La hora del día
en ese lugar, ese clima, tiene la presencia de un animal. Una pesada, incómoda,
cosa horneada por el sol, que trina y gimotea en el oído. Uno debe burlarse,
humillarlo. Lo arrugas, lo compadeces. El cuadro se convierte en su rostro. Si
se puede describir, puede ser perdonado por ser lo que es, y hecho con amor,
incluso. Tales criaturas aduladoras, violentas, letárgicas, ilusorias, corren o
deambulan, perdidas, por separado, e incluso por manadas. Para Paula la pintura
hace eso, atrapándolos, rompiéndolos, poniendo marcas y colgándolos, arreglada
y mimada en la pared.
Victor Willing
Paula´s 1965 ICA
show