30.12.11




He aquí la última frase de En busca del tiempo perdido -y si es la última, hay que creer que le atribuye especial importancia-: Al verlo sentado sobre una silla, acabé de comprender por qué el duque de Guermantes, a quien admiré, había envejecido un poco. Vio al anciano sentado sobre una silla y se dijo: "No envejeció tanto, lo reconozco". Omito una larga metáfora porque nos perderíamos. Desde que se levantó, solo pudo avanzar temblando como una hoja, sobre la cima dificultosa de ochenta y tres años, como si los hombres estuviesen ebcaramados sobre zancos vivientes, que crecen sin cesar, a veces más altos que campanarios, y que terminan por volver la marcha difícil y peligrosa y desde donde, de repente, caen.
¡Es un bello texto! Y no hay necesidad de tener ochenta y tres años como el duque de Guermantes. Este tipo de experiencia sucede a los veinte, sucede de vez en cuando. Veinte años ya es una enormidad, ya son zancos. Tres años son zancos. Son zancos desde los cuales caemos. Pero caemos siempre desde el interior del tiempo. Ese es el interior del tiempo. Y es en el interior del tiempo que ocupo un lugar desmesurado por relación al lugar que ocupo objetiva y subjetivamente en el espacio y en el tiempo. Creo que es esto lo que Proust quiere decir. Es la descripción proustiana del interior del tiempo que, una vez más, no es subjetivo ni objetivo.
Releo porque es tan bello... como si los hombres estuviesen encaramados sobre zancos vivientes, que crecen sin cesar, a veces más altos que campanarios, y que terminan por volver la marcha difícil y peligrosa y desde donde, de repente, caen. Me espantaba que los míos -los zancos- fuesen ya muy altos bajo mis pasos. Me parecía que ya no tendría la fuerza de mantener mucho tiempo unido a mí ese pasado que descendía ya tan lejos. Al menos si me hubiese dejado -la fuerza- el tiempo suficiente para consumar mi obra, no olvidaría primero -he aquí que esto se convirtió en lo primero- describir a los hombres haciéndolos parecer hombres monstruosos, como ocupando un lugar tan considerable al lado de aquel tan restringido que les está reservado en el espacio, un lugar al contrario prolongado sin límite en el tiempo, puesto que, como gigantes sumergidos en los años, contactan simultáneamente con épocas muy distantes entre las cuales vinieron a situarse tantos días.
¡Es sorprendente! Nos está diciendo que en el interior del tiempo -que no deben pensar ni como subjetivo ni como objetivo, sino, diría, como pura forma- y por poco que hayan vivido y por jóvenes que sean, ustedes son como gigantes que tocan de un lado un pasado milenario y de otro un futuro profundo. En el interior del tiempo tienen una talla que no tiene nada que ver con vuestra talla en el sentido de la posición que ocupan en el espacio y en el tiempo. Cuando por cortos momentos se piensan o se viven en el interior del tiempo, se dan cuenta de que poseen allí un lugar desmesurado. Como una talla interior.
En resumen, los atraviesa una distancia infinita. ¿Por qué los atraviesa una distancia infinita? Porque el interior del tiempo es el Todo del tiempo como Abierto. Vuelvo siempre a esta definición bergsoniana o a esta intuición bergsoniana: el tiempo es lo Abierto. Y bien, en lo Abierto cada uno de nosotros ocupa un lugar desmesurado que hace de cada quien un gigante con zancos desde los que a cada instante podemos caer o corremos el riesgo de caer. ¿Qué está contándonos? Que en el interior del tiempo la distancia entre los instantes se ahonda de tal manera que los dos instantes se separan, se elevan a una potencia sin medida común con su sucesión en el tiempo. Y que eso es lo inmenso o lo desmesurado. En otros términos, en el Todo del tiempo como Abierto lo desmesurado somos cada uno de nosotros. Lo cual no quiere decir que sea genial. Lo desmesurado son también nuestros ridículos, nuestros grotescos. En el interior del tiempo cada cosa, cada ser, adquiere esa desmesura gigantesca. (...)
Yo diría que hay tres dimensiones del tiempo en Proust: la dimensión del tiempo perdido, la dimensión del tiempo recobrado, y además la interioridad del tiempo, que no tiene privilegio y que se define por esa desmesura.

A mi modo de ver, aquello que Proust llama "esencia" -y es por eso que las esencias no están fuera del tiempo- es un punto de vista. No es algo visto, es un punto de vista. Es por eso que las esencias son objeto de creación. ¿Qué es el arte para Proust? No es la producción de cosas para ver, sino la creación de nuevos puntos de vista. Lo que se crea en Proust y aquello que los artistas crean a través de las obras son finalmente puntos de vista inauditos. En este sentido diría que es Leibniziano. Diré que al menos tiene en común con Leibniz la idea de que el mundo es inseparable de la creación de puntos de vista. En Leibniz es una creación de puntos de vista que está predeterminada  por la orden de Dios y por el entendimiento divino. En Proust evidentemente crear puntos de vista ya no es eso. ¿Y qué hace el arte? Por supuesto que hace obras. Pero la esencia no está en la obra, sino en el punto de vista. Y por supuesto, una obra implica todo tipo de puntos de vista.
