vêm de longe e constroem casas inacabadas, deixam a meio os seus movimentos, e rodeiam as cidades de objectos anónimos: o espaço transforma-se num labirinto inextricável, onde cresce o que não terá o abrigo de um nome: mostram assim, com a precisão de quem aprendeu a não completar um gesto, a fragilidade dos nomes. O que abandonam, o que estão sempre a abandonar, para além da história de um longo e penoso esquecimento, são os seus gestos incompletos: paredes sem reboco, a falta de janelas, baldes pesados de cimento seco:
sobras, concentradas como denúncias.
Metástases de um mesmo silêncio.
:
O cântaro de barro mostra as mãos do oleiro,
a rabiça de arado, o suor de quem lhe pegou,
os ossos deformados destas mãos: a intimidade de um corpo:
Queres apagar aquilo de que te afastaste, mas não consegues: regressas, obsessivo, à malignidade da tua imagem naqueles espelhos. E esse regresso revela a tua vulnerabilidade:
tornaste-te um alvo.
E o tiro será certeiro.
Há mãos cuja falta é avassaladora. Que constroem minuciosos apagamentos. Até à simplicidade de um esboço.
Porém há esboços com a precisão do gume de uma navalha.
Eis o olhar inteiro. Íntegro.
Sen equívocos.
E sem sinónimos.
Como falar de homens dispersos pela falta de um rosto?
pela indiferença de cada corpo?
De homens que se movem num tempo sem relevo?
-que tenho eu que ver com isto?
Tudo, tens tudo
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Transforma os objectos em acusações:
não procura a sombra, nem desconhece a sombra:
tira a cor do seu refúgio,
e mostra-nos o fantasma que a habita:
o seu negro escondido.
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Inclemente, desabriga:
as coisas regressam à frieza que os nomes mascaram:
a nudez deste olhar reflecte a nossa nudez
e torna-a impartilhável.
Não escapamos a nós próprios:
Vemos
Vienen de lejos y construyen casas inacabadas, dejan sus movimientos a medias y rodean las ciudades de objetos anónimos: el espacio se convierte en un laberinto inextricable, donde crece lo que no tendrá el cobijo de un nombre: muestran así, con la precisión de quien ha aprendido a no completar un gesto, la fragilidad de los nombres. Lo que abandonan, lo que siempre abandonan, más allá de la historia de un largo y doloroso olvido, son sus gestos incompletos: paredes sin enlucir, ventanas que faltan, pesados cubos de cemento seco:
sobras, concentradas como denuncias.
Metástasis del mismo silencio.
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El cántaro de barro muestra las manos del alfarero,
la trasera del arado, el sudor de los que la recogieron,
los huesos deformados de esas manos: la intimidad de un cuerpo:
Quieres borrar aquello de lo que te has alejado, pero no lo consigues: regresas, obsesivo, a la malignidad de tu imagen en aquellos espejos. Y ese regreso revela tu vulnerabilidad:
te has convertido en un objetivo.
Y el disparo será certero.
Hay manos cuya carencia es avasalladora. Que construyen minuciosas eliminaciones. Hasta la simplicidad de un boceto.
Pero hay bocetos con la precisión del filo de una navaja.
Esta es la mirada completa. Intacta.
Sin equívocos.
Y sin sinónimos.
¿Cómo hablar de hombres dispersos por la falta de un rostro?
¿Por la indiferencia de cada cuerpo?
¿De hombres que se mueven en un tiempo sin relieve?
-¿Qué tengo yo que ver con esto?
Todo, lo tienes todo
:
Transforma los objetos en acusaciones:
no busca la sombra, ni desconoce la sombra:
saca el color de su refugio,
y nos muestra el fantasma que lo habita:
su negrura escondida.
:
Inclemente, deshabita:
las cosas regresan a la frialdad que los nombres enmascaran:
la desnudez de esta mirada refleja nuestra desnudez
y la hace impartible.
No escapamos de nosotros mismos:
Vemos
O Mediterrâneo - limpo de tosas as histórias que o tornaram límpido, de todos os quadros e de todos os poemas - não escapa, não poderá escapar, à água de sombras, que ele sempre foi.
