30.9.24

El callejón, 1658. Johannes Vermeer




A veces, un relámpago blanco lo atraviesa todo y la imagen de la realidad se hace radiográfica. Es una aparición, pero solo se ve en ella lo más simple: Ejemplo: El callejón, de Vermeer. Todo es tan minuciosamente exacto que no se comprende de dónde procede la conmoción, ni que persista. La luz es interior; este interior está fuera. Se ve a la materia pensándose luminosamente; se la ve hacerse mental sin dejar de ser materia.


Bernard Noël

Diario de la mirada

27.9.24

Musée de Grenoble, Grenoble, France. Giuseppe Penone





¿De dónde viene ese espacio-tiempo? Digo que la imagen del pensamiento es el espacio-tiempo que él presupone, en el cual evoluciona. Es lo que llenará el método. Este espacio-tiempo es muy concreto. Es como una especie de pequeña novela filosófica. No pueden encontrarlo en el texto de los filósofos, ya que está presupuesto por todo lo que dicen. Y sin embargo, todo lo que dicen lo evoca, lo hace vivir.

Tomo tres ejemplos. Supongamos que Platón, Descartes y Kant quieren la verdad. Constato que la persiguen con tres métodos muy diferentes. Constato que Platón, entre otras cosas, nos expone largamente un método que llama "dialéctico", que consiste en dividir el concepto en dos mitades, en dos partes, en escoger la parte buena según el problema considerado, parte que volverá a dividir, etcétera. Constato que Descartes procede con un método completamente distinto para alcanzar la verdad que también desea. Se sirve de un método que presenta como "analítico". Esta vez se trata de partir de la percepción clara y distinta de algo para elevarse a la percepción clara y distinta de la causa de ese algo. El encadenamiento de las percepciones claras y distintas formará el orden de las razones. Cada uno inventa su método. Constato que Kant invoca un tercer método, al que llama "trascendental". Consiste en partir de una cosa preguntándose bajo qué condiciones la cosa es posible. Esta vez se trata de remontarse desde una cosa hacia las condiciones que la vuelven posible. Es un nuevo método, que erige ante todo la búsqueda de las condiciones de posibilidad de algo como principio metodológico: ¿en qué condiciones esto es posible, en qué condiciones son posibles las matemáticas? Bueno, todo esto es muy abstracto. Ellos quieren la verdad valiéndose de tres métodos.




Foglia, 1990. Giuseppe Penone



¿Qué hace nuestro cerebro moderno? ¿Cómo vive vuestro cerebro? Vuestro cerebro parpadea, re-encadena, y hace bucles. Esto es muy importante, cambia mucho. el cerebro de nuestros padres no hacía eso... El cerebro de nuestros padres integraba, diferenciaba, encadenaba. Nosotros no hacemos eso, nos hemos vuelto topológicos, semi-fortuitos y re-encadenantes. Esto nos da otra relación con la salud, con la enfermedad... No es lo mismo.




Foglia, 1990. Giuseppe Penone



Durante un tiempo, lo que dominó en el estudio del cerebro fue cierta concepción según un eje de integración y diferenciación. La última vez vimos cómo el proceso de integración y diferenciación podía en suma definir una totalidad y una circulación en el Todo. Y yo decía que, cada vez más, una estructura de integración y diferenciación era sustituida... -"sustituida" no es un buen término... hay que corregir, poner matices todo el tiempo, yo no los pongo-. Tiende a ser sustituida por consideraciones de un nuevo tipo concernientes a una estructura topológica del cerebro.

Y ustedes saben que, por definición, en una estructura topológica las distancias no cuentan. Insisto en que no es necesario que sepan muy bien qué es una estructura topológica... Queda en ustedes indagar. Ahora bien, ¿qué pasa desde este punto de vista cuando se descubre el cerebro como estructura topológica? Lo que pasa a primer plano es una relación topológica entre el afuera y el adentro. O diría también, un contacto independiente de la distancia. o si prefieren, copresencia, aplicación del adentro y del afuera, pero también del futuro y el pasado, de lo vacío y lo lleno, del derecho y el revés, del negro y el blanco, del cosmos y el cerebro. Es el cerebro-cosmos. (...)

Y yo aclaraba que, cuando hablo de una copresencia o de una aplicación del adentro y del afuera, se trata de un afuera más lejano que todo el mundo exterior y de un adentro más profundo que todo el mundo interior.


Gilles Deleuze

CINE 4. Las imágenes del pensamiento.

25.9.24

Le Louvre pendant la guerre, fotografía de Laure Albin Guillot, 1939)




UNA PARÁBOLA BENJAMINIANA.

El aburrimiento y el hábito, escribe Benjamin en el Libro de los Pasajes, "es un paño caliente y gris" en el cual nos envolvemos protegiéndonos ante lo nuevo que se esconde en lo que nos es también más próximo y familiar. Este paño "está revestido en su interior con un forro de seda de los colores más deslumbrantes". Pero sólo en el sueño "estamos en casa en los arabescos del forro". ¿Quien podría "con un gesto invertir el forro del tiempo"?
Proust, responderá Benjamin, con su atención a las cosas nos sugiere que "quizá se deba partir de esto: su objeto es el reverso, le revers moins du monde que de la vie même".

Alberto Ruiz de Samaniego

24.9.24

Das Bein (La pierna), 1993. Georg Baselitz




Pinto al revés. Es un proceso que, por naturaleza, es bastante agresivo porque provoca un impacto, no sólo en el espectador sino también en mí. Estoy constantemente tratando de construir nuevas dificultades o "muletas" de ese tipo. Y luego está la marcha por todo el cuadro, dejando la tela sobre el suelo y tratando de capturar algo que yace detrás de la tela, algo que funciona, no mediante las manos sino mediante los pies.


I paint upside down. It´s a process that naturally is quite aggresive because it provokes a shock, not only for the viewer but also for me. I´m constantly trying to construct new handicaps or crutches like that. And then there´s marching around on the paintings, laying the canvas, something that works not through the hands but through the feet.


Georg Baselitz

19.9.24

Congregation, 1999. Tony Cragg





LO INAUDIBLE


Es inaudible,

no podremos saber si las hojas

se acumulan y suenan al encaramarse

la mirona lagartija sobre la hoja.

Nos roza la frente

y creemos que es un pañuelo

que nos está tapando los ojos.

El oro caminaba

después hacia la hoja

y la hoja iba hacia la casa

vacía del otoño, donde lo inaudible

se abrazaba con lo invisible 

en un silencioso gesto de júbilo.

Lo inaudible

gustaba del vuelo de las hojas,

reposaba entre el árbol inmóvil

y el rio de móvil memoria.

