21.3.17

Mouchette, 1967. Robert Bresson

Cuanto más singular es la imagen cinematográfica, más absurda es también. ¿Qué quiere decir? Es muy fácil individualizar cualquier acontecimiento de la vida y filmarlo. Y de este modo se han filmado muchos documentales interesantes, en los que la esencia del cine estaba formulada de forma precisa. Sin embargo, me parece que la imagen cinematográfica no consiste en absoluto en representar una observación cualquiera (aunque no es una mala idea), sino en convertir un hecho cualquiera en una observación de la vida. En convertir esa observación en una expresión naturalista propia. Me parece que aquí hay algo; es esto lo que hay que buscar.
Tomemos como ejemplo el final de Mouchette de Bresson. Si lo recordáis, la protagonista, habiendo perdido ya toda la esperanza en la vida, se encuentra junto a la orilla de un río con un vestido blanco bajo el brazo. Es el vestido que le ha dado la vecina para que entierre con él a su madre. Pero ella se pone el vestido, de un modo un tanto desgarbado, de hecho no está claro si se lo pone o se lo echa a la espalda, y comienza a rodar pendiente abajo. La pendiente se nivela, el movimiento se detiene. Ella se levanta, vuelve arriba y de nuevo rueda y rueda hasta que cae al agua. Se oye un chapoteo y ya no la volvemos a ver. Aquí acaba la acción, todo es muy absurdo. Tan absurdo que no hay duda alguna de qué es verdad. No hay una lógica, es inverosímil, pero es la pura verdad. Así se crea lo que llamamos arte.

Andrés Tarkovski
Atrapad la vida