19.1.18


Sir John Soane´s house, London.


Soane hizo su casa de Lincoln´s Inn Fields como una caja asombrosa de filtros y amplificación. Su construcción nos proporciona un espacio vivo, atravesado y animado por energías naturales. Las singulares figuras arquitectónicas que, en general, el arquitecto inglés construyó emergen impregnadas de un fondo de dimensiones esenciales que son omnipresentes y que nuestra experiencia capta como fundamento físico del estar terrenal. Una de estas dimensiones es la luz envolvente y otra es la atracción terrestre, la gravitación que afecta a toda la materia. En las decisiones tomadas desde el proyecto quiso que se manifestara, en integración a lo estrictamente constructivo, el protagonismo de esas dimensiones por medio de la activación de signos relativos a ellas. Concibió su casa como una oquedad, una cámara, un volumen poroso, un centro para sentir y soñar ese radical fundamento que como presencia exaltada se apropia de ella. Y, además, al instalar por todas partes su amada colección de objetos de arte: pinturas, esculturas, proyectos de arquitectura y maquetas, condensadores de memoria y de significado, amplió ese sueño también hacia lo íntimo, a su mundo imaginario d arquitecto. Hizo de ese lugar un centro de ensoñaciones físicas y espirituales, un puesto privilegiado de observación verdaderamente circular y completo.


Una de las sorpresas más evidentes en toda la obra de Soane proviene del hábil modo de jugar con la luz natural, de controlar su flujo al atravesar el espacio construido. La mirada constata con emoción el virtuosismo en la disposición de filtros e interposiciones al paso de la luz natural. Como la luz diurna que viene de lo alto, la luz cenital cae desde los lucernarios, se derrama, se abre paso por patios o grietas en forjados y luego se hunde y desaparece en la opacidad de las paredes o renace y se recrea en los espejos. El interior es enriquecido por esa luz descendente y se anima en los más variados brillos y tintes peculiares. Se manifiesta a la manera mágica de las luces que anidan en los medios turbios que Turner supo expresar magistralmente en sus cuadros. La arquitectura de Soane parece la recreación de un fragmento de naturaleza. Es, podemos decir, análoga a un paisaje vivo, animado por nubes y rayos de sol que se abren camino entre ellas. La luz natural que viene de lo alto resbala por las paredes, parece solazarse al bañar los elementos arquitectónicos, el ornamento, las esculturas, las pinturas y los dibujos. El arquitecto nos proporciona un lugar que imita un paisaje de gran riqueza, lleno de elementos para el deleite, y todo ello sumido en una envolvente atmósfera luminosa casi tangible. La exploración visual se siente profundamente estimulada. La mirada encuentra un alojamiento ideal.



Otro conjunto de sensaciones que apreciamos, por ejemplo, en la Breakfast Room, o en espacios como La Rotonda y oficinas con cúpula del Banco de Inglaterra, proviene del modo en que las figuras construidas se erigen, se sostienen. Ostentan una alta expresividad acerca de su estabilidad, de sus apoyos y equilibrios, de su comportamiento frente al derrumbe. Promueven una sensación de ligereza y vuelo, un sentimiento de flotación que, por otro lado, es inducido empáticamente en el visitante. Hay techos de equivoca expresividad, cual telas hinchadas, grandes sombrillas en el ámbito luminoso que hay que sujetar para que no vuelen. Se comprenden como superficies tensas, atirantadas, que emiten señales de un vaciamiento similar al de las estructuras neumáticas y ligeras. Se liberan ficticiamente de la carga de la materia, de la imposición del peso. No pueden ocultar, sin embargo, su inmersión en el inexorable campo gravitacional. En lo singular de su levitación despiertan un cuestionamiento acerca de su raíz y causa. El juego desarrollado por la sucesión de capas, de membranas y aire interpuesto, es otro modo de expresar una ambigüedad ante el deseo subyacente de librarse del obligado gravamen de las cargas. En su casa de Londres, por ejemplo, en el paso entre la biblioteca y el comedor, las dos láminas de la pared se convierten en láminas separadas entre las que el arquitecto inserta espejos, creando así un vacío virtual que contradice el macizo del espesor real. Se desmaterializa la pared pero, al mismo tiempo, de los arcos cuelgan pinjantes o pomos cual condensaciones repentinas de materia, gotas de una densidad extraña sometidas al influjo de la gravedad, de modo que, ahí, aquello que antes eran tenues láminas ahora adquiere de nuevo su peso. Soane, pues, niega y afirma, estimula una ilusión de levedad y, al mismo tiempo, favorece la evidencia del peso. En definitiva, quiere que advirtamos los extremos de unos ejercicios estructurales conformes a la ley física.