Mientras lo inaudible lograba

su reino, la casa oscilaba,

pero su interior permanecía intocable.

De pronto, una chispa

se unió a lo inaudible

y comenzó a arder escondido

debajo del sonido facetado del espejo.

La casa recuperó su inmovilidad

y comenzó de nuevo a navegar.


1º de febrero y 1975

José Lezama Lima

10.8.24

Cueva de Hornos de la Peña, Cantabria




Un día, un día que duró no menos de veinticinco mil años, los hombres del Paleolítico superior empezaron a dibujar. ¿Qué dibujaban? No había otra posibilidad: el único objeto posible eran los animales. Los animales eran la potencia en movimiento, que golpeaba o se debía golpear. No se trataba de magia, como iban a pensar los torpes modernos. En el animal se transformaban, del animal huían, transformándose. El animal y quien lo dibujaba pertenecían al mismo continuo de las formas. Fue ese el momento en el que la presión de las potencias impuso la más severa disciplina estética: el trazo, para ser eficaz, debía ser exacto. Ingres los hubiera aprobado. Si el trazo no era exacto, la potencia no era evocada. A veces, en el fondo de entrañas de roca donde no podía entrar más de una persona, quien dibujaba se encontraba en la primera cámara oscura y observaba el prodigio de la forma que afloraba desde sus manos, apenas visible.

Durante largo tiempo prefirieron dibujar los animales más imponentes o temibles, que solo esporádicamente eran cazados. Dibujarlos era una primera intuición para imitarlos y circunscribir su potencia. En cambio, las figuras humanas dibujadas sobre las rocas fueron excepcionales. El modo más usual, inmediato y comprensible para representarse a sí mismos era, para los hombres, el de dibujarse como animales compuestos, rodeados por otros animales. Debieron transcurrir muchos años antes de que, mediante meandros y caminos oblicuos, la estatuaria griega alcanzase a representar la figura humana sola -y sobre todo, desnuda.

Junto a los animales había aparecido la geometría. Innumerables figuras, que se acompañaban de animales o destacaban aisladas sobre las paredes rocosas. Todas han mantenido su secreto. Pero todas tenían una característica común: ser la negación del mundo tal como se manifestaba, de igual modo que lo fue el primer muro perfectamente perpendicular al suelo. Era otro mundo, que se hubiera podido inferir solamente uniendo con trazos algunos pequeños puntos luminosos del cielo.

No podemos afirmar muchas cosas seguras de aquellos que vivieron durante el Magdaleniense y pintaron paredes rocosas en Dordoña. Pero sí, al menos, esto: sabían dibujar con sorprendente precisión, pocas veces alcanzada o lo largo de los milenios. De golpe, y por todas partes: Egipto, el norte de España, Francia, Inglaterra: en Creswell, último límite antes de los hielos. ¿Cómo sucedió? Sería aventurado decirlo. Si el dibujo es un acto de inteligencia, la de los magdalenienses debía ser muy elevada. Acaso debía tener algo en común con los balleneros, que antes de partir esperan ver una ballena en sueños. Si no se les aparecía de ese modo, no podrían encontrarla nunca en la realidad.

El hombre del Magdaleniense, durante milenios, no dejó de recurrir nunca a dos signos elementales, uno vertical y otro curvo: la jabalina y la herida. La jabalina era el arma con el que el mundo era herido sin ser tocado: un asta, la señal más sencilla. La herida era un círculo, un anillo ensangrentado.

Si la constelación es un lugar arbitrario del que se cuelgan las historias, de modo no muy distinto a como los significados se cuelgan de los sueños, no será fácil explicar por qué en el mismo gajo de cielo, no solo en Grecia sino también en Persia, en Mesopotamia, en la India, en China, en Australia y hasta en Surinam, durante los milenios se han visto siempre las huellas de un Cazador Celeste que no se cansaba de observar.

Lo invisible es el lugar de los dioses, de los muertos, de los antepasados, del pasado entero. No exige necesariamente un culto, pero penetra en todos los intersticios de la mente. Semejante a un cable metálico, puede incluso vibrar o permanecer inerte. Si vibra, la intensidad puede volverse extrema. Lo invisible no debe ir a buscarse muy lejos. Incluso puede no ser hallado precisamente porque está demasiado cerca. Lo invisible termina en la cabeza de cada uno.


(...)

Como la cierva de los hunos, el animal es presa y es guía. Siguiendo al animal, con la mirada que intenta fijarse sobre un único punto, el cazador no se da cuenta de que, en el ínterin, se está adentrando en lo desconocido. Así sucede el descubrimiento: se sigue el llamado de otro ser, siempre en fuga frente al ojo, sin alcanzarlo nunca. Mientras lo que se descubre está ya alrededor, o detrás -y casi no se lo ve.

Hay dos tipos de presa: la que se mata(el lugar de la matanza se vuelve lugar de fundación) y la que desaparece (y provoca la matanza de los cazadores). Cada tanto el animal-guía quiere ser alcanzado, acepta convertirse en presa. Así debe ser, si se quiere fundar una ciudad. La ciudad es el lugar en el que el animal-guía fue abatido. Éfeso fue fundada por quien obedeció a esta palabra del oráculo: "Un jabalí señalará el camino." Allí donde el jabalí cayó herido por una jabalina "hoy se yergue el templo de Atenea." Allí está Efeso.

Quien escribe sigue al animal-guía. En la obra lo hiere -y lo mata: allí donde fue matado surge la obra. O, de otro modo, descubre que el animal-guía ha desaparecido. El animal se traslada al estandarte. Diferencia entre las obras en las que el animal-guía es matado y aquellas en las que desaparece. En Balzac: el animal es matado. En Baudelaire: avanza hacia el estandarte. Se escribe un libro cuando se ha determinado algo que debe ser descubierto. No se sabe qué es ni dónde está, pero se sabe que es necesario encontrarlo. Entonces empieza la caza. Se empieza a escribir.


Roberto Calasso

El cazador celeste

18.7.24

 

Autorretrato con grabado japonés, 1887. Vincent van Gogh

Kunstmuseum, Basel




Estudo


Seria amarelo se eu o dissesse amarelo? Mais amaelo se eu o chamasse açafrão? Teria o tom de certo batom se eu o dissesse purpúreo? Seria cor de canela se eu o fizesse alazão? Seria lápis-lazúli se eu o pusesse na Prússia? Seria doce e negro à noite? Seria um melro se o mel que o dissesse fosse inteiro carvão? Seria cego se eu não lhe reclamasse os olhos? Seria um sonho se eu lhe comesse os rins? Se eu simplesmente não o invocasse ele não existiria? Tempo perdido (voçê diria). Seria um cão se eu lhe chamasse cão? Por quanto tempo cão permaneceria? Se eu o matasse ele morreria? Voltaria como fantasma se eu o matasse?