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Uma coisa é o desejo de um regresso, e outra, a casa construída, destruída, e reconstruída que nos espera. Mas, quando nos aproximamos dela, e damos um passo para abrir a porta, ela desmorona-se
Alguns souberam olhar por essa fresta e construir a utopia, para se darem a pátria de um regresso.
(Regressa-se sempre ao que nunca existiu?)
As pausas entre massacres alimentam o comércio da "beleza": o nariz corroído das estatuas;
um phalus monstruoso, pintado afresco, na parede de uma casa de Pompeia;
a virgem bizantina, da abadia de Torcello: a grande angular dos seus olhos estrábicos.
Escrevê-lo: ir de palavra em palavra, procurando ligá-las numa frase, mínima que seja, uma frase impossível: obode só pode ser descrito por estilhaços: pêlo, cornos, lã, fios, grânulos, fóssil, músculos.
Inventou-se a casa para haver um regresso,
inventou-se o Mediterrâneo para haver partida e chegada.
Mas não se inventou o bode:
a avidez da sua exactidão.
Que transformou uma longa história
na revelação áspera do nosso presente.
um brilho opaco, duro: pressentimento de uma intermitência no tempo feliz das ficções? Mar não sobrevoado de gaivotas, mar de rochas sem algas, árido?, ou somente puro?, depurado pelo trabalho alquímico de uma revelação que o limpou, até o transformar nessa água pesada, onde não se imaginam o salto de um golfinho, nem a morosidade de caranguejos num movimento articulado de máquina: Mediterrâneo. Ainda não manchado pela morte, estéril até à transparência, extensão líquida, sem um único nome, de todos aqueles que o iriam povoar: pólvora, espadas, balas, naufrágios, torpedos, mísseis: a opulenta criação dos homens, que continua a cínica Criação de Deus. Ou que escapou a ela? Mediterrâneo. Onde por vezes se abre um interregno, que alguns homens reproduziram, e outros continuam a reproduzir, na tela, no papel e na pedra, pausas mumificadas nos museus, nas falésias sobre o mar, ou nos amáveis labirintos dos jardins barrocos, pausas, onde os efebos não envelhecem nem os homens morrem, consumidos pela sarna como Plotino, corpos-letras, intactos nas bibliotecas, que não sabemos se existiram ou se foram o fantasma de outros corpos, esse Mediterrâneo, esta fotografia apagou-o, ou melhor, abandonou-o, numa longa viagem regressiva, até à pureza estéril que antecedeu a História, um olhar que na sua regressão se tornou quase coincidente con o de Deus, mas que tem nesse quase a sua lucidez, ou seja, o saber inconsciente de uma realidade brutal que fez surgir no íntimo da criação divina, a barbárie da criação humana.
mar esquivo:
- precário e instável, ou duro e petrificado;
- o negro de uma vasa intocada, ou um sedimento feito dos detritos de todas as viagens, de todos os naufrágios e de todas as guerras;
- um desdobramento do tempo ou uma retracção do tempo.
Entre um osso e outro, um vazio que os mantém próximos.
A luz vem da superficie, verde e rugosa.
El Mediterráneo -limpio de todas las historias que lo han vuelto limpio, de todos los cuadros y de todos los poemas- no escapa, no podrá escapar, del agua de sombras que siempre fue.
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Una cosa es el deseo de un regreso, y otra, la casa construida, destruida y reconstruida que nos espera. Pero cuando nos aproximamos a ella y damos un paso para abrir la puerta, se derrumba
Algunos supieron mirar a través de esa grieta y construir la utopía, para darse la patria de un regreso.
(¿Se regresa siempre a lo que nunca existió?)
Las pausas entre masacres alimentan el comercio de la «belleza»: la nariz corroída de las estatuas;
un falo monstruoso, pintado al fresco, en la pared de una casa de Pompeya;
la virgen bizantina, de la abadía de Torcello: el gran angular de sus ojos entrecerrados.
En los momentos sin redención, nos percibimos que estamos únicamente viendo restos.
