22.10.11


Bologna, Atelier de Giorgio Morandi, 1989-90. Luigi Ghirri


Nos quedábamos casi siempre un rato aún en la sala, mirando, hasta que se extinguían, las imágenes que arrojaban los últimos rayos de sol, al atravesar horizontalmente las ramas en movimiento de un espino albar, sobre la pared que había frente a las ventanas ojivales. Aquellos escasos dibujos que, en continua sucesión, aparecían en la superficie iluminada, tenían algo de fugaz, de evanescente, que por decirlo así nunca sobrepasaba el momento de su aparición, y sin embargo allí, en aquel entrelazamiento de sol y sombra que continuamente se renovaba, podían verse paisajes de montaña con glaciares y campos de hielo, mesetas estepas, desiertos, campos de flores, islas marinas, arrecifes de coral archipiélagos y atolones, bosques doblegados por la tormenta, hierba tembladera y humo a la deriva.

W. G. Sebald