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14.6.25




Ante la imagen: ante el tiempo


Siempre, ante la imagen, estamos ante el tiempo. Como el pobre ignorante del relato de Kafka, estamos ante la imagen como Ante la ley: como ante el marco de una puerta abierta. Ella no nos oculta nada, bastaría con entrar, su luz casi nos ciega, nos controla. Su misma aoertura -y no menciono al guardia- nos detiene: mirarla es desearla, es esperar, es estar ante el tiempo. Pero ¿qué clase de tiempo? ¿De qué plasticidades y de qué fracturas, de qué ritmos y de qué golpes de tiempo puede tratarse en esta apertura de la imagen?

Dirijamos un instante nuestra mirada hacia ese muro de pintura renacentista. Es un fresco del convento de San Marco, en Florencia. Verosímilmente fue pintado en los años 1440 por un hermano dominico que vivía allí y al que más tarde se conoció como Beato Angélico. Se encuentra a la altura de la mirada, en el corredor oriental de la clausura. Justo más arriba está pintada una Santa Conversación. Todo el resto de la galería está igual que las celdas, pintado a la cal. En esta doble diferencia -con la escena figurada arriba, con el fondo blanco circundante-, el muro de fresco rojo, acribillado por manchas erráticas, produce una deflagración: un fuego de artificio coloreado que lleva incluso la huella de su aparición originaria (el pigmento que fue arrojado a distancia, como lluvia, en fracción de instantes) y que, desde entonces, se perpetuó como una constelación de estrellas fijas.

Ante esta imagen, de golpe nuestro presente puede verse atrapado y, de una sola vez, expuesto a la experiencia de la mirada. Aunque desde esta singular experiencia han transcurrido -en lo que a mí concierne- más de quince años, mi "presente reminiscente" no ha terminado, me parece, de sacar todas las lecciones. Ante una imagen -tan antigua como sea-, el presente no cesa jamás de reconfigurarse por poco que el desasimiento de la mirada no haya cedido del todo el lugar a la costumbre infatuada del "especialista". Ante una imagen -tan reciente, tan contemporánea como sea-, el pasado no cesa nunca de reconfigurarse, dado que esta imagen sólo deviene pensable en una construcción de la memoria, cuando no de la obsesión. En fin, ante una imagen, tenemos humildemente que reconocer lo siguiente: que probablemente ella nos sobrevivirá, que ante ella somos el elemento frágil, el elemento de paso, y que ante nosotros ella es el elemento del futuro, el elemento de la duración. La imagen a menudo tiene más de memoria y más de porvenir que el ser que la mira.


Georges Didi-Huberman

Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes

21.2.25


 


Esta es mi recta, mi segmento de recta AB. Al dividirla, la distancia entre los puntos disminuye y cae por debajo de cualquier longitud, por pequeña que sea. No hay lugar para nada. Tiene una serie infinita, compacta y convergente de puntos racionales. Ya no queda lugar.

Pero escuchen bien, miren: voy a hacer que surja un lugar. Sobre mi recta, construyo un triángulo rectángulo isósceles. Mi recta, mi segmento de recta 1, con todos estos puntos racionales señalados mediante números fraccionados, forma una serie compacta convergente infinita cuyo límite es 1. Entonces, construyo mi triángulo rectángulo isósceles. Y llamo x a los lados del triángulo. Tomo mi compás y trazo un arco de círculo. Marco el punto donde mi círculo se cruza con la recta AB. Ven que mi círculo tiene como centro A y como radio el lado del triángulo rectángulo que construí con la recta. ¿Se acuerdan del teorema de Pitágoras? Tengo 1 al cuadrado = 2x al cuadrado, es decir x al cuadrado + x al cuadrado. Este punto es un punto irracional. ¡Es algo formidable! ¡Es increíble! Yo creía que mi segmento era compacto, convergente, es decir, excluía toda laguna. Resulta que hay un punto que no forma parte de él. Es un número irracional. Con la serie de los 2/3, 3/4, 4/5, 5/6, etc, y de las cantidades cada vez más pequeñas que caían por debajo de cualquier magnitud asignable, tenían derecho a constituir una serie sin laguna. Resulta que aparece una laguna.

