1.12.13


El Ángelus, 1857-1859. Jean-François Millet.


Después de aquel primer encuentro, volví a ver con frecuencia a Dalí. Me gustaba su humor inenarrable, que ágilmente dominaba siempre sus ideas, sus complejos, su sensibilidad, su imaginación desbordada; el régimen de su cerebro siempre en efervescencia -un "fuera de borda" girando sin parar, como de él decía Picasso-. A veces, me gustaba también su pintura... En Minotaure, que generosamente le abrió sus páginas, encontró su megalomanía un maravilloso trampolín. Sus insólitos títulos, aquellos textos de un rigor seudocientífico, en los que Dalí daba rienda suelta a su humor y a sus obsesiones, estaban traspasados a veces por resplandores fantásticos, fulgurantes. Leyéndolos, se sentía uno en el imperio de la locura, sin poder escapar, sin embargo, a su dialéctica apretada, persuasiva, casi siempre convincente. Este fue el caso, sobre todo, de "El Angelus" de Millet, aparecido en Minotaure, introducción de un largo ensayo, titulado El mito trágico de "El Angelus de Millet".¿Quién hubiera podido suponer que este anodino cuadro de género -piadosa imagen de una pareja de campesinos inclinados, absortos en la oración de la tarde, tan popular como la Virgen de Lourdes en los hogares humildes- era la misma imagen de la perversión, el ejemplo soñado, el "monumento" de la obsesión sexual? "¿Cómo la sublime hipocresía simbólica de "El Angelus" -escribía Dalí-, obsesión de las masas, habrá podido sustraerse a una tan flagrante "furia erótica" inconsciente?" Y me afirmaba que había sido el invisible buitre aparecido en sueños a Leonardo, descubierto e interpretado por Freud en La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana del Louvre quien le había dado la pista del descubrimiento. Saltaba a la vista, según Dalí, que aquella horca de aventurar hincada en la tierra al costado del hombre, y aquella carretilla cargada de sacos de patatas abiertos, tras la mujer, simbolizaban los sexos masculino y femenino. Y a este latente erotismo era a lo que atribuía él la increible popularidad del cuadro. Dalí estaba tan obsesionado que, durante años, introdujo "El Angelus" en sus propios lienzos y coleccionó todos los objetos con reproducciones de este "simulacro crepuscular". Así pude un día fotografiar en su casa un juego de café en el que la taza y cada recipiente ostentaban la "escabrosa" pintura de Millet. Después de haber leído la interpretación de Dalí, nadie podía ver aquella pareja en oración con los mismos inocentes ojos de antes. Había prevalecido su perversa dialéctica. En seguida, otros muchos cuadros de Millet: Los segadores, Los agavilladores de heno, Los aventadores, etc., se nos hacen sospechosos, cargados de impulsos eróticos subconscientes, disfrazados...

Brassaï
Conversaciones con Picasso


Descripción del fenómeno delirante inicial
En junio de 1932 se presenta de súbito en mi espíritu, sin ningún recuerdo próximo ni asociación inmediata,la imagen del Angelus de Millet. Esa imagen constituye una representación visual muy nítida y en colores. Es casi instantánea y no da lugar a otras imágenes. Yo siento una gran impresión, un gran trastorno porque, aunque en mi visión de la mencionada imagen, todo "corresponde" con exactitud a las reproducciones que conozco del cuadro, ésta se me "aparece" absolutamente modificada y cargada de una tal intencionalidad latente, que el Angelus de Millet se convierte "de súbito" para mí en la obra pictórica más turbadora, la más enigmática, la más densa, la más rica en pensamientos inconscientes que jamás ha existido. La admiración y la súbita atarcción que sentí por ese cuadro contrastaba con la pobreza, si no con la ausencia casi absoluta de medios inmediatos (explicativos o incluso líricos) que me hubieran permitido objetivar, por poco que fuera, el gravísimo y violentísimo trastorno de que había sido causa. La existencia de ese trastorno me alejaba de cualquier intento de proselitismo que preveía inficaz; este sentimiento me sería corroborado más adelante por el "ferviente" escepticismo que mis amigos manifestaron ante mi brusca admiración por el Angelus.
Muy lejos de compartirla, objetaban con insistencia (y justicia) la vaguedad e inconsistencia evidente de las apologías fallidas a las que yo me arriesgaba tímidamente y sin demasiada convicción. Sin embargo, puedo afirmar que yo "ya sabía" casi todo sobre la transformación del cuadro: comprendía, veía con toda claridad "de qué se trataba". La interpretación que posteriormente debía tomar cuerpo, me refiero a la interpretación del Angelus, o mejor, mi futura tentativa de interpretación, estaba ya enteramente "presente" y "evidente" en mi espíritu en el momento del fenómeno delirante inicial; estaba lúcidamente "contenida" en éste.