Eu poderia vê-lo no fantasmoscópio? Era eu quem morreria se o matasse? Será invisivel se eu não quiser vê-lo? Poderei dizê-lo sem saber que nome tem? Teria o meu rosto se eu o visse à luz da lupa? Será uma ilusão que inventei no diorama? Está mais à vista durante o dia? Ver-se-ia mais à vista se eu usasse a palavra eclipse? Estaria mais evidente se eu seguisse a lógica dos fatos? Dizê-lo tão repetido o tornará óbvio? Seria do meu tamanho se eu fizesse um calculo? Passaria nesta porta? Passaria pela lei? Seria um engano se eu o desmentisse? Se ele me desmentisse eu vitaria pó? Seria verde se eu o dissesse azul? Seria o contrário de tudo o que eu dissesse? Dissesse eu que o tudo de contrário o seria? Ainda assim? E talvez por isso? Ou nem? Seria o silêncio depois que eu dissesse et cetera?



Estudio


¿Sería amarillo si dijera amarillo? ¿Más amarillo si lo llamara azafrán? ¿Tendría el color de cierta barra de labios si dijera purpúreo? ¿Sería de color de la canela si lo llamara alazán? ¿Sería lapislázuli si lo pusiese en Prusia? ¿Sería dulce y negro de noche? ¿Sería un mirlo si la miel que lo dijera fuera enteramente carbón? ¿Sería ciego si no le reclamara sus ojos? ¿Sería un sueño si le comiera sus riñones? Si simplemente no lo invocase, ¿no existiría? Tiempo perdido (se podría decir). ¿Sería un perro si lo llamara perro? ¿Cuánto tiempo permaneceria siendo un perro? Si lo matara, ¿él moriría? ¿Volvería como un fantasma si lo matara?

¿Podría verlo en el fantasmoscopio? ¿Sería yo quien moriría si lo matara? ¿Será invisible si no quisiera verlo? ¿Podría decirlo sin saber que nombre tiene? ¿Tendría mi rostro si yo lo viera a la luz de una lupa? ¿Sería una ilusión que me inventé en el diorama? ¿Está más a la vista durante el día? ¿Sería más visible si utilizara la palabra eclipse? ¿Sería más evidente si siguiera la lógica de los hechos? ¿Decirlo tan repetidamente lo volverá obvio? ¿Sería de mi talla si hiciera un cálculo? ¿Pasaría por esta puerta? ¿Pasaría por la ley? ¿Sería un error si lo negara? Si él me negara, ¿me convertiría en polvo? ¿Sería verde si yo dijera azul? ¿Sería lo contrario de todo lo que dijera? ¿Si dijera que todo es lo contrario lo sería? ¿Seguiría siendo así? ¿Y tal vez por eso? ¿O no? ¿Sería el silencio después de que yo dijese etcétera?


Eucanaá Ferraz

Raio

9.7.24

Fotografía: Abbas Kiarostami




Cuando en mi bolsillo no tengo nada
tengo poemas
cuando en la nevera no tengo nada
tengo poemas
cuando en el corazón no tengo nada
nada tengo.
Para algunos
la cumbre es el lugar de conquista
para la cumbre
el lugar de la nieve.
Hoy
me quedo en casa
no abro la puerta a nadie
pero carece de puerta y de paredes
la casa de mi mente
amigos discrepantes
conocidos incompatibles
van y vienen.
Era un poeta
político
o bien un politizado
poeta
su poesía manchada de política
y su política
vacía de poesía.
Mi casa está lluviosa
en la cocina, en el salón
y en mi dormitorio llueve
y yo en el porche, detrás de los cristales
contemplo.
Por el ruido de las hierbas al crecer
me despierto.
Del momento de la flor
ha pasado un año
y de nuevo hoy
el momento de la flor.
El globo que de niño
se me llevó el viento
aterrizó hoy en mi poema.
Abbas Kiarostami

 El acto poético y Valéry


El travieso Pound y el cuidado Valéry, parecen coincidir desde hace bastante tiempo en una afirmación insistida: la poesía es una matemática inspirada. Pero ¿en qué se inspira esa matemática? Y como nos vamos acercando a un momento de recuento y de síntesis, más que de fáciles soluciones órficas, bien está que nos situemos en aquella introducción a la poesía, donde salta un poco de fuego y asoma su astucia críptica la criba de Eratóstenes. Detrás del número y la proporción, sorprendemos no tan solo el simple juego de las combinaciones favorables, sino el daimon de la música y la gracia inesperada de la Armonía, nos encontramos, pues, que esa coincidencia momentánea de dos espíritus disímiles en una frase, lejos de remansarnos, nos punza de nuevo para situarnos en inesperada equidistancia del don y del conteo de las cantidades o agrupamientos de la métrica. Recordemos que Pitágoras no encontraba nombre mejor para designar el Altísimo, el Nombre Único, que el de cuaternario. La pirámide, el octaedro y el icosaedro, engendros de fuego, aire y agua, según los pitagóricos. Cuidado, pues, con el número. Hay también por allí lo inaprensible, lo inexpresable, lo inencontrable. La matemática inspirada, nos deja un reverso inefable, donde desembocan otros, que no se ocultaban para confesarnos, como Walter Pater: all arts approach the condition of music. Y entre la matemática y la música, el nominalismo, el acto del lenguaje, con los que ahora forcejea Valéry en su última obra, Introducción a la poética.

¿Qué nos dice Valéry y qué ve ahora detrás de las palabras? ¿Y cuándo nos entrega la definitva separación del lenguaje estatuido y el lenguaje naciente, despegando así el goce del acto, del acto poético?