¿Comprenden? Hace falta que pasen muy rápido, mediante la imaginación, con vuestra mente, de una figura a la otra. Ahí tengo el segmento AB. Lo toman solo en vuestro espíritu, lo llenan entero con la serie convergente al infinito, y entonces dicen: "Uf, tengo lo continuo". Si se quedan ahí no podrán ver... Me refiero a ver mediante el ojo del espíritu, en el sentido en que Spinoza dice que las demostraciones son los ojos del alma... Si se quedan ahí, vuestro ojo del espíritu capta una continuidad perfecta. 
Pero construyen un triángulo rectángulo sobre el segmento, toman su compás, y hacen que surja una laguna. Había una laguna que vuestro ojo del espíritu no podía ver. no es un problema de imperfección de los sentidos, sino que estamos de lleno en una paradoja fundamental, que es una imperfección del espíritu como tal: no es capaz de ver una laguna sobre una línea recta.
Sienten que esto se vuelve apasionante... En fin, al menos para mí. Esa línea que trazaron está llena de agujeros, pero no en función de imperfecciones sensibles. Esa línea recta, constituida como serie compacta y convergente, en cuanto que inteligible es de hecho una línea llena de agujeros. Está llena de lagunas, y a cada una de esas lagunas le corresponde un número irracional, un número que no es ni entero ni fraccionario.
(...) Las cosas se ponen interesantes solo en la medida en que la línea recta es susceptible de una definición llamada inteligible y puramente conceptual. Esa línea, puramente conceptual, está definida por la serie compacta y convergente, que parecía dar un concepto de continuidad inatacable.Ahora ustedes van a ser capaces de mostrar que esa línea está llena de lagunas y literalmente llena de agujeros, es decir, de puntos que no son racionales, sino irracionales.
Pero a esos puntos irracionales solo pueden considerarlos como lagunas, como agujeros en la continuidad. De allí la catástrofe que consiste en que lo compacto y lo convergente, o la serie infinita de los puntos racionales, no alcanza para definir lo continuo.
¿Cómo salir de ahí? Son trabajos de mucho tiempo, investigaciones, hay mil maneras de salir de ahí más o menos bien. Pero para alcanzar la mejor manera de salir adelante habrá que esperar hasta el final del siglo XIX, a un gran matemático que se llama Dedekind, que va a relanzar el problema de lo continuo. Y su idea es muy simple, se da el siguiente esquema. Todo punto o todo número racional opera un "corte". Es decir, el primer mérito fundamental es que Dedekind no confunde las nociones. Hace un momento yo hablaba de "laguna".  Aquí hablo de otra cosa completamente distinta. Todo punto racional opera un corte sobre una recta. O, lo que es lo mismo, todo número racional entero o fraccionario constituye un corte en la sucesión infinita de los números racionales.
Segundo punto: ¿qué quiere decir un "corte"? La definición debe de ser muy estricta, ya que se trata de matemáticas. Cortar es repartir un conjunto en dos clases, una abajo y la otra arriba, o una inferior y la otra superior, o una antes y la otra después, como ustedes elijan. En cualquier caso, el corte repartirá nuestro conjunto en dos clases. Por ejemplo, si trazo un segmento vertical, digo que el punto x, como corte, reparte el conjunto AB en dos clases, una de las cuales está arriba y la otra abajo. Tienen que seguirme, ¿no? No es para nada difícil... Dedekind es muy difícil, pero lo que yo digo es muy, muy fácil.
Tercer punto: cualquier punto de la clase inferior, en este caso la de abajo, es inferior o está por debajo de cualquier punto de la clase superior.
Cuarta observación: x, el corte, forma parte de una u otra de las dos clases. Tenemos la clase A abajo, la clase B arriba. Pueden decidir que x forme parte de la clase A o de la clase B. Se pueden hacer las dos elecciones sucesivamente, por turnos. Todo lo que se puede decir es que si x pertenece a la clase A, no pertenece a la clase B, e inversamente. Pero no tenemos ninguna razón para escoger una antes que la otra.
Última observación: toda recta conlleva una infinidad de cortes. O si prefieren, la serie de los números racionales conlleva una infinidad de cortes, siendo cada número racional un corte.
(...) ¡Pero ven que es de una astucia diabólica! Está definiendo lo continuo por el corte. A partir de entonces, realiza la gran reconciliación entre el número y la magnitud. ¿Pero a qué precio? Cambiando radicalmente el concepto de número. Eso es un gran matemático. (...) Nunca se había definido el número por el corte. Nunca. ¿Cómo se definía el número? Se definía por unidad y adición. Había que darse las nociones de unidad y de adición pra engendrar el concepto de número.
(...) Todavía no se ve lo que Dedekind tiene de sorprendente. Se encuentra ante el siguiente problema. Tiene su infinidad de cortes, toda recta conlleva una infinidad de cortes. pero conlleva también una infinidad de lagunas, los números irracionales. todo número racional determina sobre la recta una repartición tal como acabamos de verla, en dos clases. Pero los números irracionales no son cortes, son lagunas. Y el problema de Dedekind será cómo darle a la laguna el estatus de corte. si logra darle a la laguna el estatus de corte, habrá ganado. es decir, habrá unificado todos los números bajo el concepto de corte. Desde entonces, el género del número será el corte. Aritméticamente es una especie de revolución. ¿Cómo lo hará?
(...) En todo corte racional, o bien la clase inferior no tiene un máximo, o bien la clase superior tiene un mínimo. es lo que define un corte racional. 2 es un corte racional porque la clase inferior tiene un máximo, el propio 2, o bien porque la clase superior tiene un mínimo, el propio 2.
¿Qué será un corte irracional? Resulta que un número irracional efectua una repartición. √2 efectúa una repartición sobre la recta, tal como los números racionales, es decir, una distribución de dos clases. Solo que no forma parte ni de una ni de otra, de modo que ni una tiene final, ni la otra tiene comienzo. En otros términos, ya no hay laguna, hay corte. Una vez dicho que hay dos tipos de cortes. Se llamará corte racional al que efectúa una repartición en dos series tal que una de las series es un final y la otra es un comienzo. Entonces el corte forma parte de una de las dos series. Se llamará corte irracional a una repartición tal que el corte no forma parte de ninguna de las dos series. Y diremos que lo continuo es el conjunto de los cortes racionales e irracionales. Habrán definido la propia continuidad por el corte.
Desde entonces el número se reconcilia, de hecho, con lo continuo. ¿Bajo qué condición? Bajo la condición de cambiar el concepto: el género del número es el corte. Si el concepto de número es el corte, se produce la reconciliación entre la continuidad de magnitudes y la discontinuidad de los números, discontinuidad que no era llenada por el conjunto de los números racionales, ya que los números irracionales les ponían lagunas.
¿Qué pasa en el viejo cine, en el cine de preguerra? Hay cortes... Incluso es un término cinematográfico. Hay cortes entre dos imágenes o entre dos series de imágenes. Estos cortes son de varios tipos. Pueden ser fundidos, fundido a negro o encadenado, pueden ser un montaje cut, es decir, un corte óptico, puramente óptico, o bien pueden ser falsos raccords, que implican un refinamiento que ya encuentran en Eisenstein, en casos espléndidos. Ese cine ya conoce todo. ¿No se podría decir, sin forzar demasiado la analogía, que opera por cortes racionales?
Desde el comienzo estamos buscando un poco lo que podríamos llamar rasgos nuevos del cine de posguerra. ¿Cuál es la novedad de Bresson en este aspecto? ¿Cuál es la novedad de la nouvelle vague en este aspecto? Es la llegada a la imagen cinematográfica de un tipo de corte completamente nuevo. El corte conserva siempre su definición: efectuar una repartición entre dos series de imágenes. Solo que yo diría, a grandes rasgos, que el cine moderno efectúa o inventa una concepción completamente nueva del corte. (...) Con el criterio que hemos tomado de Dedekind, el corte ya no forma parte de ninguna de las dos series que reparte, como sucedía en el fundido a negro o en el fundido encadenado. Puede ser imperceptible. Es decir, el falso raccord adquiere una dimensión absolutamente nueva. Ya existía antes, pero solo era una laguna. Ahora cambia de estatus. El falso raccord comienza a valer por sí mismo. Ya no es una laguna en las series de las imágenes, sino un corte irracional entre dos imágenes y, en cuanto que tal, no forma parte ni de una ni de otra.
(...) Mientras que, a mi modo de ver, el montaje del viejo cine, del cine de preguerra, era un montaje siempre concebido según relaciones de conmensurabilidad.
(...) Burch dice que en cierto momento, en el cine experimental, la pantalla blanca o negra comienzan a valer por sí mismas, es decir, adquieren lo que Burch llama un valor estructural. Yo diría que eso solo es posible cuando la pantalla blanca o negra valen como presentación del corte irracional.
(...) Comprendan que incluso podríamos ir más lejos. Yo decía que la mutación del pensamiento, que he buscado en Blanchot o en Foucault, tenía dos grandes caracteres. Era el pensamiento del Afuera, un pensamiento que reivindicaba esa instancia misteriosa, el Afuera, que vimos que no era el mundo exterior, que estaba más allá del mundo exterior. Decía que es un pensamiento del Afuera que se revela en el pensamiento como intersticio. El intersticio comienza a valer por sí mismo.
No diría que la imagen cinematográfica verifica, pero sí que inventa por su cuenta una mutación completamente análoga, en la medida en que el falso raccord, en el cine moderno, se ha vuelto un corte irracional. Eso es el intersticio. El falso raccord ya no forma parte de ninguna de las dos series de imágenes que separa. En ese sentido es un corte irracional. Segunda noción, la presentación del intersticio ampliado: la pantalla blanca o negra, que llamaré la presentación del Afuera de la imagen, o de un Afuera de la imagen, o de un reverso de la imagen.
De modo tal que los dos caracteres fundamentales que habíamos encontrado en el nivel de la imagen del pensamiento, el Afuera y el intersticio, el Afuera que se presenta en el intersticio, encuentra su correlato en la imagen cinematográfica: el falso raccord y el intersticio, su desarrollo en la pantalla negra o blanca, y la correlación de la pantalla negra o blanca con el falso raccord concebido como intersticio, es decir, como corte irracional. Si esto fuera así, funcionaría completamente.
(...) Todo sucede como si las lagunas ya no estuvieran subordinadas al encadenamiento de las imágenes, sino al revés: el encadenamiento de las imágenes está subordinado a las lagunas. De modo que solo subsiste de encadenamiento lo que permiten las lagunas.
(...) Solo subsistirán los encadenamientos que los cortes permitan.
(...) El intersticio deja de estar subordinado a la asociación de las imágenes. Esto es lo que me parece muy importante. Cuando el intersticio comienza a valer por sí mismo, el encadenamiento de las imágenes pasa a un segundo plano. Las imágenes se desencadenan realmente, o no quedan más que encadenamientos locales cuya ley habría que buscar.
Para los que conocen un poco, adelanto que hay una palabra en física, en matemáticas, en cálculo de las probabilidades: son encadenamientos semifortuitos. Es algo muy especial, es lo que se llama cadenas de Markov, por un célebre autor que estudió este tipo de encadenamientos. Son particiones reencadenadas. el encadenamiento nunca es directo. Hay operaciones de reencadenamiento mediante el corte. Y eso es lo que explica la inversión de las relaciones. Son exactamente particiones reencadenadas. No hay encadenamiento, sino reencadenamiento.
(...) Cuando Godard tiene una imagen , se pregunta con qué otra imagen la va a poner en relación. ¿Pero qué quiere decir esto? ¿Otra imagen semejante? Para nada. En otros términos, lo primero es la diferencia. Es muy de su época, recuerden los grandes textos de Levi-Strauss: "Siempre creímos que la semejanza era primera respecto de la diferencia, pero la diferencia es primera respecto de la semejanza; una estructura es una distribución de diferencias", etc., etc. Dada una imagen, Godard se pregunta con qué otra imagen va a ponerla en relación, pero las condiciones no son ni las de contigüidad ni las de semejanza.
¿Cuáles son entonces las condiciones, si no son la contigüidad ni la semejanza, es decir, las asociaciones que dije que formaban parte de la antigua imagen de pensamiento? Será algo muy diferente, serán condiciones que en física se llamarían de disparidad. Es decir, elegir otra imagen no semejante, lejana, pero de tal manera que pase algo entre las dos. (...) para seguir hablando como un físico, que se produzca un fenómeno de resonancia.

