9.11.11


El lamento de la emperatriz, 1990. Pina Bausch


Y ese amaneramiento, ese hieratismo excesivo, con su alfabeto en movimiento, esos gritos de piedras hendidas, sus ruidos de ramas, de leña cortada y arrastrada compone en el aire, en el espacio visual y sonoro, una especie de susurro animado y material. Y al cabo de un instante la identificación mágica se cumple: Sabemos que éramos nosotros quienes hablábamos.

Antonin Artaud
El teatro y su doble