28.2.14


Cementerio de Poble Nou, Barcelona, 2013


Las imágenes votivas son orgánicas, vulgares y desagradables de contemplar, pero también abundantes y difusas. Atraviesan el tiempo. Las comparten civilizaciones muy diferentes entre sí. Ignoran la ruptura entre el paganismo y el cristianismo. En realidad, es esa presencia difusa la que constituye su misterio y su singularidad epistemológica: objetos habituales para el etnólogo, las imágenes votivas simplemente parecen no existir para el historiador del arte. Su mediocridad estética o su calidad de cliché y de estereotipo las deja apartadas de la "gran" historia del estilo. Esa insignificancia forma una pantalla, genera rechazo a observarlas. Aunque, más que insignificancia, habría que hablar de malestar y puesta en crisis: malestar frente a la vulgaridad orgánica de las imágenes votivas; puesta en crisis del modelo estético del arte, fomentado por las academias, la crítica normativa y el modelo positivista de la historia como cadena narrativa continua y novela familiar de "influencias". Las formas votivas son capaces de desaparecer durante un largo tiempo y, al mismo modo, de reaparecer cuando menos nos lo esperamos.Son capaces, también, de resistir a toda evolución perceptible.

Comprendemos, creo, que el tiempo "inmóvil" o "resistente" (hablando estilísticamente) de las formas votivas es simplemente la otra cara  de una utilidad que se presenta permanentemente abierta, disponible, móvil. La cera, en calidad de material que acepta multiples plasticidades, se presta perfectamente a todas las labilidades del síntoma que el objeto votivo trata mágicamente de devolver a su estado anterior, de curar, de transfigurar. La cera aparece y desaparece, es decir, puede constantemente reaparecer bajo nuevas fijaciones orgánicas. Es polivalente, reproducible y metamórfica, exactamente igual que los síntomas que debe representar por una parte, y conjurar por otra. Ahora bien, en esta constante metamorfosis, nunca deja de afirmar esa identificación indestructible con su referente: permite, si lo podemos decir así, una ganancia carnal, de esa carne a la que imita tan perfectamente y a la cual vuelve tan obstinadamente... Esa carne que sustituye y a la que hace substituir: por semejanza, cirtamente, pero también por contacto, ya que se define como un material orgánico (una "carne" maleable que misteriosamente proviene del cuerpo de las abejas), y como consecuencia de que esa plasticidad es resultado de esta "vida" que le confiere el simpe calor de nuestras manos. Ganancia de tiempo y ganancia de carne: la cera como material revela ya su capacidad de funcionar psíquicamente como material del deseo.

(...) los comentarios en 1902 por Aby Warburg, denunciando de paso las distorsiones vasarianas, y sugiriendo el papel de las prácticas votivas en el comienzo propiamente artístico del retrato escultórico autónomo.

Georges Didi-Huberman
Exvoto: Imagen, órgano, tiempo