El cerebro nos va a poner en presencia de un adentro absoluto  y un afuera absoluto. ¿Qué quiere decir "en presencia"? Quiere decir en contacto sin distancia. Es por eso que lo externo y lo interno ya no son relativos. (...) El cerebro va a poner en contacto un afuera más profundo que todos los mundos externos y un adentro más profundo que los medios internos.
¿Cómo hace este contacto sin distancia del adentro y del afuera? ¿Qué quiere decir un contacto sin distancia? Es lo que explica Simondon en páginas muy bellas: quiere decir que el cerebro tiene una estructura topológica. El cerebro tiene una estructura topológica que asegura la copresencia de un afuera y un adentro absolutos.
(...) Finalmente, como dice Simondon, el cerebro no tiene interpretación euclidiana. El cerebro no se interpreta en espacio euclidiano. La integración/diferenciación, sí; el medio relativo interno/externo, sí; pero el cerebro implica un espacio topológico.
Cito un texto interesante. "El desarrollo del neopalio en las especies superiores se produce esencialmente por un plegamiento del córtex: es una solución topológica, no una solución euclidiana". (...) "En rigor, no habría que hablar de proyección para el córtex, aunque haya, en el sentido geométrico del término, proyección para pequeñas regiones; habría que decir: conversión del espacio euclidiano en espacio topológico". "Las estructuras funcionales de base son topológicas; el esquema corporal convierte esas estructuras topológicas en estructuras euclidianas a través de un sistema mediato". Es decir, a través de la mediación entre medio interno y medio externo relativos.
¿Pero qué quiere decir esto? Quiere decir poner en contacto o en copresencia un adentro más profundo que todos los medios internos relativos y un afuera más profundo que todos los medios externos relativos. Esa seria la función topológica del cerebro.
(...) Esto es incluso lo que distingue a lo viviente del cristal. ¿Qué cuenta cuando crece un cristal? Que las capas moleculares son relativamente internas  y externas, es decir, que la capa molecular ya constituida será llamada interna y la capa molecular en vías de constitución será llamada externa. Pueden vaciar el cristal de la mayor parte de su sustancia interna y eso no cambia nada, no le impide crecer. Por el contrario, en un organismo no hay chance de vaciarlo de su sustancia interna. Su sustancia interna  concentra, condensa todo su pasado y es todo su pasado. Y el Todo de ese pasado está en contacto inmediato, es decir, topológico, está en vecindad -como se diría en topología- independientemente de toda distancia, con el afuera absoluto, es decir, con el horizonte del mundo exterior.
(...) Podría decir  que el cerebro, en cuanto que interpretado topológicamente -y así debe interpretarse-, se presentará como el contacto sin distancia o la copresencia del afuera y del adentro, de lo vacío y lo lleno, del pasado y del futuro, del derecho y el revés, etc.
Hay que conservar esta fórmula de lo vacío y lo lleno. Sientan que ya tengo ahí una segunda intención cinematográfica. ¿Acaso hay algo más lleno que una imagen vacía en cine? Un espacio vacío de Antonioni es una imagen llena. Una imagen de cielo vacío de Godard es una imagen llena.
(...) Durante mucho tiempo la imagen clásica del cerebro dijo que todo eso formaba una red continua. Pero bastante rápidamente se han dado cuenta de que esa red no era continua, en el sentido clásico de la palabra sino que estaba llena de cortes. (...) Entre la terminación del axón de la célula A y la dendrita de la célula B hay corte. La red no es continua. (...) Diré que mientras en el caso de las sinápsis eléctricas nos encontramos frente a puntos-cortes racionales, en el caso de las sinapsis químicas nos encontramos frente a puntos-cortes irracionales.
¿Y entonces? La totalidad del cerebro entra en un régimen literalmente probabilístico.
(...) El cerebro promueve un espacio topológico y envuelve un espacio probabilístico. Por lo tanto, sustituimos el eje vertical integración/diferenciación por el contacto topológico entre el afuera y el adentro, y sustituimos el eje horizontal  sensorio-motor por el carácter probabilístico de los encadenamientos, ya que los encadenamientos son interrumpidos por puntos-cortes irracionales.
De estas dos maneras -pasemos ahora a la vida- ya no podemos vivir nuestro cerebro como un árbol. Ya no tenemos un árbol en la cabeza. Se acabó. Encontrarán mucha información sobre la sinapsis, por ejemplo, en el conocido libro de Jean-Pierre Changeux, El hombre neuronal. Encontrarán también información que insiste más sobre el aspecto probabilístico del cerebro en un neurobiólogo británico que se llama Steven Rose, en el libro El cerebro consciente.
En el libro de Steven Rose hay una metáfora que es muy interesante. (...) Dice: "Es exactamente como cuando la enredadera se enrolla alrededor de la zarza". (...) La enredadera, como saben es mala hierba. La zarza es exactamente la dendrita con sus espinas. Resulta que esta dendrita particularmente extraña se enrolla alrededor del axón de la neurona precedente. En cada contacto de espina, hay una sinapsis. Por lo tanto, la dendrita es la zarza y el axón es como la enredadera que se enrolla alrededor de la zarza. ¡Qué lejos estamos del modelo del árbol! Estamos en otro dominio.
En otros términos: lo que tenemos en la cabeza no es un árbol, es hierba.
(...)¿Qué quiere decir todo esto? Que, de cierta manera, ya tenemos nuestra solución. ¿A qué nos lleva todo esto? Si hiciera falta intentar dar una fórmula filosófica, no científica, de las cadenas de Markov, diría que es un conjunto de re-encadenamientos sin encadenamiento previo. Todo el resto me importa poco, era para llegar a esto, para llegar a esta cosa que para mí es un misterio: ¿cómo es posible que haya re-encadenamientos sin que haya encadenamientos? Supongan que algunos encadenamientos se hacen al azar, pero los re-encadenamientos no son al azar, Yo diría que eso es una cadena de Markov. Ya no hay encadenamiento, solo hay re-encadenamientos. Es decir, se re-encadenan temas independientes entre sí, en lugar de que haya encadenamiento de temas dependientes. Hay una primacía del re-encadenamiento sobre el encadenamiento. Y las cadenas de Markov nos dan la estructura matemática de tal acontecimiento.
Esto me aporta mucho, ya que es mi respuesta a: ¿cómo se produce la transmisión en el cerebro? La transmisión en el cerebro se produce por re-encadenamiento entre series independientes. Estaría mucho más cerca de las cadenas de Markov que de una transmisión eléctrica. De allí la idea de un cerebro probabilístico.
Entonces ya tenemos todo. Paso al último aspecto, que solamente anuncio: ¿qué quiere decir todo esto para el cine? ¿No se podrá decir también que hay regímenes de la imagen muy diferentes desde este punto de vista? Hubo un régimen de encadenamiento de las imágenes que inspiró la concepción clásica del montaje y que era un encadenamiento sensorio-motor de las imágenes. Pero, ¿no nos propondrá el cine moderno estructuras muy diferentes, que serían re-encadenamientos de imágenes independientes?


Gilles Deleuze
CINE IV. Las imágenes del pensamiento

3.2.25

Landscaping of the Acropolis of Athens, 1954-57. Dimitris Pikionis




La fractura de la luz tiene otro tiempo

donde es difícil de dividir

en iguales porciones la memoria.


J. A. Valente

24.1.25

I want every thing from you, 2006. Rui Chafes 





lo que quedará oculto
eso está en nosotros
qué es un rostro
lo que cubre un secreto
la vida puede morir
pero no descoserse
toda forma dice NO
a la lengua y a los ojos
toda forma es la cárcel
en que la apariencia sujeta la aparición
a veces el muro sonríe
pone entonces corazón en la mirada
se intuye un instante que todo está
detrás de la piel de piedra
se evoca un momento lo invisible
y como una cuña
viene a clavarse en el presente

Bernard Noël
A Michel Rocerel
La luz del negro

Fotos de Jung Jin Lee





2

llamamos a nuestras ruinas recuerdos

una arena de sílabas y nombres propios

donde el alfabeto incuba una oscura carencia


4

el cuerpo es un presente siempre incompleto

su propia unidad se pierde al fondo de sí

en el montón arnoso de su continuidad

todo lugar orgánico es un lugar de paso

flujo reflujo latidos impulsos movimientos

la vida nunca es la misma en el mismo sitio

es una ráfaga de viento que atraviesa la carne

los huesos avisan golpeados por este soplo

una frase en nosotros blanca y sin descifrar


5

El hombre mira le da así al espacio

la forma de sí mismo y no se da cuenta


7

cuando la vida recupera lo que le pertenece

de cada uno no queda más que una imagen


17

lo conocido sirve de medida a lo desconocido

por eso el misterio permanece intacto


20

la duración no tiene miramientos sino consigo misma


22

la vida no cabe nunca en una vida

pero qué son yo y tú qué secreto los ata

en la misma papilla de carne y piel

la historia es un montón de ropa apolillándose

de ella se salvarán solo las costuras


29

la memoria es una mano sin dedos

su torpeza da miedo al porvenir


31

cualquier herida debe comer su dolor

si no de qué le serviría su forma


Bernard Noël

El resto de un poema









lo que no es no ve el ser
en el aire del espejo
no nos ve nuestra imagen


la noche muere por nada
por un brillo
una chispa


                         y nada queda de lo vivo
ni del morir salvo la estatua de sal
en que la duración fija una luz seca


el ala y su recorrido sin huella
el gesto el aliento


qué es este doble
este reverso


a la que se volvió para ver el acto
lo que vio la cambió en estatua
el que la acompaña no supo
andar de espaldas hacia su rostro
y ver


trayecto sin más huella
que un ala que ha batido
al pasar en el espacio

Bernard Noël
Antes. Génesis del árbol








la imagen de la cosa no es lo que la cosa es


ella despierta en nosotros el plateado silencio
de la estatua de sal

Bernard Noël
Soplo. Génesis del árbol








de un mismo lado la vida la muerte
en la otra orilla el ser


el mundo no sabe nada de sí
está ahí simplemente


el cielo es regular en su continuidad
es una orilla como el rostro


si lo pleno si el aliento si el presente
no pasan de una luz a otra sino por fusión


toma la solidez de las cosas y actúa en ella
levantando a veces el rostro para injertar debajo


algo de sombra en lo demasiado pleno de sí
¿no es una flor de aire la que crece entonces?


un fruto está ya en la cabeza
se da dentro del cráneo como en el cielo

Bernard Noël
Yemas. Génesis del árbol








Cada cosa es la cosa que es
salvo cuando evoca un rostro
espectral de aire negro en la luz


por qué siempre una cosa por otra
la semejanza tratada como puerta
¿llega el ser por ella o el fantasma?


la carne no puede fijar el soplo
¿hay otro modo de fusión distinto del fuego
que funde el aire de la vida?


la forma va sobre el tiempo es un arco
hecho de perpetuo presente
no sabe quién vive quién muere


qué es una vida la sal de plata
la hoja húmeda pequeñas ondulaciones
blancas un poso de pensamiento

Bernard Noël
Floración. Génesis del árbol

14.1.25

Rui Chafes




(...) tentando aprender esse difícil mister de formar o espaço, de o interrogar, de o inverter, de substituir um objecto pela sua sombra.


A arte será sempre a fricção entre o mundo interior e o mundo exterior. A capacidade de transformar esse conflito numa forma possível é o trabalho dos artistas e dos poetas.


Os objectos não existem, são impossíveis: breves marcas de uma passagem, relíquias de cujo culto recusamos ficar reféns. Não acredito em objectos, são apenas possibilidades, não são definitivos. Mas as suas sombras são as suas únicas testemunhas: por trás de cada sombra existe um objecto. Alberto Giacometti, no seu pequeno estúdio, não conseguia parar de recomeçar, de tentar, de falhar de novo e de recomeçar de novo: "É impossível deixar algo acabado, é impossível realizar um retrato, é impossível reproduzir o que se vê. Para ser capaz de fazê-lo, teria de morrer." A arte é sempre uma decepção, não pode prometer nada. Mas a sua secreta ambição é desmesurada: parar o tempo.


Só a forma e o vazio são universais; tudo o resto é pó e cinzas.


Só podemos oferecer o que nos cabe na mão.


