3.3.18

Giuseppe Penone



Es un verdadero paisaje , con depresiones, lechos de ríos, montañas, planicies, un relieve semejante a la corteza terrestre. El paisaje que nos rodea lo poseemos en el interior de esta caja de proyección. Es el paisaje en cuyo interior pensamos, el paisaje que nos envuelve. Un paisaje para recorrerlo, para tantearlo, para conocerlo con el tacto, para dibujarlo punto a punto, como el ciego tantea con su bastón y descifra el espacio que le rodea.

Las hojas, piel del aire, negativo del viento, esculpidas, modeladas por el viento, elementos creados en el aire por el aire, hojas que tienden a ocupar los intersticios apacibles, los más pequeños escondrijos. En cuanto pierden su fibra flexible y se convierten en obstáculo para el viento, se ven incautadas, desgarradas, llevadas por el aire. Secas, se encorvan, merman, se enrollan. Entonces evocan la espiral, la concha, la del caracol, los cuernos del viento. Apretar su piel contra el aire.

Palpebra. Giuseppe Penone

El choque de los peñascos entre sí durante las crecidas, el frotamiento continuo de la arena en suspensión, el movimiento incesante de las aguas en el fondo provocan el muy lento desplazamiento de los pedruscos, el lento movimiento de las rocas de tamaño medio, el curso más rápido de la grava, el flujo acelerado de la arena fina, verdadero río en el río.
El río transporta la montaña. El río es el vehículo de la montaña. Los golpes, los choques, las violentas mutilaciones que el río inflige a las rocas más grandes al golpearlas con piedras más pequeñas, la filtración de las aguas en brazos más finos, en las fallas, arrancan trozos de bloques. Todo sirve para bosquejar la forma –efecto de un trabajo continuo hecho de grandes y pequeños golpes, de suaves roces de arena, de fragmentos cortantes, del frotamiento lento de grandes presiones, de choques sordos. La forma se dibuja y se vuelve cada vez más aparente. ¿No tiene el río el proyecto de revelarnos la esencia, la cualidad más pura, más secreta, la densidad extrema de cada elemento de la piedra?
Es imposible suponer, es imposible trabajar la piedra de un modo diferente al que utiliza el río. El punzón, la broca, la gradina, el cincel, el abrasivo, el papel de lija, son los instrumentos propios del río.
Extraer una piedra que el río ha esculpido, ir andando hacia atrás en la historia del río, descubrir el sitio preciso de la montaña de donde ha venido la piedra, extraer de la montaña un bloque completamente nuevo es ser uno mismo el río. Para esculpir la piedra de verdad, hay que ser río.

Para mí, todos los elementos son fluidos. Incluso la piedra es fluida: una montaña se desmorona, se convierte en arena. Sólo es cuestión de tiempo. Es la corta duración de nuestra existencia la que hace que llamemos “duro” o “blando” a éste u otro material. El tiempo hecha a perder esos criterios. La escultura se funda en la proximidad de un elemento duro y un elemento maleable –como la gubia que penetra en la madera. Lo cual precisamente me lleva a considerar ese aspecto de las cosas, para delimitar el problema.




Paisajes del cerebro, 1990. Giuseppe Penone

El espacio nos precede. El espacio ha precedido a nuestros antepasados. El espacio seguirá después de nosotros. Fosilizar los gestos segura o posiblemente realizados en cierto lugar reduce el uso posible del espacio, pero marca el propio espacio. Crear una escultura es un gesto vegetal: es una huella, el recorrido, la adherencia en potencia, lo fósil del gesto hecho, la acción inmóvil, la espera –nada de vida y nada de muerte.

¿Cómo pasar el tiempo? ¿Cómo hablar a una piedra o excavar una mente? ¿Excavando una piedra se habla a la mente? ¿El problema, entonces, es una vez más el del espacio? En un espacio es donde recogemos el valor del tiempo, las memorias del tiempo; el espacio puede ser el vacío entre la uña y la carne, un vacío que se llena de tierra.

Giuseppe Penone
L´Image du toucher
L Strusture du temps