Valéry, viejo simbolista que mantiene sus preferencias, se acerca a la poesía como máxima realización del lenguaje, pero la distinción cuya claridad hace poco tiempo persigue, entre la acción que realiza y la obra hecha, sería tan sutil que no podríamos atraparla sino en una simplista realización causal. El secreto desarrollo de una obra, anterior a su aparición y justificación, permanece como cerrado feudo de la conducta, ¿cómo incorporarla a la obra de arte? Ese mecanismo caso no pueda ser transmitido, pues para obtener su ganancia ética, habrá siempre que empezarlo de nuevo, y ese trabajo mecánico lo veríamos entonces como una obra realizada, pero cuyos resortes generacionales serían siempre inadvertidos en cuanto se producen. A las posibilidades filiales del lenguaje, añade Valéry la consideración del lenguaje en el acto. El lenguaje animista, nos ofrece su cuerpo doctrinal en la historia del espíritu obtenida por decantación de los adquirido y de lo dado, es decir, la "consideración del lenguaje como la obra maestra de las obras maestras de la literatura". Esa parte definida de las obras de arte: mecanismo del acto del escritor -empleo de las figuras-, trazadas por las viejas retóricas aristotélicas. Quien multiplica las figuras nos da el puro nacer de las palabras. Otras condiciones menos definidas: inspiración, sensibilidad, están siempre dispuestas a escaparse a un control de ominiscencia monárquica, mas sería ilusorio considerar que el dominio de la parte mecánica suprime los riesgos del fragmento inspirado, de los caprichos o de las amistades luciferinas, de la misma manera que en filosofía el definir, el distinguir, nombrar con gracia eficaz, no nos sirven para el otro saber de comunión, de religación. Quizás en una solución poética católica -que nadie puede estar seguro de su salvación- las consecuencias del apartamiento de esos secretos internos, mantenidos ocultos hasta su soltura total, nos darían el absoluto saber leal, llave o signo paradisíaco. "Los razonamientos delicados donde las conclusiones toman la apariencia de la adivinación." La adivinación después de una larga excusa, la cortesía que puede un día permitirse ls pascuas de un cumplido profetismo.

¿Podemos llegar algún día a definir con exactas palabras hasta ahora extremadamente peligrosas, como forma, ritmo, influencias, inspiración, composición? ¿No es acaso también un signo, que entre en las fórmulas matemáticas, la palabra infinito? Lástima que Valéry, en su afán de alcanzar esa claridad de definición que términos utilizados en la poesía, haya propuesto sustituir autor por productor, lector por consumidor, y gracias histórica por producción del valor de una obra de arte. ¿Llegaremos a precisar la valoración artística al extremo de exacto significado que en economía tiene la palabra valor, con sus acompañantes de motivaciones espirituales e históricas? ¿Sería conveniente sustituir la gracia de la materia con la que se debe trabajar  por el instrumento que nos permite operar? Tal vez volvamos a preguntarnos como en la antigua teología, si la presencia se verifica por la gracia de las palabras o por la virtud del que opera, del que prepara el Ascendimiento.

Cuidado, pues, con el número. Si se le utiliza como defensa y contentación, puede saltar la liebre y evitarnos la sorpresa gozosa. Y sabemos que William Blake colocaba el Ángel analítico entre Saturno y las estrellas fijas. Entre la autodestrucción y la monotonía de la operación constante, del seguro diamante.


Junio, 1938

José Lezama Lima

Confluencias

Montagne Sainte-Victoire





En cierta ocasión, en medio de los colores me sentí como en mi elemento. Los matorrales, los árboles, las nubes del cielo, incluso el asfalto de la calle tenían un brillo que no era ni de la luz de aquel día ni de la estación del año. El mundo de la Naturaleza y el de las obras del hombre, el uno a través del otro, me depararon un momento de beatitud que conozco por las imágenes de la duermevela (sin embargo, sin este elemento amenazador que anuncia lo extremo o lo último) y al que se le ha llamado el nunc stans: momento de eternidad. Los matorrales eran retama amarilla; los árboles eran pinos aislados de color marrón; las nubes, a través de la niebla que se había posado sobre la tierra, aparecían con un color azulado; el cielo (el mismo cielo que Stifter aún podía poner de un modo tan sosegado y tranquilo en sus narraciones) era azul. Me había parado en la cima de una colina de la Route Paul Cézanne, que, en dirección al este, va de Aix-en-Provence al pueblo de Le Tholonet.


La observación de mi padrastro me resultó repulsiva inmediatamente. Pero ¿por qué en mi memoria ha quedado asociada al fresco marrón rojizo del huerto que aquel hombre terminaba de cavar?

Como sea, lo que ha quedado de aquel incidente ha sido el color de la tierra. Cuando ahora busco este momento ya no me veo como el joven de pocos años que era entonces sino como un ser atemporal, sin perfil, como mi yo deseado, metido completamente dentro del marrón rojizo, como dentro de una claridad gracias a la cual puedo comprenderme a mí mismo y también al soldado que era entonces. (Uno de los primeros recuerdos de Stifter eran las manchas oscuras que había en él. Más tarde supo «que eran bosques que había fuera». Ahora sus narraciones abren en mí una y otra vez zonas coloreadas en bosques cualesquiera).


En un relato que escribí cinco años antes, un paisaje, aunque era llano, se abovedaba y se acercaba tanto al protagonista que parecía expulsarlo de él. Sin embargo, el mundo de 1974 —un mundo completamente distinto, dilatado, cóncavo, que libraba de toda opresión y que pensaba en el cuerpo libremente— sigue estando ante mí como un descubrimiento que debo transmitir.


«Trasladarse con el sueño al interior de las cosas»: esta era desde hacía tiempo una máxima al escribir: representarse los objetos que hay que apresar, de tal modo que parezca que los estoy viendo en un sueño, con el convencimiento de que allí, y solo allí, es donde aparecen en su esencia. Entonces, en torno al que escribía estos objetos formaban una arboleda desde la cual este, y muchas veces solo forzado por la necesidad, volvía a encontrar una vida. Es cierto que repetidamente veía en las cosas algo esencial, pero esto no se podía transmitir a los demás; y cuando se empeñaba en fijarlo dejaba de estar seguro de sí mismo. No, los cuadros mágicos —ni los de los cipreses— no eran los verdaderos cuadros para mí. En su interior se encuentra una Nada, ajena totalmente a la paz, una nada a la que, por propia voluntad, no me gustaría volver jamás. Yo solo soy fuera, entre los colores del día.


Eran los trabajos de sus diez últimos años, una época en la que el pintor estaba tan cerca de la ansiada «realización» de cada uno de los objetos que pintaba, que los colores y las formas podían ya celebrar este objeto. («Entiendo por realidad y perfección una y la misma cosa», escribió el Filósofo). Y, sin embargo, en los cuadros no aparece ninguna luz suplementaria. Los objetos celebrados actúan por sus colores propios y hasta los paisajes luminosos forman un todo unitario que irradia oscuridad. Los campesinos anónimos de la Provenza de finales del siglo XIX, los protagonistas de los retratos están ahí, grandes, en primer plano y, al mismo tiempo, sin insignias especiales, reinan sobre un fondo de color de tierra que ellos poseen como si fuera su propio país.