Conclusión, posibilidades hipotéticas de nuevos métodos de investigación científica basados en la actividad "paranoico-crítica"
Sin ceder a la más mínima ambición generalizadora y totalizadora, le agradecería al lector que considerase los límites estrictos, modestos y "muy especiales" de ese trabajo que -no hago más que establecer y proclamar- sólo es recomendable por su valor eminentemente experimental. Esa declaración no debe tomarse en sentido exclusivista ni quiere parecer hecha a expensas de otras experimentaciones, entre las cuales, la que es objeto de la presente obra adquiriría  una importancia muy relativa. Dicho esto, quede claro que no considero (ni mucho menos) mis investigaciones susceptibles de agotar el contenido real del Angelus de Millet. Simplemente creo haber aportado sobre este asunto un documento de "extrema autenticidad" y haber permitido, por eso mismo, el esclarecimiento de una parte ínfima (si se quiere) de ese contenido real. La realidad estaría, en el presente caso, únicamente "en relación" con los fenómenos delirantes paranoicos y con el ejercicio consciente de la actividad paranoica-crítica sobre esos fenómenos; el campo de experimentación lo suministra el caso concreto de la imagen del Angelus de Millet. De modo que no me queda sino esperar impaciente los resultados de los experimentos análogos o nuevos que podrían hacerse sobre el mismo tema. La coincidencia total, parcial, o el franco desacuerdo de esos resultados con los míos, no hará más que contribuir al planteamiento de los principios de las próximas síntesis (permitiendo en cierto modo la conciliación de las verdades relativas y parciales que podrían haberse desprendido del ejercicio, aislado o en común, de varias actividades analíticas) así como análogos, múltiples o contradictorios métodos de conocimiento.
El carácter esencialmente "productivo" y exclusivamente de esos fenómenos delirantes creo que "participa" -como actuando de su propia base- no sólo de las producciones de las que se admite que encarnan el cambio más hiperestésico y agudo de los fenómenos de la personalidad (fenómeno artístico en general), sino  también de las que constituyen los grandes "ensueños paranoicos" de la filosofía y de la historia, e incluso de las de la investigación científica en las que la actividad experimental alcanza los más ambiciosos grados de objetividad. A este respecto, ¿cómo negarse al uso de ciencias tales como el psicoanálisis, ciencia de "los delirios genialmente sistematizados" (sin que en este caso delirio comporte el menor sentido peyorativo, por supuesto? ¿Cómo, me pregunto yo, no discernir la presencia del mecanismo paranoico en el fenómeno extraordinariamente determinante en la elección "experimental" que preludia las investigaciones de las ciencias naturales?
(...) El fenómeno paranoico que, en el campo poético, hace tangible y reconocible objetivamente la propia dialéctica del delirio surrealista, ese fenómeno paranoico, repito, verdadera dialéctica del delirio surrealista, sólo puedo entenderla en la actualidad (situada en el campo de las ciencias naturales) como el equivalente poético de esa "conciliación" de todo lo más irreconciliable, como esa claridad diáfana, nacida del enmarañamiento y del acercamiento de los más irreductibles y distantes antagonismos, como la suma de la "dialéctica concreta" objetivada en esa teoría grandiosa cuya altura especulativa no nos es accesible más que intuitivamente y que se llama "teoría restringida de la relatividad".

Salvador Dalí
El mito trágico del "Angelus" de Millet




Esta fantasía no hace más que corroborar la noción fósil que hemos descubierto en la pareja del "Angelus". Las fisuras de los dos personajes -los arcos arruinados de una arquitectura rota, que estuvieron unidos y ahora se aproximan en su medio-, su casi desaparición, su coexistencia originaria con las rocas que sirven las representaciones atávicas que, de una manera progresiva, nos vemos obligados a hacer depender de la intencionalidad crepuscular del Angelus. Aquí la erosión y la ruina geológica están sustituidas por las ruinas luminosas del crepúsculo.

Pedro G. Romero
http://fxysudoble.com/es/cronologia/angelus-2/