Rui Chafes

Entre o céu e a terra



(...) intentando aprender esta difícil tarea de formar el espacio, cuestionarlo, invertirlo, sustituir un objeto por su sombra.


El arte siempre será la fricción entre el mundo interior y el mundo exterior. La capacidad de transformar este conflicto en una forma posible es obra de artistas y poetas.


Los objetos no existen, son imposibles: breves marcas de un paso, reliquias cuyo culto nos negamos a mantener como rehenes. No creo en los objetos, son sólo posibilidades, no son definitivos. Pero sus sombras son sus únicos testigos: detrás de cada sombra hay un objeto. Alberto Giacometti, en su pequeño estudio, no podía dejar de empezar de nuevo, de intentarlo, de fracasar de nuevo y volver a empezar: «Es imposible dejar algo terminado, es imposible hacer un retrato, es imposible reproducir lo que ves. Para poder hacerlo, tendrías que morirte». El arte es siempre una decepción, no puede prometer nada. Pero su ambición secreta es inconmensurable: detener el tiempo.


Sólo la forma y el vacío son universales; todo lo demás es polvo y cenizas.


Sólo podemos ofrecer lo que cabe en la mano.


Rui Chafes

Entre el cielo y la tierra





Lunar Table, 1961-1965. Isamu Noguchi




I don´t have much faith in objects. I tend to believe in the space around an object, or in non-material things. There is beauty everywhere in the world. If you open your eyes there is beauty everywhere. So rather than the thing itself sas object, what I think is important is how an object in a certain place can teach us to see the beauty of the world. Art for me is something which teaches human beings how to become more human.


Isamu Noguchi, from Rhony Alhalel, Conversations with Isamu Noguchi, Kyoto Journal, Spring 1989.



No tengo mucha fe en los objetos. Tiendo a creer en el espacio que rodea a un objeto, o en las cosas inmateriales. Hay belleza en todo el mundo. Si abres los ojos hay belleza por todas partes. Así que, más que el objeto en sí, lo que me parece importante es cómo un objeto en un lugar determinado puede enseñarnos a ver la belleza del mundo. Para mí, el arte es algo que enseña a los seres humanos a ser más humanos.


Isamu Noguchi, de Rhony Alhalel, Conversations with Isamu Noguchi, Kyoto Journal, primavera de 1989.

Monument an der Grenze des Fruchtlandes, 1929. Paul Klee





Klee pintó muchos cuadros a partir de estos principios, utilizando perspectivas múltiples, espacios que se suceden y se interpretan. Para ilustrar las deformaciones que el ojo puede imponer a la perspectiva proponía el siguiente ejercicio: delante del objeto cuya proyección se desea representar en el papel, colocar en posición vertical, a la altura del ojo, un vidrio. Dibujar sobre éste los principales trazos del objeto que se quiere representar. Al girar el vidrio se obtendrán diversos tipos de deformación óptica. ya en el pasado, algunos cuadros manieristas se habían valido de este fenómeno. Puesto que Klee pensaba que "realizar un dibujo exacto desde el punto de vista de la perspectiva no tiene valor en sí: todo el mundo es capaz de hacerlo", desarrolló las posibilidades de este fenómeno, lo convirtió en un principio de construcción y estudió las tensiones que se establecen entre diversas superficies para lograr una representación conjunta del espacio y el movimiento: "La tarea artística fundamental consiste en crear el movimiento basándose en la ley, utilizar la ley como referencia y apartarse de ella inmediatamente". La técnica tradicional no permitía nada de esto.

Es posible encontrar equivalentes musicales, sobre todo en la música orquestal, de todos los principios que Klee supo dotar de tanta fuerza. Tomemos, por ejemplo, las Cinco piezas para orquesta, op. 16, de Schönberg o La mer, de Debussy, especialmente el segundo movimiento, "Jeux de vagues". Ambas obras presentan una determinada realidad musical debida a la escritura, a la temática, al desarrollo de los temas, a la armonía, etcétera, pero esa realidad musical, ese objeto musical es contemplado a través de diversas perspectivas sonoras, desarrolladas por diferentes grupos de instrumentos. Mientras que un grupo acentúa el relieve de la línea melódic, otro se encarga de dar a toda la armonía una textura acústica. Y en función del papel que desempeña el tiempo, se generan cambios de perspectiva.

En la obra de Debussy, por ejemplo, hay patrones armónicos que se desarrollan a una velocidad determinada, con semicorcheas para ser más precisos, y otros con tresillos, es decir, a una velocidad ligeramente más lenta. Estos dos patrones, que son espacio temporales porque son a la vez tiempo y objeto auditivo o acústico en el espacio, se superponen. Sin que el compositor se proponga jugar expresamente con una perspectiva musical concreta, ésta se ha originado. De ello pueden extraerse infinitas deducciones. Por ejemplo, se puede deducir un objeto musical visto simultáneamente desde múltiples perspectivas, o un objeto musical que se despliega mientras va cambiando la perspectiva acústica sobre este objeto a medida que se desarrolla.

Las lecciones de Klee sobre la perspectiva me permitieron elucidar un problema que ya había intuido en la música de Schönberg o de Debussy, si bien de forma exclusivamente musical. Hasta que descubrí a Klee sólo razonaba como músico, lo cual no siempre es el mejor modo de ver con claridad. Gracias a que Klee simplifica de forma ejemplar un problema idéntico, conseguí reflexionar de un modo distinto, desde otro punto de vista. Y creo que es posible aplicar sus ideas sobre la perspectiva de la heterofonía. Originalmente, la heterofonía se define como la superposición de dos o más aspectos diferentes de la misma línea melódica. La heterofonía se basa en las variaciones de la presentación rítmica o de la ornamentación, pero el material en esencia es el mismo. Esa técnica la encontramos en la música centroafricana y en la de Bali. Si aplicamos esta noción a un conjunto de líneas, es decir, a una polifonía, es posible superponer imágenes diferentes -perspectivas- del mismo material a través de diversos grupos instrumentales. esto da un enfoque acústico cambiante del mismo fenómeno, que equivale a lo que Klee describe como la variación de las perspectivas. su punto de vista me ha permitido en más de una ocasión entender lo que, basándome únicamente en el conocimiento musical, sólo habría podido ver de manera imperfecta.



Rhythmisches, 1930. Paul Klee


En un momento dado, Klee se centró en el tablero de ajedrez. Podríamos preguntarnos si estaba obsesionado con el juego de ajedrez. en absoluto, pero encontró en el tablero un tema muy rico, relacionado con el universo musical: la división del tiempo y el espacio. Me refiero a una división horizontal -el tiempo- y una vertical -el espacio-. ¿Qué ocurre al leer una partitura? El tiempo es horizontal, siempre avanza de izquierda a derecha. El espacio son los acordes, las líneas melódicas, los intervalos, que pueden organizarse en divisiones que, visualmente, se distribuyen en vertical. El eje vertical del tablero corresponde a los intervalos, mientras que el horizontal puede representar la división del tiempo. Lo interesante del uso que hace Klee de este principio son las variaciones a las que lo somete. Por ejemplo, en el cuadro titulado Rhythmisches, utiliza un tablero normal, blanco y negro. Pero nos muestra que no estamos obligados a ceñirnos a la alternancia entre estos dos colores, pues el ritmo del tablero puede ser diferente al binario. podría ser ternario si el tablero fuese blanco, negro y azul. esto da lugar a una división diferente del espacio que nos lleva a identificar no sólo la casilla 2, sino también la 3 e incluso la 4, o todas las que sea posible incorporar.

Nada nos impide ir más allá y seguir buscando variaciones en las casillas. ¿por qué repetir el mismo patrón de modo mecánico, blanco-negro-azul, blanco-negro-azul, etcétera? Resulta aburrido, y existen maneras de variar el patrón, por ejemplo, cambiando el orden de los colores: azul-blanco-negro y después blanco-negro-azul, con la condición de alternar siempre colores diferentes, a menos que se decida proceder de manera opuesta y unir las casillas usando un mismo color.


En la música, el elemento temporal, la unidad del tiempo, apela inmediatamente a los sentidos, se percibe en el instante. La reconstrucción de la obra en su totalidad es imaginaria. nunca se tiene una visión real de una obra musical, cuya percepción es siempre parcial. Sólo al final puede hacerse una síntesis de ella, de manera virtual.


Y, tanto en el pasado como en la actualidad, el músico se encuentra siempre antes el mismo problema: la confusión entre el tiempo y el espacio.  

Es inevitable citar aquí las célebres palabras de Wagner en Parsifal: "Der Raum wird hier ur Zeit" ("El espacio se convierte aquí en tiempo"). ¿Acaso las dos ideas a las que aluden estos términos son comparables? ¿Basta cambiar de parámetro para extraer las mismas conclusiones en relación con la música y la pintura?


La única posibilidad de reconocer la forma es recurrir a la memoria.


Dicho de otro modo, la noción de tiempo en la música es de sentido único, mientras que en la pintura el espacio es multidimensional. Un espacio en la música es una noción totalmente diferente. No me refiero al espacio real sobre el escenario, vinculado a la configuración de la sala, si bien esta noción podría tener su relevancia a la hora de clarificar la textura de la obra y reforzar las direcciones implicadas en la partitura. Pero si nos fijamos en la partitura el equivalente del espacio pictórico puede definirse a través del registro: agudo, medio, grave; denso, enrarecido; con pequeños intervalos o intervalos más grandes; con intervalos regulares o irregulares; un registro simétrico, a partir de un centro dado, o un registro totalmente asimétrico.

Desde este punto de vista, algunos dibujos de Klee pueden traducirse como una equivalencia de registros. Y el espacio de alturas, para el músico, es casi visual.

