Recupero el rostro y recupero el signo
Levanto el puño cerrado al horizonte
Y trato de vivir
Para aprender en la incertidumbre de la muerte
Aparto los cabellos caídos sobre tu rostro
Y dibujo en mí para ti y para estos días
Sufrimientos heroicos y noches sin amores
Es preciso intentar, es preciso caminar
Y juntar a este azar azarosas partidas
Y tanto peor para la risa y tanto peor para las lágrimas
Tu rostro, tus brazos, tus manos, tu cuerpo en fin
Esa alegría, esa alegría en lágrimas esa alegría
Dejemos pasar la vida
Esto no es nada, no es nada.
Octubre de 1942
La realidad de las piedras
No conozco del mundo sino la realidad de las piedras, debido a habérmelas tirado a la cara. No las he vuelto a tirar después de que cayeran a mis pies con un sonido sin eco. Pero las guardo con la tierra que les sirvió de huella. Las guardo como residuos arrancados tras una lucha despiadada. A través de su opacidad sangrienta , el mundo me fue revelado, y nunca habría recibido el don sin su espina en mi carne.
A través de su opacidad, sé que el mundo está presente: árboles, carreteras, caminos, el barrio de chabolas donde nací en una ciudad fea si las hay en el mundo, charcos de agua turbia y helada que tienen el poder de las lágrimas, y el catafalco de la enormidad, el catafalco de la vida y el terror, esos edificios de la capital del mundo surcados de laberintos en los cuales sufrí durante tanto tiempo.
Sería necesario escribir como se vive, sin pensar, y dibujar el cielo tal como se percibe en una mañana de nieve ardiente por la soledad de los tejados, que rompen los fragmentos de las estrellas suspendidas a una frágil altura.
Habían construido una eternidad visible
Suspendida en la ladera de la montaña
Y quemados por un sol como picos clavados
En el sueño y cincelados
En estado de vigilia en su travesía por el desierto
Arena roja y verde, extensión ilimitada de estepa
Huesos y cadáveres rígidos
Caminos propícios a la muerte
Definitivos y sin objeto
Donde la noche se arrastra como una luz sobre la desnudez
Jacques Prevel