21.5.16

Ritrovamento del corpo di san Marco, 1562-1566. Tintoretto.


Desde entonces, lo he experimentado con frecuencia ante los cuadros vigorosos, piadosos y viriles de los viejos maestros, sobre los que se revela, a través de las ventanas abiertas de iglesias y palacios, un trasfondo mágico, al mismo tiempo seductor y amenazante, lleno de valles rocosos, acantilados y castillos. Consiste en el sentimiento de estar muy cerca del espíritu de una época, cuya realidad, no obstante, se ha desvanecido para siempre. En toda forma acuñada yace algo encerrado que no se reduce a forma; una época ha dejado su sello que se reaviva de nuevo cuando es alcanzada por una mirada más profunda. Entonces, de vez en cuando, nos parece como si extendiéramos la mano hacia una maravillosa visión de ensueño que se desvanece en el mismo instante en que creemos tocarla. Esa nostalgia por una época desaparecida, por colores brillantes que han empalidecido hace ya tiempo, por la plenitud abundante e inconcebible de una vida ya extinguida ineluctablemente, esa nostalgia es mucho más dolorosa e irresistible que aquella otra que despierta en nosotros la descripción de islas lejanas y países exuberantes.
Pero siempre permanecía algo de aquella época sobre la vieja ciudad como un hálito sutil, como un medio interpuesto entre el recuerdo y la sustancia que había quedado atrapada en sus rincones y que parecía pigmentar sus casas con algo semejante a un polvo pardo que resplandecía inesperadamente cuando le daba un rayo de sol y hacía brillar ornamentos dorados.

Ernst Jünger
Anotaciones del día y de la noche