En todo este juego se suscita una clara conciencia de la pertenencia de cualquier objeto construido y nuestro propio cuerpo al campo gravitatorio. Las construcciones de Soane están moduladas por una luz que es elemento protagonista y están compuestas por masas que notoriamente juegan con la gravedad, la acatan y la desafían a la vez. Su arquitectura con los atributos de lo que él mismo caracterizaba como la poesía de la arquitectura responde a una concepción en la que, sobrepasando las simples o crudas determinaciones constructivas, posee una cualidad distintiva que proviene de hacer sensibles esas energías básicas entretejidas en la obra y amplificadas, además, por su presentación conjunta. El arquitecto nos sitúa ante el desvelamiento de ese fondo: esa casa última de coordenadas primigenias que ha sido integrada íntimamente al edificio.
La arquitectura es, por tanto, un instrumento que vibra al unísono de un mundo físico y tácito. Las construcciones de Soane transforman, traducen, hacen legibles fenómenos que viven soterradamente en ellas. Presentan a la percepción señales claras de una continuidad, marcas de su pertenencia a un fondo natural. Son manifestaciones acompañantes que emanan a la manera del tintineo de unas campanas tubulares cuando son activadas por el fluir del aire y de la brisa. Entre los objetivos de su construcción está el tener en cuenta ese paso y los efectos en fusión de unas energías que se destacan con especial relevancia. Las formas están definidas en un lugar intermedio, en la distancia que existe entre una realidad física y una naturaleza de fondo que se enseñorea y florece en los espacios y en la materia construida. Es una arquitectura que toca y activa de muy diversos modos las distintas cuerdas conectivas de un paisaje en el que también estamos involucrados. Sale a nuestro encuentro como una entidad limítrofe, con las características de una piel. Por eso, con frecuencia tiene el aspecto de un compuesto de bambalinas o telas agujereadas que el ojo a de recorrer, atravesar, esquivar, sortear como hace la luz y la mirada saltando de horizonte en horizonte, de punto de fuga en punto de fuga. De otro lado, la obra, en su condición material, se presenta en una danza oscilante, en un balanceo, entre la sujeción al peso y su liberación. Soane nos recuerda que no hay poesía en la arquitectura sin la colaboración de los sentidos y que por ello es susceptible a la confusión de lo cierto y de lo ilusorio. El ojo, el cuerpo, son parte del objeto. Pensar lo que se construye en las continuidades que van de las dimensiones de referencia naturales –luz y gravedad- a sus efectos en la experiencia sensible conduce a la inteligencia de los objetos construidos como acontecimientos en flujos y en la temporalidad de los procesos de su percepción. Las formas tienen algo de aquellas configuraciones efímeras que se hacen y se deshacen en el agua, imágenes que son fruto de las perturbaciones de su superficie sujetas a una geometría canónica: anillos ondulaciones o gotas. La arquitectura de Soane, responde también a una reconocible y parecida geometría: casquetes seccionados, cúpulas ahuecadas, grietas y gotas. Son formas que aún siendo estáticas y permanentes nos transportan al modo de una transfiguración súbita: a la manera de las texturas regulares que se destacan en un indefinido medio acuoso para luego desvanecerse.

Juan Navarro Baldeweg
Escritos