23.1.11
Detalle. Frontón del Partenón. British Museum
Sobre un rayo de sol en invierno
1
Hojas de lata ruginosa
para la pobre testa que vio el fin:
los escasos destellos.
Hojas en remolino las gaviotas
con el invierno enfurecidas.
Igual que un pecho se libera,
se hicieron árbol los danzantes,
un bosque colosal, desnudos árboles.
2
Arden las algas blancas, venusinas
Greas sin párpados que emergen
formas ayer danzantes
llamas marmóreas.
La nieve cubrió el mundo.
4
Ya hace años dijiste:
"Soy en el fondo una cuestión de luz".
Y ahora todavía al apoyarte
en los anchos omóplatos del sueño
incluso si te arrojan
al pecho adormecido del océano
buscas esquinas en las que lo negro
se ha desgastado y no resiste
a tientas vas buscabdo la lanza destinada
a perforar tu corazón
para abrirlo a la luz.
7
Cuida la llama de la llama
no con el gotear de los instantes
sino con un destello, de una vez;
como el deseo unido a otro deseo
y quedaron inmóviles
o como
ritmo de música que queda
allí en el centro como estatua
intranspuesto.
No es paso este respiro
timoneo de rayo.
En escena
1
Sol, actúas conmigo
pero esto no es un baile
tamaña desnudez
casi sangre
o algún bosque salvaje;
entonces-
3
¿Y qué buscabas tú, así de tartamuda?
Apenas levantada
dejaste helar las sábanas
y el baño vengativo.
Se deslizaban gotas por tus hombros
por tu vientre
y la piel de la tierra por tus pies
en la hierba segada.
Ellos, los tres, los rostros
de la atrevida Hécate.
Consigo pretendían arrastrarte.
Tus ojos dos veneras trágicas,
y tenías en pechos en pezones
dos pequeños guijarros carmesíes
-herramientas escénicas, no sé.
Ellos vociferaban,
tú en la tierra quedabas enraizada,
desgarraban el aire con sus gestos.
Sirvientes les traían los cuchillos;
tú en la tierra quedabas enraizada,
ciprés.
Sacaron los cuchillos de las vainas
buscando donde herirte.
Sólo entonces gritaste:
"Venga a yacer conmigo aquel que quiera,
¿no soy acaso el mar?"
4
El mar, ¿cómo ha llegado el mar a ser así?
Vagué durante años por los montes
y me ceguaron las luciérnagas.
En esta playa espero ahora
que arribe un hombre
despojos, una balsa.
¿Pero es que el mar supura?
Una vez un delfín lo desgarró
y una vez más la punta
de un ala de gaviota.
Y era dulce la ola sin embargo
en la que yo de niño me caía y nadaba
e incluso de muchacho
mientas buscaba formas en las guijas
averiguando ritmos,
me habló el Viejo del Mar:
"Soy tu lugar;
acaso no soy nadie
pero puedo llegar a ser lo que tú quieras".
6
¿Cuándo hablarás de nuevo?
Nuestras palabras son hijas de muchos hombres.
Las sembramos y nacen como niños
enraizadas se nutren con la sangre.
Como los pinos guardan
la forma de la brisa
si la brisa se ha ido, no está allí
lo mismo las palabras
guardan la forma humana
y el hombre ya se ha ido, no está allí.
Quizá quieren hablar los astros que pisaron
una noche tamaña desnudez
el Cisne el Sagitario el Escorpión
ellos quizás.
Pero ¿dónde estarás en el instante
en que llegue la luz aquí al teatro?
7
Y sin embargo allí, en la otra orilla
bajo el mirar oscuro de la gruta
con soles en los ojos pájaros en los hombros
allí estabas; sufrías
la otra pena el amor
la otra aurora el adviento
el otro parto la resurrección;
y sin embargo allí de nuevo aparecías
en la dilatación atroz del tiempo
instante a instante como la resina
como la estalactita como la estalagmita.
Solsticio de verano
1
De un lado el sol más grande
del otro nueva luna
lejos en la memoria igual que aquellos pechos.
Entre los dos la sima de la noche estrellada
diluvio de la vida.
Caballos en las eras
galopan sudorosos
sobre cuerpos dispersos.
Todo va a dar allí
y esa mujer
a la que viste hermosa, en un instante
se encorva no resiste ya más se ha arrodillado.
Todo lo muelen las ruedas de molino
y se hace estrella.
Víspera del más largo de los días.
2
Todos tienen visiones
aunque no lo confiesen;
dan en pensar que son los únicos.
La gran rosa
está aquí desde siempre
en el fondo del sueño junto a ti
tuya y desconocida.
Pero tan sólo ahora que tus labios tocaron
sus más lejanos pétalos
sientes caer el duro peso del bailarín
en el río del tiempo
-borboteo temible.
No malgastes el hálito
que te dió ese respiro.
7
El álamo en el pequelo huerto
su respirar cuenta sus horas
día y noche;
clepsidra rellenada por el cielo.
Sus hojas por la fuerza de la luna
arrastran pasos negros en la blanca pared.
Hay unos pocos pinos en los bordes
y luego mármoles y luminarias
y hombres como los hombres son creados.
Trina el mirlo así y todo
cuando viene a beber
y oyes la voz a veces de la tórtola.
En el pequeño huerto de dies palmos
llegas a ver la luz del sol
cayendo en dos claveles rojos
en un olivo y poca madreselva.
Acepta quien eres.
El poema
no lo abismes en los profundos plátanos
nútrelo de la tierra y la roca que tienes.
El resto-
cava en el mismo sitio hasta encontrarlo.
8
El papel blanco firme espejo
devuelve sólo lo que fuiste.
El papel blanco te habla con tu voz,
tu propia voz
no aquella que te gusta;
tu música es la vida
esa que has malgastado.
Tal vez la vuelvas a ganar si quieres
si te atas a esa cosa indiferente
que te lleva de nuevo
al punto de partida.
Has viajado y has visto muchos soles y lunas
has tocado a los muertos y a los vivos
has llegado a sentir el dolor del muchacho
y el llanto de la mujer
el enojo del niño aún inmaduro-
lo que has sentido se derrumba
si no muestras confianza en su vacío.
(...)
11
(...)
y en el fondo-
si pudiera pensar hasta donde las bellas islas llegan.
Te miraba con toda la luz y la tiniebla que poseo.
12
(...)
La luz es pulsación
más y más lenta cada vez
crees que va a pararse.
Giorgos Seferis
Tres poemas secretos