7.3.19

The lady from Shanghai, 1974. Orson Welles


Materia y memoria es de 1899... no, no sé... ya no me acuerdo... es de fines del siglo XIX o principios del XX; y que la psicología todavía se mantenía en la idea de que no hay estado psicológico inconsciente, e incluso de que la idea de estado psicológico inconsciente era un sinsentido. En esa época Freud comenzaba a atacar violentamente esta concepción de la psicología. Pero Bergson, en la misma época, lo hacía con igual violencia.
Y me interesa ese principio del capítulo 3 de Materia y memoria, donde Bergson dice así como así, imaginando y reflexionando, escribe mientras reflexiona, que es extraño que se admita corrientemente que los objetos percibidos existen fuera de nuestra percepción. Ven el problema que plantea. Todo el mundo admite espontáneamente que los objetos percibidos existen fuera de nuestra percepción, bajo una forma u otra, pero no se admite que los estados psíquicos existan fuera de nuestra conciencia. Ven el problema, ¿no? "Todo el mundo admite eso", dice. "Por ejemplo -dice él mismo- estoy en una habitación. Percibo. Pero en ningún momento dudo de la existencia de un fondo detrás de mí, tampoco dudo de que hay un pasillo que no percibo, que después del pasillo hay un pequeño patio abierto, y que si salgo está la calle, etc.". No dudo de que los objetos de mi percepción se extienden -retengan la expresión "se extienden"- fuera de mi percepción. Y extrañamente, dudo de que mis estados psíquicos se extiendan fuera de mi conciencia. "¿Pero por qué?", se pregunta. Es muy curioso. ¿Por qué? Ustedes ven el problema. En efecto, estoy ahí, en esa habitación, y me digo: "¡Ah!, sí, está la habitación, y luego está el pasillo, y luego la calle, y luego está el mundo". Pero en cambio, estoy pensando en algo y tengo la impresión de que eso está en mi conciencia. "No es normal", dice Bergson. "Habría que explicar esta creencia extraña. Quizás tengamos razón al creer eso, pero ¿por qué?".
Y dice que finalmente es por una razón muy simple: porque se ha escindido la existencia, o lo existente, en dos partes bien distintas. Él no habla así, pero nosotros podríamos decir que se ha escindido lo existente en dos partes bien distintas. Una a la que vamos a llamar lo real. Y definimos lo real como las conexiones legales y causales a las cuales uno está llamado a obedecer. Lo que va a definir lo real es la conexión causal y legal. Es decir: si estoy en una habitación, hizo falta que entre. Es la conexión causal. Hizo falta que entre, es decir que un pasillo me conduzca a ella. Hizo falta que ese pasillo parta de un lugar. El lugar de donde parte el pasillo puede perfectamente ser otro pasillo, pero a fuerza de ir por los pasillo se acabará por llegar afuera. Conexiones legales y causales. Y eso va a definir lo real.
por el contrario, ¿cómo definimos lo imaginario? Lo definimos por el capricho y lo discontinuo. "¡Oh, se me cruza una idea por la cabeza!". Capricho y discontinuidad. Y luego olvido. Me viene un recuerdo. Pero el recuerdo no me viene siguiendo conexiones legales y causales. Por ejemplo, de repente tengo un recuerdo de mi infancia. Dura tres segundos y después vuelvo a lo que hacía. Todo ese mundo de los caprichoso discontinuo sin duda existe, pero no bajo la forma real. (...)
Después de este paréntesis, Bergson continúa. Dice que, si lo pensamos bien, no sucede de esa manera, en absoluto. Pensemos bien esta cuestión de las percepciones: "el objeto se prolonga y se continúa fuera de la percepción que tengo". Habría que decir que si y que no. Pues es verdad, el objeto se prolonga fuera de la percepción que tengo de él. No veo el pasillo, pero la habitación que capto se prolonga en el pasillo. Seguramente. Pero ese pasillo que no percibo, ¿es extraño a toda percepción? ¿Hay que decir que los objetos se prolongan fuera de la percepción que tengo de ellos? "No, no, es mucho más complicado que eso", dice Bergson. Pues esos objetos que se prolongan fuera de la percepción que tengo de ellos, son percepciones posibles. Más aún, son percepciones efectuadas por otros. Llegado el caso, esto puede complicarse: percibo, en la sala donde estoy, alguien cuya mirada esta puesta en el pasillo. Tengo razones para inferir que otro prolonga en percepciones las percepciones que yo tengo. por tanto, el objeto que no percibo no se distingue radicalmente de todas las percepciones. Se puede decir incluso, que, de cierta manera, las cosas son percepciones. (...) Y si uno habla de objetos que no existen independientemente de las percepciones que tengas de ellos, uno está forzado finalmente a hablar de percepciones inconscientes. Pero Bergson no insiste mucho en eso. Son sugerencias que está haciendo.