Sin embargo, el espacio también puede vincularse con la noción de tiempo, con el ritmo: un paso lento, un entramado enrarecido, se asimila a un espacio casi vacío; un tiempo muy rápido con un entramado compacto evoca, sin duda, un espacio de gran densidad.


Sus dibujos de ciudades con reflejos, simetrías y divisiones, por ejemplo, me enseñaron mucho sobre el desarrollo orgánico de una arquitectura sonora que, al mismo tiempo, poseía estos mismos reflejos, simetrías y divisiones en otro plano.

De hecho, para mí, la música puede desplegarse en el espacio, lo cual no implica necesariamente que sea imprescindible un dispositivo espacial: esto dependerá, ante todo, del contenido al que se dé forma. Una música será completa y resultará satisfactoria si ha sido concebida para un solo instrumento absolutamente inmóvil. La calidad no nace de la relación con la arquitectura. Las mejores obras de Berlioz no son aquellas en las que se sirve de dispositivos espectaculares. El pensamiento debe suscitar el gesto; no es el gesto el que debe envolverse de una vestimenta sonora.

Ciertamente, existen arquitecturas que fuerzan determinado gesto. En San Marcos, los venecianos debían hacer uso de la antífona para no contradecir el diseño arquitectónico impuesto: para ser legible, la antífona para no contradecir el diseño arquitectónico impuesto: para ser legible, la antífona exige la separación de las fuentes sonoras. El dispositivo de Berlioz en su Requiem es sobre todo simbólico: más que escritura, constituye un gran gesto.


"Cuanto más alejadas estén las líneas imaginarias de proyección y mayores sean sus dimensiones, mejor será el resultado". (Paul Klee)


Estoy firmemente convencido de que los puntos de vista procedentes de un campo muy diferente pueden alterar nuestra propia manera de concebir el proceso de composición, una alteración que tal vez jamás se habría producido si nos hubiéramos mantenido en nuestro ámbito profesional. La distancia puede estimular la imaginación y llevarnos a una visión más productiva y a soluciones que jamás habríamos podido ni soñar. Lo mismo ocurre en literatura: Hoffman y El gato Murr, Joyce y el Ulises, Büchner y Woyzeck, Proust y El tiempo recobrado, Kafka y La madriguera.


Por eso a veces resulta útil y necesario cavar el túnel de un extremo a otro e intentar jugar con algunos elementos sin contexto alguno, hacer esquemas sin un objetivo preciso y ver cómo surge una solución. Podemos ponernos en una situación en la que casi hayamos cortado todos los lazos con nuestro propio pasado y en la que nos veamos obligados a inventar nuevas soluciones imprevistas. Entonces se establece una interacción entre la imaginación y el rigor de la que resultará un impulso lleno de fuerza lacia la realidad de una obra.

Por supuesto, no es posible disociar composición y experimentación de manera tan simple. De hecho, es imposible separar las dos actividades; y aunque el componer a veces es necesario distanciarse un poco, cada una de ellas será, sin embargo, la imagen especular de la otra.


La línea no es una línea perfecta, sino una aproximación a la línea

Tenemos al mismo tiempo la geometría y su desviación, el principio y la transgresión del principio.


Pierre Boulez

El país fértil. Paul Klee

29.12.24

Los viejos zapatos, 1886. Vincent Van Gogh




Hay un legado que consiste en el don primordial de reconocer, de presentir, porque las cosas visibles tienen su parte invisible: las botas campesinas de Van Gogh deja enfriar después de un día de labor de 1886 evocan las pisadas por los surcos recién abiertos, llevan consigo la humedad ilusionada de las lluvias de marzo; el terrón de la tierra de nuestros padres, que se ha incrustado en las suelas; el peso del cuerpo de una mujer que se gana el jornal en Nuenen, donde están los comedores de patatas en torno a una mesa iluminada.


Apenas nos es dado ser un todo con aquello que es observado, que es completado. Éste es el cometido; vivir con la mirada que piensa lo lejano y lo sucedido y saber estar en el ahora.

Cualquier objeto tiene su estela oculta, hay algo de previo, de anterior en su forma: una azada, aún sin haber sido empuñada jamás por nadie, ya ha desbrozado el huerto. Un papel en blanco contiene una confidencia antes de que escribamos en él. En unos zapatos, todavía sin usar, se encuentra la horma del cansancio. el abrigo que aún no ha cubierto una espalda alberga un frío de eneros anteriores. Todo se halla contenido en un antaño que es tiempo por descifrar. 

En lo visible hay una constelación de mundos invisibles. He aquí las palabras de Vasili Kandinsky en De lo espiritual en el arte: "Cuando se alcanza un alto grado de desarrollo de la sensibilidad, los objetos y los seres adquieren un valor interior y, finalmente, un sonido interior".


Borrar la distancia que nos separa de las cosas, no jerarquizar el espacio que nos es propio, no divergir del flujo que envuelve en un mismo curso el cerezo, la nieve que se estrecha en un vallado, el perro que dormita y el plato que dejamos sobre la mesa es renunciar a vivir fragmentado. porque existir así, asumidos como fruto de una escisión, segmentados según la ley dual de la razón, es caer en el engaño que trata de convencernos de que imperamos sobre algo.


Lo que "está detenido y callado" lo desvela todo.

Y, sin embargo, apenas entendemos el sentido último de esa inmovilidad. Somos llamados y desconocemos de dónde vienen esas voces. Qué nos dice un cuerpo; qué dice una ventana, qué, el color de la tarde.



Ramón Andrés

Lo inmóvil

Despacio el mundo






PREFACIO (Fragmentos)


Nada puede quedar sin ser pensado, nada carece de infinitud. El menor repecho el vado desdibujado por la neblina de un río, la casa con la luz encendida, la calle que se difumina en una plaza, el suave puerto que deja ver la vaguada hundida en la arboleda, un tendido eléctrico que hace de espino detrás de las lomas, una ciudad apenas avistada de tan lejana, cualquier recodo en el que brotan la cola de caballo y la hierba de San Juan son revelaciones.


El sonido, testimonio del primer eco del universo, tomado en su esencia, posee también su ciclo, puesto que anuncia un paso hacia algo que lo concebirá pleno, y esa plenitud es lo musical.


Antes de que expresemos un pensamiento, antes de que nombremos algo, el mundo se nos ha adelantado, ofreciéndolo.

Aquel jardín abundante de plantas, aquel estanque lleno de peces descrito por Gottfried Leibniz, sirve, también, para pensar el arte de los sonidos. Este filósofo, que se propuso calcular el alma y demostrar la existencia de una armonía preestablecida, señaló que cada ramo, que cada flor es, a su vez, el jardín mismo. Y que ese vergel, de hecho, está contenido en un solo estambre, en una única corola, como lo está el estanque entero en la escama de cada pez y en cada una de sus aletas. Son el estanque en sí. Y podríamos decir, aventurándonos, que en sus branquias viven los océanos, la goleta de Robert Louis Stevenson fondeada en las islas Gilbert, la suma de las bahías. Si se concibe de este modo, en toda sonoridad, en la sinusoide que se dirige hacia nuestro oído, podríamos hallar unas partículas de El clave bien temperado o de la canción que se esfuma por una ventana de la vienesa Frühwirtsche Haus, que esta tarde Schubert ha dejado medio abierta.


La precisión, si se quiere hablar de música, es una ley, un nómos. Para cumplirla, las notas deben asemejarse a las mónadas que formuló Leibniz, a los átomos que, de manera ideal, fluyen como microuniversos, una vez surgidos de una columna de aire; otras, nacidos en la vibración y elasticidad de una cuerda cuyo cometido, en contra de la función que acostumbramos a darle, no es atar, sino desatar. Liberar un sonido. Por eso, aspirar a la afinación de una nota, pretenderla, tiene algo de conformidad con el número áureo que anhelamos.

Si alguna vez soñamos con la divina proportione quizá sea por el deseo de la perfección que echamos en falta en todo cuanto nos rodea y hacemos.


El propósito de afinar un instrumento es conseguir una unidad y hacer que la música se exprese con toda propiedad. Sólo se alcanza poniendo el oído más allá de lo acostumbrado, y al escuchar lo que ocurre al otro lado de la habitación del tiempo y el espacio. Son unos vecinos malavenidos, se pelean desde el primer día que empezamos a pensar el mundo.

En el hecho de templar una cuerda, si pedimos que nos entregue una nota justa, nítida, se manifiesta la decisión con la que nos dice la naturaleza cómo debemos hacer las cosas, cómo llevarlas a cabo. El momento de afinar requiere de una interiorización, de un proceso físico por el cual devenimos excatos, aunque sea ilusorio y se cumpla sólo por unos instantes. Este esfuerzo despierta la audición profunda de cada ser.

En la música electroacústica y en la computacional este paso ha dejado de darse, y aun así el cerebro busca en ellas un lugar en la vastedad del vacío que nos permita existir. Las manos coloreadas de ocre rojo de la cueva de Chauvet y las esculturas de ondulaciones luminosas de Paul Friedlander son parte de una única y milenaria senda.


Así mismo, un pintor que se adentra en los instantes en que un laudista afina las cuerdas loque está haciendo, en el fondo, es contener el tiempo, impedirlo.


Al fin y al cabo, procedemos de luminosidades y gestos que están en el ayer de la historia, que todavía nos rige, por más que creamos haber escapado de ella.

El primer libro fue el recuerdo de un cielo que necesitó ser fijado en un papiro o sobre una pieza de arcilla. El primer libro fue un murmullo sobre la mesa.