Escribirlo: ir de palabra en palabra, procurando unirlas en una frase, por mínima que sea, una frase imposible: la cabra sólo puede describirse por fragmentos: pieles, cuernos, lana, hilos, gránulos, fósiles, músculos.
Se inventó la casa para que pudiera haber un regreso,
se inventó el mediterráneo para que hubiera partida y llegada.
Pero no se inventó la cabra:
la codicia de su exactitud.
Que transformó una larga historia
en la áspera revelación de nuestro presente.
Un brillo opaco y áspero: ¿presentimiento de una intermitencia en el tiempo feliz de las ficciones? Mar no sobrevolado de gaviotas, mar de rocas sin algas, árido?, o solamente puro..., purificado por la obra alquímica de una revelación que lo limpió, hasta transformarlo en esta agua pesada, donde no se imaginan el salto de un delfín, ni la lentitud de cangrejos en un movimiento articulado de máquina: Mediterráneo. Aún no manchado por la muerte, estéril hasta la transparencia, una extensión líquida, sin un único nombre, de todos los aquellos que lo irían a poblar: pólvora, espadas, balas, naufragios, torpedos, misiles: la opulenta creación de los hombres, que continúa la cínica Creación de Dios. ¿O qué escapó de ella? Mediterráneo. Donde a veces se abre un intervalo, que algunos hombres reprodujeron, y otros continuan reproduciendo, en la tela, el papel y la piedra, pausas momificadas en los museos, en los acantilados sobre el mar, o en los amables laberintos de los jardines barrocos, pausas, donde los efebos no envejecen ni los hombres mueren, consumidos por la sarna como Plotino, cuerpos-letras, intactos en las bibliotecas, que no sabemos si existieron o si fueron el fantasma de otros cuerpos, ese Mediterráneo, esta fotografía, lo ha borrado, o más bien abandonado, en un largo viaje regresivo, hasta la pureza estéril que precedió a la Historia, una mirada que en su regresión se ha hecho casi coincidente con la de Dios, pero que tiene su lucidez en ese casi, es decir, en el saber inconsciente de una realidad brutal que hizo nacer en la profundidad de la creación divina, la barbarie de la creación humana.
mar esquivo:
- precario e inestable, o duro y petrificado;
- el negro de una jarra intacta, o un sedimento formado por los detritus de todos los viajes, de todos los naufragios y de todas las guerras;
- un desdoblamiento del tiempo o un repliegue del tiempo.
Entre un hueso y otro, un vacío que los mantiene próximos.
La luz viene de la superficie, verde y rugosa.
Nos objectos, a luz decompõe,
na carcaça da rês, pendurada de um gancho, a luz são os ossos,
num rosto, é a boca entreaberta:
geometrias antecipadas da morte
a estranheza:
o que de mais profundo abrigamos em nós:
este sou eu? estas armas? esta janela? este corvo morto?
Rodeia-nos a nossa intimidade
O recorte de um milhafre? Ou de uma águia? As penas desenham-se na extremidade das asas, a cebça de lado, e o bico curvo. Um negro clareia em negro. E espalha-se naquele corpo, tornando-se prisioneiro dele. Sem uma brecha, sem uma mácula. Quando desvio os olhos, vejo letras:
e tento encontrar nelas a palavra escondida, que é a devastação de uma frase.
O branco, a que costumamos atribuir o nome de todas as cores, encerra, aqui, a nitidez de uma falta:
o súbito roubo que é a luz.
Não temos pedras, terra, ou alcatrão. Não temos casas, jardins, montanhas. Não temos pessoas. Temos paredes que suportam o mundo: fotografias, quadros, sombras, portas, entradas e saídas, antecipações. Somos as nossas paredes. Tanto o que nelas falta como o que nelas há. Por qualquer parede espreita o muro. Aprendemos a construir paredes que se tornaram a imagem do mundo, o muro porém é um fóssil pronto a resnacer, uma cidade destruída, com a sua coreografia: colunas partidas, geometrias toscas, estátuas derrubadas, silèncios insuportáveis de tão rápidos. Somos povoamentos indecisos, estátuas que recortam a cinzento com o sujo, braços semiabertos, pernas semiabertas, mãos semiabertas. O cimento é a grande descoberta do sujo. Tudo o que se deposita nele é sujo, ou se transforma em sujo. Que assim encontra a sua morada
O Pártenon é o templo sobrante: há quanto tempo o tempo deixou de passar? Há quanto tempo nem uma pedra se desprende do capitel de uma coluna dórica? há quanto tempo se tornou inatingível pelo presente e pelo passado? Que o futuro, esse, é indesmoronável. um nome para a consolação dos crentes?