Oscuridad, caminos, construcciones, fortalecimiento, trazo, ojos que se oscurecen: sí, era la conmoción. Y después de dos años de «estudio» incluso llega uno a encontrar una frase que corresponda a esto: el silencio de los cuadros actuaba aquí de un modo tan perfecto y total porque las líneas oscuras de una construcción fortalecían un rasgo- general a «cuya oscuridad» podía yo «pasar» (palabras del poeta) vivencia del salto con el que dos pares de ojos, distantes en el tiempo, se encontraban en la superficie de un cuadro.


«El cuadro empieza a temblar», anoté entonces. «Una liberación tal que puedo alabar y ensalzar a alguien».


La montaña se empieza a ver ya desde Le Tholonet. Es pelada y casi de un solo color; más un resplandor que un color. A veces uno puede confundir líneas de nubes con montañas de gran altura: aquí, por el contrario, a primera vista el brillo de la montaña da la impresión de ser un fenómeno celeste; a esto contribuye también el movimiento petrificado, como si no hubiera ocurrido antes de ningún tiempo, de los flancos de las rocas, que caen paralelamente, y de los plegamientos, que continúan horizontalmente en el zócalo. La montaña da la impresión de haber caído de arriba, de la atmósfera casi monocolor, como un fluido que luego se hubiera solidificado aquí en forma de pequeño macizo cósmico.

Por lo demás, muchas veces, en las superficies lejanas es posible observar fenómenos peculiares: estos últimos planos, a pesar de carecer de forma, cambian así que, por ejemplo, un pájaro levanta el vuelo por el tramo vacío que hay entre nosotros y ellos. Las superficies se alejan y además toman forma de un modo claramente perceptible; y el aire que hay entre los ojos y ellas se materializa. Lo conocido hasta la saciedad, lo vinculado al lugar y lo que por obra de los nombres vulgares se ha convertido en algo que parece no ser objeto, en esta ocasión, por una vez, se encuentra en la verdadera lejanía; como «mi objeto»; con su verdadero nombre. Aquí, donde se ha escrito esto, se dio este fenómeno, no solo en aquella meseta, brillante de nieve, de la lejana «sierra de Tenne», sino también en el «merendero» que está junto al Salzach y que, en cierta ocasión, gracias a una bandada de gaviotas que giraban en círculo, apareció como La casa del otro lado del río; del mismo modo como en otra ocasión el «Kapuzinerberg», con una sola golondrina que pasaba por delante, de una forma insospechada, abrió sus profundidades y estaba allí como monte doméstico, un nuevo concepto —siempre abierto, nunca velado.

El gran imperio neerlandés del siglo XVII cultivó el género pictórico de los «paisajes del mundo», que debían arrebatar la mirada al infinito; y algunos pintores de este imperio emplearon con este fin el truco de poner en el centro pájaros volando («Y ningún pájaro que le salvara el paisaje», leemos en un relato de Borges). Pero ¿no es posible también que un autobús que pasa por un puente, con las siluetas de los pasajeros y los marcos de las ventanas, acerque un cielo lejano? ¿No basta el color marrón de un árbol para que el azul que brilla a través de él se convierta en una forma? El Sainte-Victoire, sin bandada de pájaros (o alguna otra cosa) entre él y yo, estaba lejos, no obstante estaba ante mí de un modo inmediato.


De uno de estos fragmentos de corteza llegaba un sonido estridente especialmente cercano; pero la cigarra que lo producía era de un color gris tan igual al de la corteza que no la vi hasta que se movió y empezó a bajar por el tronco, reculando. Las largas alas eran transparentes con nervaduras negras. Le tiré una ramita y entonces fueron dos las que salieron volando, gritando como espíritus a los que no se deja en paz. Luego, al mirarlas, en la pared de la montaña, junto con los oscuros matorrales que crecían en las grietas de la roca, se repitió la muestra de las alas de las cigarras.


El «derecho a escribir» —que yo necesitaba para cada trabajo— se anunció ya aquella vez, bajando del Sainte-Victoire, cuando conseguí hacer la crítica de mí mismo (en vez de, como ocurre normalmente bajando, hundirme en mí mismo y ponerme de mal humor). Delante de una mancha brillante de una pradera —donde pensé inmediatamente en un «jardín del paraíso» y donde hasta los pequeños montículos formados por los topos se me aparecieron al principio «como si estuvieran en el azul lejano—, —me advertí a mí mismo—: No estés pensando siempre en comparaciones con el cielo cuando se trata de la belleza: mira la tierra. Habla de la tierra, o simplemente de la mancha de tierra que hay aquí. Nómbrala, con sus colores».


Cézanne, una vez que le pidieron que describiera lo que entendía por «motivo», acercó «muy despacio» los dedos abiertos de ambas manos, unos frente a otros, los dobló y los entrelazó. Cuando leí esto recordé que al mirar un cuadro vi los pinos y las rocas como signos entrelazados de una escritura tan clara como indeterminable. En una carta, seguí leyendo, Cézanne decía que él no pintaba «al natural», en absoluto, que sus cuadros eran más bien «construcciones y armonías que guardaban un paralelismo con la naturaleza». Y luego, con el cine, comprendí esto: las cosas, los pinos y las rocas, en aquel momento histórico plasmado sobre la pura superficie —final irreversible de la ilusión espacial—, ¡pero comprometidos con el lugar concreto en sus formas y colores! («au- dessus de Château-Noir»), se habían entrelazado formando una escritura única e irrepetible de la historia de la Humanidad.


Cosa-cuadro-escritura unidos: es lo inaudito..., y, sin embargo, todavía no transmite la totalidad de mi sensación de cercanía. Con esto tiene que ver ahora aquella planta de interior, sola, que una vez, mirando por la ventana, vi delante del paisaje como si fuera un signo de escritura china: las rocas y los árboles de Cézanne eran más que estos signos; más que puras formas sin rastro de la tierra: además de eso estaban entrelazadas unas con otras por el trazo dramático (y por los pequeños trazos) de la mano del pintor y se habían convertido en conjuros..., y a mí, que al principio solo podía pensar, me parecen esto: «¡tan cercanas!», enlazadas ahora con los primeros dibujos de cuevas. Eran las cosas; eran los cuadros; eran la escritura; eran el trazo... y todo formaba un acorde.

Dentro de unos cuantos siglos todo será plano, había escrito el pintor desde l’Estaque, y añadía: «Pero lo poco que queda es aún muy caro al corazón y a la mirada». Y en la época de los cuadros roca-y-árbol, treinta años después, decía: «Mal. Tenemos que darnos prisa si queremos ver algo todavía. Todo desaparece».

