6.9.13
Shulamite, 1990. Páginas 14-15, 22-23 y 36-37. Anselm Kiefer
Probad a situaros en el punto más alejado del mundo corporal; no sólo veréis desde allí los mismos objetos distribuidos en un orden distinto, de forma que si os queréis atener a vuestras imágenes arbitrarias anteriores, que no reencontraréis allí, estaréis totalmente desorientados, sino que además descubriréis en nuevas regiones objetos completamente nuevos.
Todo cuanto teníamos antes de levantarnos, lo que abarcábamos y lo que nos contaba con muecas y plegarias, la rutina y el sortilegio, la astucia y la contraria elevación, el porqué, el desconsuelo...
Todo.
Pero el desconsuelo también tenía valles, su musculatura apoyada en las nubes, su caracoleante caligrafía, sus zozobras, sus cepos, sus campanas, sus canciones, su río helado, su apaciguada cabellera, su remolino contagioso,
en definitiva,
lo mezclable al gemido, lo ajeno, lo complejo:
trenzar y destrenzar las iniciales
de los naufragios,
cortejo descolgado
de eso que en alta mar el fondo anhela:
lo mezclable al gemido, lo ajeno, lo complejo,
trazar linga sutil en la tronchada
rama
que en aquel nudo del desierto aguarda
que todo lo tenido por más distante
de buenas a primeras se derrame.
José Miguel Ullán
Pasiones