(...) A luz grega, maldosa, atirou outras luzes para as margens. Por ela iluminados, reconstruímos um passado que nunca existiu, porque a dor, os corpos suados e exangues, as mãos calejadas, não deixaram vestígios
Há quem faça utensílios de pedra, de madeira ou de barro, com a paciência de uma primeira vez, e assim preencha todo o passado, o passado de tudo: o presente.
Descrever um único objecto é descrever a totalidade do mundo
Rarefaz-se. Do nascimento à morte. Da presença à ausência. Com tenacidade construímos todos os pormenores do esquecimento
Ou.
Escrever até à insensatez: riscos, letras, riscos. Encher páginas e páginas "da falta de sentido", da violência de nem sequer poder interrogar, e mesmo assim querer ouvir uma resposta. ou uma pergunta. Riscar, amachucar, sujar, isto é, tornar uma folha, esta respirável. Sei lá como acabar frases, palavras, até letras? Posso continuá-las indefinidamente, posso atirar com raiva o lápis para cima da mesa, levantar-me e olhar a relva do jardim branca de geada, posso dar aos deuses a nitidez de uma palavra decisiva e derrotar os ingleses, posso levar à morte Danton, posso dizer que Saint-Just era belo e ouvi-lo discursar: ... cet homme doit régner ou mourir, posso tudo com um lápis e um papel, e tudo poderá acabar numa fogueira. Há o tempo das palavras impuras, que é o tempo em simultâneo das palavras puras: umas são a fogueira das outras. Mas todas renascem. Há um homem entre dois nomes: puro e impuro: não sabe o que fazer. Com o tempo, as suas palavras, que eram só tenteios, exasperações, medos, tornar-se-ão puras, depois impuras, e novamente puras... este homem sabe que o destino de qualquer palavra é esse, e que não poderá escapar, ele bem tenta mas milhares de anos de palavras tornaram-nas todas sujas
:
cada uma destas fotografias é um pormenor do esquecimento.
Há relógios para medir a ausência de tempo.
frente a estas fotografias, sentimos que o nosso corpo se retrai, se inquieta, se desgasta (desgosta) ou se fascina. A regressão concentra-o, dá-lhe a mudez: do inarticulado
Cada um de nós tem, é, os nomes todos do mundo, qualquer que seja a quantidade de nomes que se tenha. Meu avô tinha poucas dezenas, e eram os nomes todos do mundo. Eu tenho milhares e são também todos os nomes do mundo. Mas no meu avô, um nome ligaba centenas de coisas, em mim, um nome liga tão poucas coisas. Os milhares de nomes que tenho geram a solidão das coisas, os poucos que tinha meu avô acarinhavam-nas.
Rui Nunes
Da Luz à Lucidez: Paulo Nozolinho
En los objetos, la luz se descompone,
en el cadáver de una res, colgada de un gancho, la luz son los huesos,
en un rostro, es la boca entreabierta:
geometrías anticipadas de la muerte
extrañeza:
lo más profundo que albergamos en nosotros:
¿este soy yo? ¿estas armas? ¿esta ventana? ¿este cuervo muerto?
Nos rodea nuestra intimidad
¿El contorno de una cometa? ¿O de un águila? Las plumas se dibujan en el extremo de las alas, la cabeza de lado, el pico curvo. El negro se aclara en el negro. Y se extiende en ese cuerpo, convirtiéndose en su prisionero. Sin un vacío, sin una mancha. Cuando desvío los ojos, veo letras:
e intento encontrar en ellas la palabra oculta, que es la devastación de una frase.