Las peras, melocotones, manzanas y cebollas, los jarrones, cuencos y botellas, incluso gracias a las leves deformaciones y las superficies inclinadas, aparecen como cosas de cuento que van a empezar a vivir de un momento a otro, y no obstante se ve claramente que es el momento anterior al terremoto: como si fueran las últimas cosas.


Porque de algo no hay duda: casi todo ha desaparecido. En un montón de frutas basta con el amarillo mate de una naranja encerada para que ya no pueda imaginarme nada más. ¿Dónde está el color que todavía sale de la sustancia de la cosa? ¿Qué cosa de ahora es materia para el ojo? Por esto tengo tanta necesidad de buscar una naturaleza inviolada. Esto puede ser en todo momento lo sublime, pero a la vez me trae en todo momento el horror ante un horizonte que va a engullirme. Por esto, necesitando durar, me hundo intencionadamente en las cosas cotidianas, las cosas hechas. ¿No es verdad que acabo de ver cómo en el azul gris del asfalto resplandece un bosquecillo de hayas? ¿No ha ocurrido a veces que el retumbar del avión de la tarde ha hecho comenzar un nuevo día? La estrella de latón del jersey de la niña, ¿no es una cosa acreditada? Y las bolsas de plástico, al fin aliviadas del peso de los periódicos, ¿no tiemblan al sol como faldas plisadas claras y luminosas? Sí, pero esto no es la cotidianeidad. La queja se convierte en algo posible: la cotidianeidad se ha vuelto mala. Existe solo la belleza episódica, triste, que rodea las cosas hechas, y esta ya no es algo en cuyo regreso podamos confiar y, por tanto, sigue siendo irreal. (Sí, es verdad, después de Aix, en el suelo rojo de material sintético del aeropuerto de Marsella he visto por un momento el brillo de la marga del Sainte- Victoire...). ¡Feliz pues aquel a quien en casa le esperan dos ojos!


Durante un tiempo me estuvo rondando la idea de describir uno por uno los acontecimientos —la montaña y yo, los cuadros y yo— y ponerlos unos junto a otros en forma de fragmentos inconexos. Pero luego el carácter fragmentario que esto tendría lo vi como lo fácil, porque no iba a poder ser el resultado de un esfuerzo que anhela la unidad y que tal vez fracasa en esta empresa, sino un método previo seguro y fiable.

En El pobre jugador, de Grillparzer, leí entonces: «Yo temblaba de tanto ansiar la unidad del contexto». Y de este modo volvió el gusto por la unidad en todo. Lo sabía: la unidad del contexto es posible. Todos y cada uno de los momentos de mi vida encajan unos con otros, sin necesidad de elementos intermedios auxiliares. Existe una conexión inmediata; lo único que tengo que hacer es liberarla con la fantasía. Y al mismo tiempo vino la angustia que yo conozco muy bien: porque sabía también que las analogías no podían producirse de un modo fácil; en contraposición con la diaria confusión que había en mi cabeza, ellas eran los frutos dorados de la fantasía; después de ardientes sacudidas; estaban allí como las verdaderas comparaciones, y de este modo, según las palabras del poeta, empezaban formando «el gran resplandor de la frente de la obra». La confianza en estas analogías que mantienen la coherencia del relato ¿no era, una y otra vez, una osadía?


Una vez, contaba, salió en busca del «abrigo de los abrigos». Además confiaba en tener fuerza para ello, pero al final fracasó en el «problema de la conexión», un problema que yo, como escritor, decía, conocía sin duda. (Decía que con este fracaso había perdido su «manía de grandeza»). A pesar de todo, la parte del abrigo de los abrigos que había hecho era tan bella que cuando se lo ponía, en el metro la gente la mirada extasiada.

 

Con el tiempo la meseta se iba quedando en silencio, de modo que los pequeños ruidos de los distintos llanos llegaban como sonidos de campanas. Lo que se veía en el oscuro interior de una piña por entre las laminillas abiertas llevaba al mismo tiempo a las grietas azules que había en una capa de cirrus que pasaba por el cielo a gran altura, y el pensar en la voz de un pájaro se convertía en esta voz misma.

Por la pared misma de la montaña pasaban las sombras de las nubes como si continuamente estuvieran corriendo cortinas; y al fin (temprana puesta de sol de mediados de diciembre), el macizo entero estaba tranquilo dentro de un fulgor amarillo, como si fuera de cristal, sin que, no obstante, como ocurre con otras montañas, impidiera el regreso. Y sentí la estructura de todas estas cosas dentro de mí, como si fueran mis armas. ¡TRIUNFO!, pensé, como si el Todo estuviera ya felizmente escrito. Y me reí.

D. había vuelto a participar con el pensamiento y podía contestar inmediatamente a mi pregunta sobre el problema de la conexión y la transmisión. Incluso se había traído las muestras de las distintas telas que tenía destinadas para el abrigo: brocado, seda de raso y damasco.

«Bueno, tengo que contarte la historia del abrigo. La cosa empezó con que yo llamé la gran idea a aquello en lo que había estado pensando. El abrigo tenía que encarnarla.

»Empecé con una manga. Inmediatamente me encontré con dificultades al quererle dar a la materia floja e inestable de la tela la forma abombada y rígida que yo quería. Me decidí a trabajar con las telas sobre una capa gruesa de lana.

»La manga estaba lista. Me parecía tan bella, tan preciosa, que pensé que para las otras partes del abrigo no iba a tener la misma fuerza.

»Pensé en mi idea; en los momentos de tensión y repentino relajamiento de la naturaleza; cómo de una cosa se pasa a otra.

»Todos los días miraba el abrigo empezado, una o dos horas; comparaba las partes con mi idea y pensaba en la continuación.

»La parte superior estaba lista. Por lo que hace a la parte inferior perdí la idea de conjunto. Cosía unas piezas con otras y terminaban revelándose como carentes de conexión con la parte de arriba. Ahora, el trabajo se hizo especialmente difícil, debido al peso de las telas, finas y recias, cosidas unas dentro de otras, y cuando cosía a máquina tenía que aguantarlas en alto, atenta siempre a que nada resbalara.

»Puse las distintas partes unas junto a otras delante de mí; nada armonizaba con nada. Estaba esperando el momento en que de repente encontraría la imagen única.

»Durante el tiempo en que estuve mirando y probando, estaba sintiendo una debilidad en el cuerpo, me veía incapaz. Me prohibí pensar siquiera en la gran idea.

Las reproducciones y los planos de los tejados construidos por los chinos se convirtieron para mí en algo apasionante, y el problema del modo de descargar los pesos por medio de las transmisiones adecuadas. Vi que había por todas partes un ámbito de lo intermedio.