Cada línea de lo escrito aquí es una impugnación ante aquellos que nos utilizan como combustibles de sus máquinas. Nos amasan en la tierra prometida de la identidad, que es fraude y carencia. No han contado, sin embargo, con lo que permanece, con lo que es inmutable y que por eso tiene algo de divino. No han contado, decía, con el silencio que queda en los lugares después de que los hayamos abandonado; no han pensado en la rebeldía de lo que es refractario a la imposición; no han reparado en la mirada del enfermo que espera sanar, en el callar de la mujer que todavía cose ni en el rastrillo olvidado en un rincón del huerto, en el paraguas apoyado en la pared y en la necesidad de cobijo que sigue sintiendo quien lo portaba hace unos momentos. No han visto el perro que duerme al sol como un legado antiguo, la rama que no tiene prisa en soltar el fruto, la comida que calentamos con lentitud.


Escuchar con detenimiento es desmenuzar lo que llega de fuera, tratar de comprender lo que nos está diciendo una cercanía que, sin embargo, creemos muy lejana.


Porque el sonido es luz.


La imagen, una vez plasmada, siempre está ahí, en la retina, porque la pintura es un presentimiento, la nostalgia del presente que vamos a perder. La fotografía existe en otro estado, es pensamiento más o menos inmediato, el ahora que ha sido capaz de recluir el movimiento. Un pensador que podría decir que ambas artes son negación del devenir. Y, pese a ello, devienen.

Existe un fluir en lo estático, una corriente en lo inmóvil, lo percibimos porque la mente vive de un desdoblar lo que observa, inquieta ante lo que se ha parado; por un lado, aprehende lo que permanece estable; por otro, lo desnuda de su quietud. No entendemos, en Occidente, que algo deje de sumar instantes, que se oponga a la relación entre el tiempo y el movimiento. Que no se encamine a un lugar, que careca de dirección.No sabemos explicar las cosas sin que apunten hacia algo y sin que alberguen una finalidad. Es la condena de una civilización.


La música, si es plena, hace comprender lo que no comprendemos, como se lee en la Sonata a Kreutzer de Tolstói; en cada nota necesita un mundo perfecto, requiere una sonoridad que no provenga de una pérdida. En el proceso de afinación se produce la desconcertante sensación, por lo paradójica, de una ingravidez que nos orienta y ancla.


Novalis, el poeta de los Himnos de la noche, estaba persuadido de que sólo existía una única cuerda: la destinada a recomponer la vibración que se produce en el interior humano.


Una cuerda que resuena afinada no tanto expande como recoge, no tanto emite como incluye.



Ramón Andrés

Despacio el mundo

4.12.24

Radiografía de Retrato de Felipe IV, Diego de Velázquez




TIEMPO


hete aquí que vivo en diferentes épocas, como un insecto en el ámbar, inmóvil, así pues fuera del tiempo, pues mis miembros no se mueven y no proyecto ninguna sombra en la pared, totalmente como dentro de una gruta, inmóvil como un ámbar, así que inexistente;

  hete aquí que vivo en diferentes épocas, inmóvil, pero provisto de todos los movimientos, pues vivo en un espacio y le pertenezco a él y todo lo que es un espacio pone a mi disposición su penetrante, pasajera forma;

  hete aquí que vivo en diferentes épocas, inexistente, dolorosamente inmóvil y dolorosamente móvil y en verdad no sé qué se me da y qué se me quita para siempre


Zbigniew Herbert
 

30.11.24

La llamada de S. Pedro y S. Andrés,  1481. Domenico Ghirlandaio





NUBES SOBRE FERRARA

A María Rzepínska



1


Blancas

alargadas como naves helénicas

bruscamente cortadas por debajo


sin velas

sin remos


cuando las vi

por primera vez en un cuadro de Ghirlandaio

pensé

que son un producto de la imaginación

una fantasía del artista


pero existen


blancas 

alargadas

bruscamente cortadas por debajo


el atardecer las arropa con el color

de la sangre

del cobre

del oro

o de un verde celeste


al anochecer

espolvoreadas

con una fina

violácea

arena


se desplazan 

lentísimas


prácticamente resultan inmóviles



2


en mi vida nada

pude elegir

por mi voluntad

conocimientos

o buenas intenciones


ni mi profesión

ni un refugio en la historia

ni un sistema que lo eludice todo

ni tantas otras cosas

por eso elegí lugares

numerosos lugares donde parar


-tiendas de campaña

-hostales al borde del camino

-casas de acogida para los sin techo

-habitaciones para huéspedes

-pernoctaciones sub Iove

-celdas de conventos

-pensiones al lado del mar


y vehículos

como alfombras voladoras

de cuentos orientales

me trasnportaban

de un lugar a otro

somnoliento

fascinado

torturado por la belleza del mundo


en realidad

acabó siendo un viaje mortificador


enmarañados caminos

aparente falta de destino

huidizos horizontes

y ahora claramente puedo ver

esas nubes sobre Ferrara

blancas

alargadas

sin velas

prácticamente inmóviles


desplazándose con lentitud

pero seguramente

hacia litorales

desconocidos


en ellas 

y no en las estrellas

decídese

el destino


Zbigniew Herbert









El entierro del nacionalista Apollo Korzeniowski se convirtió en una gran manifestación silenciosa. A lo largo de las calles cortadas al tráfico, permanecían de pie, presos de una solemne emoción, trabajadores con la cabeza descubierta, niños de escuela, estudiantes universitarios y ciudadanos con sombrero de copa alta en la mano, y por doquier, en las ventanas de los pisos superiores abiertas hacia fuera, se apiñaban grupos de personas vestidas de negro. El cortejo fúnebre con Konrad, de doce años, al frente como principal familia del difunto, salía del estrecho callejón y atravesaba el centro de la ciudad pasando por las torres desiguales de la iglesia de Santa María con dirección a la Puerta de Florian. Era una tarde hermosa. El cielo azul se abovedaba sobre los tejados de las casas y la nubes pasaban muy altas, empujadas por el viento, como una escuadra de veleros. Quizá durante el sepelio, mientras el sacerdote embutido en pesados ornamentos bordados en plata murmuraba palabras mágicas que acompañaban al muerto a la fosa, Konrad alzara la mirada una vez y viera este espectáculo de veleros de nubes como no lo había visto antes en toda su vida, y quizá en ese momento le sobreviniera la idea absolutamente desacertada para el hijo de un hidalgo polaco de provincias, de querer hacerse capitán, idea que expresa por primera vez tres años después frente a su tutor y de la que más tarde no se deja disuadir por nada en el mundo, tampoco cuando el tío Tadeusz le envía a Suiza con Pulman, su profesor particular, en un viaje de verano de varias semanas. Pulman, a la mínima ocasión, debía mostrarle cuántas carreras diferentes hay además de la profesión de marinero, pero Konrad, sin tener en cuenta nada de lo que decía en presencia del salto del Rin, cerca de Schaffhausen, en Hospenthal, visitando las obras del túnel de San Gotardo o más arriba, en el paso de Furka, insistió firmemente en el plan ya concebido. Tan sólo un año después, el 14 de octubre de 1874 -todavía no tiene diecisiete años-, se despide en la estación de Cracovia, ya al otro lado de la ventana del tren, de su abuela Theophila Bobrowska y de su fiel tío Tadeusz. El billete a Marsella que tiene en el bolsillo ha costado 137 florines y 75 céntimos. Además de esto sólo lleva consigo lo que le cabe en su pequeña maleta de mano, y pasarán dieciséis años antes de que, de visita, regrese a su país natal, que todavía no ha sido liberado.

  En 1875 Konrad Korzeniowski cruza por primera vez el océano Atlántico en el Mont Blanc, el buque de tres palos. A finales de julio está en Martinica, donde el barco permanece anclado dos meses. El viaje de vuelta a casa dura casi un cuarto de año. Hasta el día de Navidad el Mont Blanc, duramente golpeado por las tormentas invernales, no arriba en El Havre. Sin turbarse por esta ardua iniciación en la vida del mar, Konrad Korzeniowski sigue haciendo más viajes a las islas de las Indias Occidentales, a Cabo Haití, Puerto Príncipe, a Santo Tomás y a San Pedro, poco después destrozado por la erupción del Mont Pelée.

W. G. Sebald
Los anillos de Saturno



29.11.24

Prague, 1968. Josef Koudelka




RELOJ


Parece la tranquila cara de un molinero, redonda y reluciente como una manzana. Solo un único cabello oscuro se va moviendo dentro de ella. Y si se mira en su interior: un nido de lombrices, el interior de un hormiguero. Y eso es lo que debe conducirnos a la eternidad.


Zbigniew Herbert

20.11.24

 

Fotografias: Paulo Nozolino





vêm de longe e constroem casas inacabadas, deixam a meio os seus movimentos, e rodeiam as cidades de objectos anónimos: o espaço transforma-se num labirinto inextricável, onde cresce o que não terá o abrigo de um nome: mostram assim, com a precisão de quem aprendeu a não completar um gesto, a fragilidade dos nomes. O que abandonam, o que estão sempre a abandonar, para além da história de um longo e penoso esquecimento, são os seus gestos incompletos: paredes sem reboco, a falta de janelas, baldes pesados de cimento seco:

sobras, concentradas como denúncias.


Metástases de um mesmo silêncio.

:

O cântaro de barro mostra as mãos do oleiro,

a rabiça de arado, o suor de quem lhe pegou,

os ossos deformados destas mãos: a intimidade de um corpo:


Queres apagar aquilo de que te afastaste, mas não consegues: regressas, obsessivo, à malignidade da tua imagem naqueles espelhos. E esse regresso revela a tua vulnerabilidade: 

tornaste-te um alvo.

E o tiro será certeiro.


