No se puede existir sin ser eterno,
ni se puede acceder a las distancias
que separan lo roto y desunido.
El alma son las garras que se alejan
clamando por los ámbitos inmensos,
robando precipicios.
No se tienen las alas y se tiene
la sombra de sus blandos movimientos.
Se tiene un horizonte que respira
y que acompaña siempre la promesa
resquebrajando lívido la losa
de su confinamiento irremediable.
Juan Eduardo Cirlot
Non serviam, 1972