»Después de muchos días, sin pensar más, cosí las partes unas con otras y en un lugar de la falda puse un abombamiento hacia adentro. La seguridad que sentía me infundía una gran excitación.

»Colgué el abrigo en la pared. Todos los días lo examinaba y empecé a apreciarlo. Era mejor que todos mis otros vestidos y no era perfecto.

»Al confeccionar un vestido, para continuar el trabajo hay que retener en la memoria cada una de las formas que ya se han utilizado. Sin embargo, no puedo verme obligada a citar interiormente estas formas, tengo que ver inmediatamente el color que sigue, el definitivo. En cada caso no hay más que un color adecuado, y la forma es lo que decide la masa de este color y tiene que resolver el problema de la transición.

»Para mí, la transición tiene que ser algo que separe claramente y que a la vez junte unas partes con otras». 


Peter Handke

La doctrina del Sainte-Victoire

5.7.24

 




24 de Novembro, 1948

Dia de pedra, palavras de pedra.
Lagartas trepam pela parede.
Um caracol, a casa às costas,
aparece à sua porta
pode ficar ou pode partir.
Tudo é como é.
É nada.
Esse nada não é macio.
É feito de pedra.

27 de Novembro

Comemos, varremos, dormimos.
O homem cego, desperto
apalpa o ar com as mãos.

29 de Novembro

Um dia
como uma mão

30 de Novembro

Quando a neve derreter
seremos talvez capazes de ouvir a nossa voz.
Não seremos?

2 de Dezembro

O céu é um buraco.

3 de Dezembro

As coisas não acontecem
conforme esperas.

Nem sempre a nuvem
é um cão fiel.
E a chave mais escondida
um dia perder-se.

4 de Dezembro

A porta está aberta.
Não consigo sair.

6 de Dezembro

Quando foi dado o sinal, nós não estávamos
Não, estávamos, mas recusámo-nos.
Entre o sinal e a recusa
agora vamos no encalce de um pássaro
ou do vento.

Pende do sol
no gancho de uma palavra?

14 de Dezembro

As vozes assumem sempre a postura
de um cadáver sem sapatos.

27 de Dezembro

As paredes são quatro
conto-as
os meus dedos cinco
conto-os
Lençol branco Terça-feira branca
cavalo branco
neve enlameada
não encontro o número
não consigo decidir.

29 de Dezembro

Entro no bosque
no seu interior está o leão adormecido
caminho cuidadosamente com um pássaro no ombro.

2 de Janeiro, 1949

Não travámos amizade com as nuvens.

4 de Janeiro

E de súbito
a lembrança dos pássaros
que mergulharam no desconhecido.

5 de Janeiro

As três janelas iluminadas
na casa fechada.
Alguma vez foi a nossa?

Tudo é
como a luz que nos falta.

10 de Janeiro

Tens de atar sozinho as tuas próprias mãos.
Atas.
A noite corta o cordel.

21 de Janeiro

Uma trégua.
Não estás à procura.
Como está boa esta noite.
Dois pássaros adormeceram nos teus bolsos.

23 de Janeiro

Por fim
o espelho mostra-te
amputadas as tuas mãos
embora não tenhas mãos para aplaudir
a tua vitória.

25 de Janeiro

Um velho olhava para uma nuvem.
Observei-o a sorrir
na luz daquela nuvem - tão sereno
tão distante do desejo e da dor-
invejei-o.

Os velhos estão de acordo com as nuvens.
E nós tardamos em envelhecer.

7 de Fevereiro

Sombras carregadas de pedras
o arame farpado
esqueceste-te da pronúncia correcta
do teu nome.
Um gato preto corre
com a lua presa à cauda.
Que estranho-
Um silêncio tão grande
E ninguém acorda.

11 de Maio

Barracão estreito, comprido, interminável
como uma estrada numa terra desconhecida
não falas a língua desta porta.

Um homem doente tosse lá mais ao fundo
Outros dois jogam gamão
aquele faz a sua cama
aquele observa as moscas na vidraça
por detrás das moscas observa o mar
um barco a ser fustigado pelo vento.
Afogares-te, por que não-
será também isso uma forma de viver?

Depois da chuva os edifícios e as pedras
mudam de cor.
Dois velhos estão sentados num banco. Não falam.
São tantos os berros e tanto o silêncio que sobra.
Os jornais envelhecem passado uma hora.

Tempo forte - tempo fraco, tempo forte - tempo fraco
monotonia da mudança - tempo forte:
tempo fraco - tempo forte, estrofe - antístrofe
e nem raiva ne, tristeza.

13 de Maio

Aqui o dia dura muito
depois anoitece de repente
dormir torna-se difícil
ouves aqueles que ressonam sob o cobertor
ouves as suas barbas a crescer
ouve-los coçarem os colhões enquanto praguejam.

Mais tarde depois do vento esmorecer
permanece um som de papel na noite
e de repente o estalo seco
de pálpebras que se abrem
para perseguirem sonhos.

14 de Maio

Habituámo-nos às gaivotas
não trazem nenhuma mensagem
abrem e fecham as asas
como se abrissem e fechassem as portadas
de uma casa vazia.

Habituámo-nos às noites sem dormir
ao sono estilhaçado como janelas de vidro partidas
aos aleijados com as suas muletas
ao lixo junto à praia
à ração de pão deitada ao mar
às cascas de batata agarradas às rochas
como entranhas arrancadas
à sombra de uma nuvem defronte do Cabo Súnio
ao som dos elos da corrente que caem à noite na água
habituámo-nos a que nos esqueçam.

E era bela
aquela estátua sem braços
que não sabias para onde apontava
ou sequer se o fazia.

17 de Maio

Como uma tristeza antiga dentro de um poema novo. 

24 de Maio

Dissemos coisas
que só se dizem uma vez
Demos coisas
que só se dão uma vez.

28 de Maio

Ninguém vive nestas casas
ou pelo menos assim parece.
O dono porém está lá dentro
invisível persistente despótico
apesar de todas as suas feridas.
É por isso que os buracos
que os golfinhos abriram na água
estavam lá para esconder as provas
para esconder a primeira palavra
como as suas muitas consequências,
que nunca proferimos
e que nunca acaba.

1 de Junho

Acima deles o céu agiganta-se
ganha tamanho e aprofunda-se
nunca se cansa.