Há mãos cuja falta é avassaladora. Que constroem minuciosos apagamentos. Até à simplicidade de um esboço.

Porém há esboços com a precisão do gume de uma navalha.


Eis o olhar inteiro. Íntegro.

Sen equívocos.

E sem sinónimos.


Como falar de homens dispersos pela falta de um rosto?

pela indiferença de cada corpo?

De homens que se movem num tempo sem relevo?

-que tenho eu que ver com isto?

Tudo, tens tudo

:

Transforma os objectos em acusações:

não procura a sombra, nem desconhece a sombra:

tira a cor do seu refúgio,

e mostra-nos o fantasma que a habita:

o seu negro escondido.

:

Inclemente, desabriga:

as coisas regressam à frieza que os nomes mascaram:

a nudez deste olhar reflecte a nossa nudez

e torna-a impartilhável.

Não escapamos a nós próprios:

Vemos



Vienen de lejos y construyen casas inacabadas, dejan sus movimientos a medias y rodean las ciudades de objetos anónimos: el espacio se convierte en un laberinto inextricable, donde crece lo que no tendrá el cobijo de un nombre: muestran así, con la precisión de quien ha aprendido a no completar un gesto, la fragilidad de los nombres. Lo que abandonan, lo que siempre abandonan, más allá de la historia de un largo y doloroso olvido, son sus gestos incompletos: paredes sin enlucir, ventanas que faltan, pesados cubos de cemento seco:

sobras, concentradas como denuncias.


Metástasis del mismo silencio.

:

El cántaro de barro muestra las manos del alfarero,

la trasera del arado, el sudor de los que la recogieron,

los huesos deformados de esas manos: la intimidad de un cuerpo:


Quieres borrar aquello de lo que te has alejado, pero no lo consigues: regresas, obsesivo, a la malignidad de tu imagen en aquellos espejos. Y ese regreso revela tu vulnerabilidad: 

te has convertido en un objetivo.

Y el disparo será certero.


Hay manos cuya carencia es avasalladora. Que construyen minuciosas eliminaciones. Hasta la simplicidad de un boceto.

Pero hay bocetos con la precisión del filo de una navaja.


Esta es la mirada completa. Intacta.

Sin equívocos.

Y sin sinónimos.


¿Cómo hablar de hombres dispersos por la falta de un rostro?

¿Por la indiferencia de cada cuerpo?

¿De hombres que se mueven en un tiempo sin relieve?

-¿Qué tengo yo que ver con esto?

Todo, lo tienes todo

:

Transforma los objetos en acusaciones:

no busca la sombra, ni desconoce la sombra:

saca el color de su refugio,

y nos muestra el fantasma que lo habita:

su negrura escondida.

:

Inclemente, deshabita:

las cosas regresan a la frialdad que los nombres enmascaran:

la desnudez de esta mirada refleja nuestra desnudez

y la hace impartible.

No escapamos de nosotros mismos:

Vemos












O Mediterrâneo - limpo de tosas as histórias que o tornaram límpido, de todos os quadros e de todos os poemas - não escapa, não poderá escapar, à água de sombras, que ele sempre foi.

:

Uma coisa é o desejo de um regresso, e outra, a casa construída, destruída, e reconstruída que nos espera. Mas, quando nos aproximamos dela, e damos um passo para abrir a porta, ela desmorona-se


Alguns souberam olhar por essa fresta e construir a utopia, para se darem a pátria de um regresso.

(Regressa-se sempre ao que nunca existiu?)


As pausas entre massacres alimentam o comércio da "beleza": o nariz corroído das estatuas;

um phalus monstruoso, pintado afresco, na parede de uma casa de Pompeia;

a virgem bizantina, da abadia de Torcello: a grande angular dos seus olhos estrábicos.


Escrevê-lo: ir de palavra em palavra, procurando ligá-las numa frase, mínima que seja, uma frase impossível: obode só pode ser descrito por estilhaços: pêlo, cornos, lã, fios, grânulos, fóssil, músculos.


Inventou-se a casa para haver um regresso,

inventou-se o Mediterrâneo para haver partida e chegada.

Mas não se inventou o bode:

a avidez da sua exactidão.

Que transformou uma longa história

na revelação áspera do nosso presente.


um brilho opaco, duro: pressentimento de uma intermitência no tempo feliz das ficções? Mar não sobrevoado de gaivotas, mar de rochas sem algas, árido?, ou somente puro?, depurado pelo trabalho alquímico de uma revelação que o limpou, até o transformar nessa água pesada, onde não se imaginam o salto de um golfinho, nem a morosidade de caranguejos num movimento articulado de máquina: Mediterrâneo. Ainda não manchado pela morte, estéril até à transparência, extensão líquida, sem um único nome, de todos aqueles que o iriam povoar: pólvora, espadas, balas, naufrágios, torpedos, mísseis: a opulenta criação dos homens, que continua a cínica Criação de Deus. Ou que escapou a ela? Mediterrâneo. Onde por vezes se abre um interregno, que alguns homens reproduziram, e outros continuam a reproduzir, na tela, no papel e na pedra, pausas mumificadas nos museus, nas falésias sobre o mar, ou nos amáveis labirintos dos jardins barrocos, pausas, onde os efebos não envelhecem nem os homens morrem, consumidos pela sarna como Plotino, corpos-letras, intactos nas bibliotecas, que não sabemos se existiram ou se foram o fantasma de outros corpos, esse Mediterrâneo, esta fotografia apagou-o, ou melhor, abandonou-o, numa longa viagem regressiva, até à pureza estéril que antecedeu a História, um olhar que na sua regressão se tornou quase coincidente con o de Deus, mas que tem nesse quase a sua lucidez, ou seja, o saber inconsciente de uma realidade brutal que fez surgir no íntimo da criação divina, a barbárie da criação humana.


mar esquivo:

- precário e instável, ou duro e petrificado;

- o negro de uma vasa intocada, ou um sedimento feito dos detritos de todas as viagens, de todos os naufrágios e de todas as guerras;

- um desdobramento do tempo ou uma retracção do tempo.


Entre um osso e outro, um vazio que os mantém próximos.


A luz vem da superficie, verde e rugosa.



El Mediterráneo -limpio de todas las historias que lo han vuelto limpio, de todos los cuadros y de todos los poemas- no escapa, no podrá escapar, del agua de sombras que siempre fue.

:

Una cosa es el deseo de un regreso, y otra, la casa construida, destruida y reconstruida que nos espera. Pero cuando nos aproximamos a ella y damos un paso para abrir la puerta, se derrumba


Algunos supieron mirar a través de esa grieta y construir la utopía, para darse la patria de un regreso.

(¿Se regresa siempre a lo que nunca existió?)


Las pausas entre masacres alimentan el comercio de la «belleza»: la nariz corroída de las estatuas;

un falo monstruoso, pintado al fresco, en la pared de una casa de Pompeya;

la virgen bizantina, de la abadía de Torcello: el gran angular de sus ojos entrecerrados.

En los momentos sin redención, nos percibimos que estamos únicamente viendo restos.


Escribirlo: ir de palabra en palabra, procurando unirlas en una frase, por mínima que sea, una frase imposible: la cabra sólo puede describirse por fragmentos: pieles, cuernos, lana, hilos, gránulos, fósiles, músculos.


Se inventó la casa para que pudiera haber un regreso,

se inventó el mediterráneo para que hubiera partida y llegada.

Pero no se inventó la cabra:

la codicia de su exactitud.

Que transformó una larga historia

en la áspera revelación de nuestro presente.


Un brillo opaco y áspero: ¿presentimiento de una intermitencia en el tiempo feliz de las ficciones? Mar no sobrevolado de gaviotas, mar de rocas sin algas, árido?, o solamente puro..., purificado por la obra alquímica de una revelación que lo limpió, hasta transformarlo en esta agua pesada, donde no se imaginan el salto de un delfín, ni la lentitud de cangrejos en un movimiento articulado de máquina: Mediterráneo. Aún no manchado por la muerte, estéril hasta la transparencia, una extensión líquida, sin un único nombre, de todos los aquellos que lo irían a poblar: pólvora, espadas, balas, naufragios, torpedos, misiles: la opulenta creación de los hombres, que continúa la cínica Creación de Dios. ¿O qué escapó de ella? Mediterráneo. Donde a veces se abre un intervalo, que algunos hombres reprodujeron, y otros continuan reproduciendo, en la tela, el papel y la piedra, pausas momificadas en los museos, en los acantilados sobre el mar, o en los amables laberintos de los jardines barrocos, pausas, donde los efebos no envejecen ni los hombres mueren, consumidos por la sarna como Plotino, cuerpos-letras, intactos en las bibliotecas, que no sabemos si existieron o si fueron el fantasma de otros cuerpos, ese Mediterráneo, esta fotografía, lo ha borrado, o más bien abandonado, en un largo viaje regresivo, hasta la pureza estéril que precedió a la Historia, una mirada que en su regresión se ha hecho casi coincidente con la de Dios, pero que tiene su lucidez en ese casi, es decir, en el saber inconsciente de una realidad brutal que hizo nacer en la profundidad de la creación divina, la barbarie de la creación humana.


mar esquivo:

- precario e inestable, o duro y petrificado;

- el negro de una jarra intacta, o un sedimento formado por los detritus de todos los viajes, de todos los naufragios y de todas las guerras;

- un desdoblamiento del tiempo o un repliegue del tiempo.


Entre un hueso y otro, un vacío que los mantiene próximos.


La luz viene de la superficie, verde y rugosa.












