Si, por consiguiente, quiero ser completamente sincero, debo considerar el arte (no sólo el arte cinematográfico) como algo intrancesdente.
Literatura, pintura, música, cine y teatro se procrean y se dan a luz a sí mismos. Surgen y se aniquilan nuevas mutaciones, nuevas combinaciones, el movimiento visto desde fuera parece nerviosamente vital -no es más que el extraordinario afán de los artistas por proyectar, para sí mismos y para un público cada vez más distraido, la imagen de un mundo que ya no se preocupa de sus gustos o sus ideas. En unas pocas reservas los artistas son castigados, el arte es considerado peligroso y digno de ser reprimido o dorigido. Sin embargo, en líneas generales el arte es libre, desvergonzado, irresponsable y, como ya he dicho: el movimiento es intenso, casi febril, parece, creo, una piel de serpiente llena de hormigas. La serpiente lleva ya mucho tiempo muerta, devorada, desposeída de su veneno, pero la piel se mueve, llena de vida bullente.
(...)
¿Se puede convertir esto en una evolución interna? ¿Pretendo sugerir que esto es una composición de diferentes instrumentos en el concerto grosso de la misma alma? En todo caso el factor de tiempo y espacio debe ser secundario. Un segundo debe poder extenderse durante un largo período de tiempo y contener un puñado de réplicas esparcidas sin coherencia.
Esto se ve en la película terminada. Los actores se desplazan de habitación en habitación sin tiempos muertos ni escenas de relleno. Cuando conviene se acorta o se alarga la acción. Se ha eliminado el concepto de tiempo.
Después viene algo que se remonta a mi temprana infancia:
Me imagino un trozo de película blanco, lavado hasta más no poder. Pasa a través del proyector y poco a poco se dibujan palabras en la banda sonora (que quizá entre un poco en la imagen). Poco a poco aparece justo la palabra que me imagino. Después un rostro que se vislumbra casi disuelto por todo lo blanco. Es el rostro de Alma. Es el rostro de la señora Vogler.
(...)
Después del gran altercado oscurece y se hace de noche. Cuando Alma se duerme o está a punto de dormirse, de repente es como si alguién se moviese en la habitación, como si entrase la niebla y la petrificase, como si una angustia cósmica se apoderase de ella, y se elvanta y va arrastrándose a vomitar, pero no puede y va a acostarse. Entonces ve que la puerta del dormitorio de la señora Vogler está entreabierta. Entra y encuentra a la señora Vogler inconsciente y como muerta. Se asusta y coge el teléfono, pero no da señal. Cuando vuelve junto a la muerta, ésta la mira taimadamente con los ojos entreabiertos y de repente ambas intercambian sus caracteres. De esta manera, no sé muy bieb cómo, vive con una precisión fragmentaria es estado anímico de la otra hasta el absurdo. Encuentra a la señora Vogler que ahora es Alma y que habla con su voz. Y están sentadas una frente a la otra y se hablan con tonos y gestos, se atormentan, se insultan y se torturan, se ríen y juegan. Es una escena-espejo.
El enfrentamiento es un monólogo repetido. El monólogo procede, por así decirlo, de dos lugares, primero de Elisabet Vogler, después de Alma.


Ingmar Bergman
Imágenes