El blanco, al que solemos atribuir el nombre de todos los colores, contiene aquí la nitidez de una carencia:
el repentino robo que es la luz,
No tenemos piedras, tierra ni asfalto. No tenemos casas, jardines, montañas. No tenemos personas. Tenemos paredes que sostienen el mundo: fotografías, cuadros, sombras, puertas, entradas y salidas, anticipaciones. Somos nuestras paredes. Tanto lo que en ellas falta como lo que en ellas está. A través de cualquier pared acecha el muro. Aprendemos a construir paredes que se convertirán en la imagen del mundo, pero el muro es un fósil pronto a renacer, una ciudad destruida, con su coreografía: columnas rotas, geometrías toscas, estatuas derribadas, silencios insoportables de tan rápidos. Somos asentamientos indecisos, estatuas que se recortan grises de suciedad, brazos entreabiertos, piernas entreabiertas, manos entreabiertas. El cemento es el gran descubrimiento de la suciedad. Todo lo que se deposita en él está sucio, o se ensucia. Así es como encuentra su morada
El Partenón es el templo sobrante: ¿hace cuanto tiempo el tiempo dejó de pasar? ¿Hace cuánto tiempo que una piedra se desprendió del capitel de una columna dórica? ¿Hace cuánto tiempo que es inalcanzable para el presente y el pasado? ¿Que el futuro, ese, es indescriptible, un nombre para consuelo de los creyentes?
(...) La luz griega, maligna, arrojó otras luces a los límites. Por ella iluminados, reconstruimos un pasado que nunca existió, porque el dolor, los cuerpos sudorosos y ensangrentados, las manos encallecidas, no dejaron rastro...
Hay quien hace utensilios de piedra, madera o barro, con la paciencia de una primera vez, y así llenan todo el pasado, el pasado de todo: el presente.
Describir un solo objeto es describir el mundo entero
Se reelabora a sí mismo. Del nacimiento a la muerte. De la presencia a la ausencia. Con tenacidad construimos todos los detalles del olvido
O.
Escribir hasta la insensatez: arañazos, letras, rasguños. Llenar páginas y páginas «de la falta de sentido», de la violencia de ni siquiera poder interrogar, y aún así querer oír una respuesta. O una pregunta. Rayar, arrugar, ensuciar, esto es, volver una página, esta, respirable. No sé cómo acabar frases, palabras, ¿ni siquiera letras? Puedo continuarlas indefinidamente, puedo tirar con rabia el lápiz encima de la mesa, levantarme y mirar la hierba del jardín blanca de escarcha, puedo dar a los dioses la nitided de una palabra decisiva y derrotar a los ingleses, puedo dar muerte a Danton, puedo decir que Saint-Just era hermoso y oírle decir: ... cet homme doit régner ou mourir, puedo hacer todo con un lápiz y un papel, y todo podrá acabar en una hoguera. Hay un tiempo para las palabras impuras, que es también un tiempo para las palabras puras: unas son la hoguera de las otras. Pero todas renacen. Hay un hombre entre dos nombres: puro e impuro: no sabe qué hacer. Con el tiempo, sus palabras, que eran solo tentativas, desasperaciones, miedos, se volverán puras, luego impuras, y nuevamente puras... este hombre sabe que el destino de cualquier palabra es ese, y que no podrá escapar de él, lo intenta con todas sus fuerzas, pero miles de años de palabras se volvieron todas sucias.
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cada una de estas fotografías es un detalle del olvido.
Hay relojes para medir la ausencia de tiempo.
Ante estas fotografías, sentimos que nuestro cuerpo se retrae, se inquieta, se agota (asqueado) o se fascina. La regresión lo concentra, le da la mudez: de lo inarticulado
Cada uno de nosotros tiene, es, todos los nombres del mundo, cualquiera que sea la cantidad de nombres que se tengan. Mi abuelo tenía unas pocas decenas y eran todos los nombres del mundo. Yo tengo millares y soy también todos los nombres del mundo. Pero en mi abuelo, un nombre unía cientos de cosas, para mí, un nombre une tan pocas cosas. Los millares de nombres que tengo generan la soledad de las cosas, los pocos que tenía mi abuelo las atesoraban.
Rui Nunes
De la luz a la lucidez: Paulo Nozolinho