8.4.16

Pabellón alemán de Barcelona de Mies van der Rohe, Olafur Eliasson.

But I was so much older then,
I´m younger than that now.

Una vieja fórmula de reputación nietzscheana presenta la relación entre concepto y metáfora en términos de ruina; la interpretación más extendida retiene de ella que el concepto es la ruina de una metáfora, es decir, una metáfora tan desgastada por el uso (o, dicho de otro modo, tan desusada en cuanto a metáfora) que ha perdido su condición original -su gracia- y ha borrado las señales de su procedencia, obteniendo su prestigio de (aparente) concepto, como muchas ruinas históricas, precisamente de su antigüedad, de su desgaste y desuso, de su estado ruinoso; algo así como lo que el mismo Nietzsche decía de la verdad: que es una mentira tan vieja y repetida que ha olvidado su propia falsedad (la verdad es la ruina de una mentira, podría decirse). Sin embargo, esta relación es claramente reversible si ampliamos el espectro semántico del verbo "arruinar": también la metáfora es la ruina del concepto -pensamos a menudo-, pero esta vez en el sentido de que es aquella operación que arruina al concepto mismo, es decir, que lo invalida qua concepto, que lleva a la quiebra la empresa filosófica dejando al desnudo la vanidad retórica que usurpaba el papel de núcleo epistémico. Al menos desde aquella acusación mediante la cual Aristóteles reprochaba a su antiguo maestro Platón el dedicarse a construir "metáforas poéticas" (léase: en lugar de conceptos), la relación de incompatibilidad parece garantizada: la metáfora tiene su lugar exclusivo en la Poética y en la Retórica, el concepto tiene el suyo en la Dialéctica y en la Ontología, y un poeta metido a hacer conceptos es al menos un espectáculo tan ruinoso como el que ofrece un filósofo puesto a hacer metáforas.

Jose Luis Pardo