Y dice que de repente, si uno se da cuenta de que entre el objeto percibido y la percepción no hay una diferencia de naturaleza -de modo que cuando el objeto se prolonga independientemente de la percepción que tengo de él, todavía la percepción consciente se prolonga en percepciones posibles o percepciones inconscientes-, si estoy obligado a decir eso, desde ese momento ya no tendré ninguna dificultad para decir que, del otro lado, lo imaginario también se prolonga más allá de la conciencia que tengo de él. Y que mis recuerdos se prolongan infinitamente por fuera de la consciencia que tengo de ellos cuando los actualizo.
En otros términos, se dirá que tanto los objetos reales como los estados imaginados tienen una amplia franja de indistinción, tal que lo real se prolonga fuera de mi conciencia al igual que lo imaginario se prolonga fuera de mi conciencia. Hay una franja de indistinción.
(...)
Último punto de Bergson, y a esto quiero llegar. ¿De dónde viene la ilusión? ¿De dónde viene el hecho de que uno no vea y no se instale en esta especie de indistinción cristalina? (...)
Bergson nos dice: "¿Saben de dónde  viene esta ilusión que les hace creer que los estados de lo imaginario no se prolongan fuera de vuestra conciencia, mientras que creen que los estados de lo real se prolongan fuera de vuestra percepción? ¿Saben de dónde viene?". Aquí aparece el gran Bergson, el resto eran pequeñas observaciones: "Es que ustedes y todo el mundo cree, todos creemos y vivimos sobre una idea de locos, sobre la siguiente idea loca: que el espacio sería la forma de la conservación, es decir que las cosas se conservan en el espacio -lo cual no quiere decir estrictamente nada, pero estamos convencidos de ello- mientras que el tiempo destruye". Se piensa que el espacio conserva y que el tiempo destruye. Desde entonces, se considera que los estados psíquicos, que son temporales, no existen fuera de la conciencia, y que los objetos de la percepción, que están en el espacio, existen independientemente de la percepción. Pero esta idea de que el espacio conservaría y el tiempo destruiría es la idea más extraña. Allí Bergson toca algo que, hasta donde conozco, sólo él supo decir. Es realmente una idea rara.
Este es el texto: Para desenmascarar la ilusión, habría que ir a buscar en su origen, y seguir a través de todos sus rodeos, el doble movimiento por el cual llegamos a plantear realidades objetivas sin relación con la conciencia y estados de conciencia sin realidad objetiva, pareciendo entonces -y la ilusión es esto- que el espacio conserva indefinidamente cosas que se yuxtaponen en él, mientras que el tiempo destruiría, poco a poco, estados que se suceden en él.
Eso es lo que me interesa, esta especie de ilusión demente. La que hace que, después, todo el problema de la memoria esté completamente trastornado, puesto que uno va a preguntarse: "Dado que el pasado es lo que ya no está, ¿cómo se lo puede reconstituir?". Se sabe que es lo que ya no está, puesto que el tiempo es fundamentalmente destructor, puesto que solo está el presente. bueno, uno se encontrará ante todo tipo de problemas. ¿Pero de dónde viene esta idea prefabricada que damos por supuesta: el espacio conserva indefinidamente las cosas que se yuxtaponen en él, el tiempo destruye los estados que se suceden en él?
(...) ¿y si el tiempo no destruyera nada? En ese caso, sería normal que nuestros estados psíquicos subsistan fuera de nuestra conciencia.
¿Pero por qué tiene uno esa idea? Y bien, la respuesta de Bergson es siempre la misma, pero la fórmula es espléndida. Es a causa de las exigencias prácticas, de las exigencias de la acción. Es que finalmente lo que nos interesa es el presente, porque es en el presente que uno actúa. ¿En qué consiste entonces todo nuestro impulso? La bellísima fórmula de Bergson: "ante nosotros abrimos indefinidamente el espacio, mientras que detrás nuestro cerramos el tiempo que transcurre". Y nos dice que es en el mismo movimiento. Pero hay que vivirlo físicamente: avanzo, avanzo, cabeza dura... pum, pum, pum; y cuando avanzo, es como si abriera ante mí el espacio, pero bajo la condición de cerrar detrás de mí el tiempo. ¡Qué extraño andar! Y eso es avanzar. Por eso es preferible no avanzar demasiado. Avanzar es una operación demente, completamente demente: abro el espacio a condición de cerrar el tiempo.
Puede ser que me dé cuenta de que es al revés, de que el tiempo es fundamentalmente abierto y el espacio fundamentalmente cerrado.
(...)
La memoria del mundo y el tiempo son lo mismo. El tiempo no es algo que destruye, es algo que conserva. La forma en la que el tiempo conserva es la memoria del mundo.

Gilles Deleuze
Cine III. Verdad y tiempo, potencias de lo falso.