Campo de concentração de presos políticos Kondopúli, Limnos, 1948-1949
Campo de concentração Makrónissos, 1950

Yannis Ritsos
Diários do Exílio



24 de noviembre de 1948

Día de piedra, palabras de piedra.
Las orugas trepan por la pared.
Un caracol, con la casa a cuestas,
aparece en tu puerta
Puedes quedarte o puedes irte.
Todo es como es.
No es nada.
Esta nada no es blanda.
Está hecha de piedra.

27 de noviembre

Comemos, barremos, dormimos.
El ciego, despierto
palpa el aire con las manos.

29 de noviembre

Un día
como una mano

30 de noviembre

Cuando la nieve se derrita
seremos tal vez capaces de oír nuestra voz.
¿No seremos?

2 de diciembre

El cielo es un agujero.

3 de diciembre

Las cosas no suceden
como esperas.

Ni siempre la nube
es un perro fiel.
Y la llave más escondida
un día se pierde.

4 de diciembre

La puerta está abierta.
No consigo salir.

6 de diciembre

Cuando fue dada la señal, no estábamos allí
No, estábamos, pero nos negamos.
Entre la señal y la negativa
ahora perseguimos a un pájaro
o el viento.

Cuelga el sol
en el anzuelo de una palabra?

14 de diciembre

Las voces siempre adoptan la postura
de un cadáver sin zapatos.

27 de diciembre

Las paredes son cuatro
las cuento
mis dedos cinco
Los cuento
sábana blanca martes blanco
caballo blanco
nieve fangosa
No encuentro el número
No me consigo decidir.

29 de diciembre

Entro en el bosque
dentro está el león dormido
camino cuidadosamente con un pájaro en el hombro.

2 de enero de 1949

No nos hicimos amigos de las nubes.

4 de enero

Y de repente
el recuerdo de los pájaros
que se lanzaran en lo desconocido.

5 de enero

Las tres ventanas iluminadas
en la casa cerrada.
¿Fue alguna vez nuestra?

Todo es
como la luz que nos falta.

10 de enero

Tienes que atarte solo tus propias manos.
Las atas.
La noche corta la cuerda.

21 de enero

Una tregua.
No lo esperabas.
Qué bien se está esta noche.
Dos pájaros se adormecieron en tus bolsillos.

23 de enero

Por fin
el espejo te muestra
tus manos amputadas
ahora no tienes manos para aplaudir
tu victoria.

25 de enero

Un anciano miraba una nube.
Le vi sonreír
a la luz de esa nube - tan sereno
tan lejos del deseo y del dolor -
Le envidié.

Los viejos están de acuerdo con las nubes.
Y nosotros tardamos en envejecer.

7 de febrero

Sombras cargadas de piedras
el alambre de espino
te has olvidado la pronunciación correcta
de tu nombre.
Un gato negro corre
con la luna presa en la cola.
Qué extraño...
Un silencio tan grande
Y nadie se despierta.

11 de mayo

Cobertizo estrecho, largo, interminable
como un camino en tierra desconocida
no hablas la lengua de esta puerta.

Un hombre enfermo tose allá más al fondo
Otros dos juegan al backgammon
aquel hace la cama
aquel observa las moscas en el cristal de la ventana
por detrás de las moscas observa el mar
un barco siendo zarandeado por el viento.

Ahogarte, ¿por qué no?
¿es también una forma de vivir?

Después de la lluvia, los edificios y las piedras
cambian de color.
Dos viejos están sentados en un banco. No hablan.
Hay tantos gritos y tanto silencio que sobra.
Los periódicos envejecen pasada una hora.

Tiempo fuerte - tiempo débil, tiempo fuerte - tiempo débil
monotonía del cambio - tiempo fuerte:
tiempo débil - tiempo fuerte, estrofa - antiestrofa
y ni rabia ni tristeza.

13 de mayo

Aquí el día dura mucho
después anochece de repente
dormir se hace difícil
oyes los ronquidos bajo la manta
oyes cómo les crece la barba
les oyes rascarse las pelotas mientras maldicen.

Más tarde, cuando el viento se ha calmado
se oye el ruido del papel en la noche
y de repente el chasquido seco
de los párpados que se abren
para perseguir los sueños.

14 de mayo

Nos hemos acostumbrado a que las gaviotas
no traigan ningún mensaje
abren y cierran las alas
como si abrieran y cerraran las persianas
de una casa vacía.
Nos hemos acostumbrado a las noches en vela
a dormir destrozados como ventanas de cristales rotos
lisiados con sus muletas
la basura junto a la playa
raciones de pan arrojadas al mar
peladuras de patata pegadas a las rocas
como entrañas arrancadas
la sombra de una nube frente al cabo Sunio
el sonido de los eslabones de una cadena cayendo al agua por la noche
acostumbrándonos a que nos olviden.
Y era bella
aquella estatua sin brazos
que no sabías para dónde apuntaba
o siquiera si lo hacía.

17 de mayo

Como una tristeza antigua dentro de un poema nuevo. 

24 de mayo

Dijimos cosas
que sólo se dicen una vez
Dimos cosas
que sólo se dan una vez

28 de mayo

Nadie vive en estas casas
o eso parece.
Pero el dueño está dentro
invisible, persistente y despótico
a pesar de todas sus heridas.

Es por eso que los agujeros
que los delfines abrieran en el agua
estaban allí para ocultar las pruebas
para ocultar la primera palabra
y sus muchas consecuencias,
que nunca pronunciamos
y que nunca termina.

1 de junio

Sobre ellos el cielo se agranda
gana tamaño y profundidad
nunca se cansa.


Campo de concentración de Kondopouli para presos políticos, Limnos, 1948-1949
Campo de concentración de Makronissos, 1950

Yannis Ritsos
Diarios del exilio

1.7.24

Damnation, 1988. Béla Tarr




I don't care about stories. I never did. Every story is the same. We have no new stories. We're just repeating the same ones. I really don't think, when you do a movie that you have to think about the story. The film isn't the story. It's mostly picture, sound, a lot of emotions. The stories are just covering something. With "Damnation," for example, if you're a Hollywood studio professional, you could tell this story in 20 minutes. It's simple. Why did I take so long? Because I didn't want to show you the story. I wanted to show this man's life.

No me importan las historias. Nunca me importaron. Todas las historias son iguales. No tenemos historias nuevas. Sólo repetimos las mismas. Realmente no creo, cuando haces una película que tengas que pensar en la historia. La película no es la historia. Es sobre todo imagen, sonido, muchas emociones. Las historias sólo cubren algo. Con "Damnation", por ejemplo, si eres un profesional de un estudio de Hollywood, podrías contar esta historia en 20 minutos. Es simple. ¿Por qué me tomé tanto tiempo? Porque no quería mostrarte la historia. Quería mostrar la vida de este hombre.

Béla Tarr