18.1.24

 

Boden Sea, Uttwil, 1993. Hiroshi Sugimoto






DESERTO


Quando ceguei decidi ser fotógrafo

O que me levou a tomar esta decisão foi (após prolongado período de escuridão absoluta) a quantidade de imagens surgidas do meu espírito.

Primeiro, desfocadas, sem contornos nem volume; depois, a pouco a pouco, os elementos que as compunham definiram-se, tornaram-se reconhecíveis.

Pude ver, enfim, o que o meu espírito criara; e nenhuma das imagens (pelo menos que me lembrasse) se parecia com as que, porventura, vira antes de cegar.


Resolvi pedir auxílio a C. - descrevia-lhe que me encontrasse uma, em tudo semelhante àquela por mim descrita.

C. passou a ser o meu olhar.

Mas C. não podia ver a minha paisagem, e eu jamais saberia se a que fotografara era igual, ou parecida, à que desejara fotografar. E, se por acaso descrevesse a mesma paisagem a B. (e não a C.) pedindo-lhe para, em seguida, me descrever a que via impressa no papel, apercebia-me de que não coincidiam em quase nada.

As paisagens de C. eram, sempre, diferentes das minhas. B. confirmava o que eu já suspeitava.


Apesar de tudo, continuei a trabalhar. Viajava na companhia de C. - íamos à procura dos lugares e das coisas que eu queria fotografar.

Dessa época, uma das fotografias (talvez a minha preferida) era de um grande rigor e simplicidade - uma estrada sumia-se na curva do horizonte, e a linha branca da estrada terminava num ponto situado no centro da folha.

Embora C. me dissesse que, numa das bermas da estrada, havia uma árvore. Não me recordo se lhe tinha falado numa estrada com uma árvore. É pouco provável.

Mas nada disto tem grande importância. A verdade é que eu não podia ver se havia ou não uma árvore na fotografia. E C. também não podia confirmar a existência duma árvore dentro da minha cabeça.


Certo dia pedi a C. que me indicasse como fotografar areia. Grandes extensões de areia ou de água, de céu vazio.

B., ao ver uma fotografia dessa série, disse:

-Não está aqui quase nada. Algumas sombras, um pouco de luz e formas indefinidas.

Soube, nesse instante, que tudo começara a coincidir - dentro e fora de mim.

Nunca mais precisei de C., nem de B. - desatei a fotografar sem ajuda. Escolhia o que desejava fotografar pelo tacto e pelo olfacto. Apontava a objectiva para o céu, para a água ou para as areias - disparava com a certeza de que as imagens que não via coincidiam com as que via.

Assim, ao fim de algum tempo, o que estava fora de mim passou a ser igual ao que estava dentro de mim - Luz e Sombra.

E foi com Luz e Sombra que iniciei, no papel, a construção da minha biografia.


Al Berto

O anjo mudo




DESIERTO


Cuando me quedé ciego decidí hacerme fotógrafo

Lo que me llevó a tomar esta decisión fue (tras un largo periodo de oscuridad absoluta) la cantidad de imágenes que me venían a la mente.

Al principio, desenfocadas, sin contornos ni volumen; después, poco a poco, los elementos que las componían se fueron definiendo, se tornaron reconocibles.

Pude ver, en fin, lo que mi mente había creado, y ninguna de las imágenes (al menos que yo recordara) se parecía a las que, tal vez, viera antes de quedarme ciego.


Decidí pedir ayuda a C. - le describí con minucia lo que pretendía fotografiar.

si era un paisaje, por ejemplo, le pedía que me encontrase uno que se pareciera en todo a la que yo había descrito.

C. se convirtió en mi mirada.

Pero C. no podía ver mi paisaje y yo nunca sabría si el que había fotografiado era igual, o parecido, al que quería fotografiar. Y, si por casualidad le describía el mismo paisaje a B. (y no a C.), pidiéndole que, luego describiera el que veía impreso en el papel, me daba cuenta de que no coincidían en casi nada.

Los paisajes de C. eran, siempre, diferentes de los míos. B. me confirmó lo que ya sospechaba.


A pesar de todo, seguí trabajando. Viajaba con C. - íbamos en busca de los lugares y las cosas que quería fotografiar.

En esa época, una de las fotografías (tal vez mi favorita) era de un gran rigor y simplicidad - una carretera desaparecía en la curva del horizonte, y la línea blanca de la carretera terminaba en un punto en el centro de la hoja.


Aunque C. me dijo que, a uno de los lados de la carretera, había un árbol. No recuerdo si le había hablado de una carretera con un árbol. Es poco probable.

Pero nada de esto importa realmente. La verdad es que no pude ver si había o no un árbol en la fotografía. Y C. tampoco podía confirmar la existencia de un árbol dentro de mi cabeza.


Cierto día pedí a C. que me indicase como fotografiar arena. Grandes extensiones de arena o agua, de cielo vacío.

B., cuando vio una fotografía de esa serie, dijo:

-Aquí apenas hay nada. Algunas sombras, un poco de luz y formas indefinidas.

Supe, en ese momento, que todo había empezado a coincidir - dentro y fuera de mí.

Nunca más volví a necesitar a C. ni a B. - empecé a fotografiar sin ayuda. Escogía lo que quería fotografiar mediante el tacto y el olfato. Apuntaba con el objetivo al cielo, al agua o a la arena; disparaba con la certeza de que las imágenes que no veía coincidían con las que veía.

Así que, al cabo de un tiempo, lo que había fuera de mí se convirtió en lo mismo que había dentro de mí - Luz y Sombra.

Y fue con Luz y Sombra que inicié, sobre el papel, la construcción de mi biografía.


Al Berto

El ángel mudo