Nos objectos, a luz decompõe,

na carcaça da rês, pendurada de um gancho, a luz são os ossos,

num rosto, é a boca entreaberta:

geometrias antecipadas da morte


a estranheza:

o que de mais profundo abrigamos em nós:

este sou eu? estas armas? esta janela? este corvo morto?

Rodeia-nos a nossa intimidade


O recorte de um milhafre? Ou de uma águia? As penas desenham-se na extremidade das asas, a cebça de lado, e o bico curvo. Um negro clareia em negro. E espalha-se naquele corpo, tornando-se prisioneiro dele. Sem uma brecha, sem uma mácula. Quando desvio os olhos, vejo letras:

e tento encontrar nelas a palavra escondida, que é a devastação de uma frase.

O branco, a que costumamos atribuir o nome de todas as cores, encerra, aqui, a nitidez de uma falta:

o súbito roubo que é a luz.


Não temos pedras, terra, ou alcatrão. Não temos casas, jardins, montanhas. Não temos pessoas. Temos paredes que suportam o mundo: fotografias, quadros, sombras, portas, entradas e saídas, antecipações. Somos as nossas paredes. Tanto o que nelas falta como o que nelas há. Por qualquer parede espreita o muro. Aprendemos a construir paredes que se tornaram a imagem do mundo, o muro porém é um fóssil pronto a resnacer, uma cidade destruída, com a sua coreografia: colunas partidas, geometrias toscas, estátuas derrubadas, silèncios insuportáveis de tão rápidos. Somos povoamentos indecisos, estátuas que recortam a cinzento com o sujo, braços semiabertos, pernas semiabertas, mãos semiabertas. O cimento é a grande descoberta do sujo. Tudo o que se deposita nele é sujo, ou se transforma em sujo. Que assim encontra a sua morada


O Pártenon é o templo sobrante: há quanto tempo o tempo deixou de passar? Há quanto tempo nem uma pedra se desprende do capitel de uma coluna dórica? há quanto tempo se tornou inatingível pelo presente e pelo passado? Que o futuro, esse, é indesmoronável. um nome para a consolação dos crentes?

(...) A luz grega, maldosa, atirou outras luzes para as margens. Por ela iluminados, reconstruímos um passado que nunca existiu, porque a dor, os corpos suados e exangues, as mãos calejadas, não deixaram vestígios


Há quem faça utensílios de pedra, de madeira ou de barro, com a paciência de uma primeira vez, e assim preencha todo o passado, o passado de tudo: o presente.


Descrever um único objecto é descrever a totalidade do mundo


Rarefaz-se. Do nascimento à morte. Da presença à ausência. Com tenacidade construímos todos os pormenores do esquecimento


Ou.

Escrever até à insensatez: riscos, letras, riscos. Encher páginas e páginas "da falta de sentido", da violência de nem sequer poder interrogar, e mesmo assim querer ouvir uma resposta. ou uma pergunta. Riscar, amachucar, sujar, isto é, tornar uma folha, esta respirável. Sei lá como acabar frases, palavras, até letras? Posso continuá-las indefinidamente, posso atirar com raiva o lápis para cima da mesa, levantar-me e olhar a relva do jardim branca de geada, posso dar aos deuses a nitidez de uma palavra decisiva e derrotar os ingleses, posso levar à morte Danton, posso dizer que Saint-Just era belo e ouvi-lo discursar: ... cet homme doit régner ou mourir, posso tudo com um lápis e um papel, e tudo poderá acabar numa fogueira. Há o tempo das palavras impuras, que é o tempo em simultâneo das palavras puras: umas são a fogueira das outras. Mas todas renascem. Há um homem entre dois nomes: puro e impuro: não sabe o que fazer. Com o tempo, as suas palavras, que eram só tenteios, exasperações, medos, tornar-se-ão puras, depois impuras, e novamente puras... este homem sabe que o destino de qualquer palavra é esse, e que não poderá escapar, ele bem tenta mas milhares de anos de palavras tornaram-nas todas sujas

:

cada uma destas fotografias é um pormenor do esquecimento.


Há relógios para medir a ausência de tempo.


frente a estas fotografias, sentimos que o nosso corpo se retrai, se inquieta, se desgasta (desgosta) ou se fascina. A regressão concentra-o, dá-lhe a mudez: do inarticulado


Cada um de nós tem, é, os nomes todos do mundo, qualquer que seja a quantidade de nomes que se tenha. Meu avô tinha poucas dezenas, e eram os nomes todos do mundo. Eu tenho milhares e são também todos os nomes do mundo. Mas no meu avô, um nome ligaba centenas de coisas, em mim, um nome liga tão poucas coisas. Os milhares de nomes que tenho geram a solidão das coisas, os poucos que tinha meu avô acarinhavam-nas.


Rui Nunes

Da Luz à Lucidez: Paulo Nozolinho



En los objetos, la luz se descompone,

en el cadáver de una res, colgada de un gancho, la luz son los huesos,

en un rostro, es la boca entreabierta:

geometrías anticipadas de la muerte


extrañeza:

lo más profundo que albergamos en nosotros:

¿este soy yo? ¿estas armas? ¿esta ventana? ¿este cuervo muerto?

Nos rodea nuestra intimidad


¿El contorno de una cometa? ¿O de un águila? Las plumas se dibujan en el extremo de las alas, la cabeza de lado, el pico curvo. El negro se aclara en el negro. Y se extiende en ese cuerpo, convirtiéndose en su prisionero. Sin un vacío, sin una mancha. Cuando desvío los ojos, veo letras:

e intento encontrar en ellas la palabra oculta, que es la devastación de una frase.

El blanco, al que solemos atribuir el nombre de todos los colores, contiene aquí la nitidez de una carencia:

el repentino robo que es la luz,


No tenemos piedras, tierra ni asfalto. No tenemos casas, jardines, montañas. No tenemos personas. Tenemos paredes que sostienen el mundo: fotografías, cuadros, sombras, puertas, entradas y salidas, anticipaciones. Somos nuestras paredes. Tanto lo que en ellas falta como lo que en ellas está. A través de cualquier pared acecha el muro. Aprendemos a construir paredes que se convertirán en la imagen del mundo, pero el muro es un fósil pronto a renacer, una ciudad destruida, con su coreografía: columnas rotas, geometrías toscas, estatuas derribadas, silencios insoportables de tan rápidos. Somos asentamientos indecisos, estatuas que se recortan grises de suciedad, brazos entreabiertos, piernas entreabiertas, manos entreabiertas. El cemento es el gran descubrimiento de la suciedad. Todo lo que se deposita en él está sucio, o se ensucia. Así es como encuentra su morada


El Partenón es el templo sobrante: ¿hace cuanto tiempo el tiempo dejó de pasar? ¿Hace cuánto tiempo que una piedra se desprendió del capitel de una columna dórica? ¿Hace cuánto tiempo que es inalcanzable para el presente y el pasado? ¿Que el futuro, ese, es indescriptible, un nombre para consuelo de los creyentes?

(...) La luz griega, maligna, arrojó otras luces a los límites. Por ella iluminados, reconstruimos un pasado que nunca existió, porque el dolor, los cuerpos sudorosos y ensangrentados, las manos encallecidas, no dejaron rastro...


Hay quien hace utensilios de piedra, madera o barro, con la paciencia de una primera vez, y así llenan todo el pasado, el pasado de todo: el presente.


Describir un solo objeto es describir el mundo entero


Se reelabora a sí mismo. Del nacimiento a la muerte. De la presencia a la ausencia. Con tenacidad construimos todos los detalles del olvido


O.

Escribir hasta la insensatez: arañazos, letras, rasguños. Llenar páginas y páginas «de la falta de sentido», de la violencia de ni siquiera poder interrogar, y aún así querer oír una respuesta. O una pregunta. Rayar, arrugar, ensuciar, esto es, volver una página, esta, respirable. No sé cómo acabar frases, palabras, ¿ni siquiera letras? Puedo continuarlas indefinidamente, puedo tirar con rabia el lápiz encima de la mesa, levantarme y mirar la hierba del jardín blanca de escarcha, puedo dar a los dioses la nitided de una palabra decisiva y derrotar a los ingleses, puedo dar muerte a Danton, puedo decir que Saint-Just era hermoso y oírle decir: ... cet homme doit régner ou mourir, puedo hacer todo con un lápiz y un papel, y todo podrá acabar en una hoguera. Hay un tiempo para las palabras impuras, que es también un tiempo para las palabras puras: unas son la hoguera de las otras. Pero todas renacen. Hay un hombre entre dos nombres: puro e impuro: no sabe qué hacer. Con el tiempo, sus palabras, que eran solo tentativas, desasperaciones, miedos, se volverán puras, luego impuras, y nuevamente puras... este hombre sabe que el destino de cualquier palabra es ese, y que no podrá escapar de él, lo intenta con todas sus fuerzas, pero miles de años de palabras se volvieron todas sucias.

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cada una de estas fotografías es un detalle del olvido.


Hay relojes para medir la ausencia de tiempo.


Ante estas fotografías, sentimos que nuestro cuerpo se retrae, se inquieta, se agota (asqueado) o se fascina. La regresión lo concentra, le da la mudez: de lo inarticulado


Cada uno de nosotros tiene, es, todos los nombres del mundo, cualquiera que sea la cantidad de nombres que se tengan. Mi abuelo tenía unas pocas decenas y eran todos los nombres del mundo. Yo tengo millares y soy también todos los nombres del mundo. Pero en mi abuelo, un nombre unía cientos de cosas, para mí, un nombre une tan pocas cosas. Los millares de nombres que tengo generan la soledad de las cosas, los pocos que tenía mi abuelo las atesoraban.


Rui Nunes

De la luz a la lucidez: Paulo Nozolinho