¿Qué quiere decir que la esencia está en el punto de vista? En su libro sobre Leibniz, Michel Serres consagra un capítulo a Pascal. Hasta donde yo conozco, es lo mejor que se ha escrito sobre Pascal, a pesar de que es un autor sobre el cual se ha escrito mucho. Resumo la tesis de Serres. Dice que a finales del siglo XVI, principios del XVII, ocurre algo muy importante que es el descubrimiento del infinito en todos los dominios: matemáticas, astronomía, etcétera. Pero el infinito es muy complicado. Ni siquiera se trata de la cuestión de si el mundo es finito o infinito. El descubrimiento del infinito tal como se produce en los siglos XVI y XVII tiene una importancia fundamental porque hace saltar por los aires el centro. No hay más centro. Diré de buena gana que es un gran momento en que el hombre es desterritorializado. Es una gran desterritorialización del hombre. No hay más centro. ¿Dónde está el centro? ¿Dónde hallarlo? Es un descentramiento absoluto, tanto de los sistemas físicos, como de las matemáticas, etcétera. Es un gran momento de crisis. Será un problema común a todo el siglo XVII. Serres dice algo que me fascina: "Finalmente, su tarea será volver a encontrar un centro". ¿Pero dónde lo encontrarán? Volver a encontrar un centro en un mundo que lo perdió no es hallar alguno que no se había visto. No hay elección: hay que cambiar el concepto de centro.
Y vuelvo a mi punto subyacente. ¿Qué es la filosofía? La filosofía es crear conceptos. En cuanto se encuentran en una situación tal que los conceptos precedentes ya no funcionan -habrá que definir entonces qué tipo de situación es esta- los filósofos son aquellos que inventan los nuevos conceptos. Entonces no tienen elección: o bien el pensamiento entrará en una crisis de la que no saldrá, o bien encontrarán los conceptos. La respuesta está dada de antemano: siempre se arregla. Encontrarán los conceptos.
Ustedes comprenden, es preciso que cambien la noción de centro, sino están perdidos. ¿Cómo van a hacerlo? Es allí que el análisis de Serres me parece muy bueno. Dice que implica una ruptura con todo tipo de cosas porque grosso modo, resumiendo mucho, el centro era el centro de una configuración. ¿Cuál era la configuración más simple? La esfera. El centro estaba definido por la equidistancia. Todo esto implica cierta geometría. Digamos que el centro era el punto de equilibrio. Lo que digo es muy sumario, pero es así como hace falta que procedan en vuestro propio trabajo: para dar cuenta de un concepto original, es preciso que tengan coordenadas extremadamente simples. El centro como centro de equilibrio o centro de configuración.
¿Cuál va a ser el estruendo? Y no es uno solo el que va a producirlo. Va a abrirse paso en muchos que no tienen nada que ver entre sí, que son autores muy diferentes: la noción de punto de vista. Imaginen a alguien que les dice que el centro no es el centro de una figura. Noten que "centro de una figura" o "centro de configuración" remite aproximadamente a esencia. Se podría decir que esencia es una configuración equilibrada, una configuración en estado de equilibrio, una configuración centrada. Eso es una "forma" o una "esencia" -en griego es la misma palabra-. He aquí que nos dicen -imagínenlo- que el centro no es eso. Y por una buena razón ya no lo hay. Ya no hay más centro de equilibrio. Dicen que en rigor eso funciona para un sistema finito, pero no en "una balanza cuyos astiles son infinitos" -célebre texto de Pascal entre las tesis científicas-.
Todo esto comienza en el Renacimiento. Y surge esta extraña conversión: el centro ya no será centro de la configuración, vale decir esencia, sino que será punto de vista. ¿Qué quiere decir eso? Quiere decir que la única manera de poner orden en las cosas es hallar el puntode vista. Antes las cosas estaban en orden en función de un centro, de su centro, de su punto de equilibrio. Lo perdieron, el mundo ya no tiene punto de equilibrio ni equilibrio. ¿Qué quiere decir esto? La noción de centro es reemplazada por la de punto de vista. Se trata siempre de un punto, de el punto-centro devino centro de vista. Es en el punto de vista que se encontrará la unidad y el ordenamiento que el mundo ha perdido.
Y esto le es muy útil al mundo. Y el hecho de que dos autores de espíritus tan diferentes como Leibniz y Pascal se orienten hacia esa fe, y el hecho de que siendo ambos sabios, es decir ocupándose de las ciencias, siendo dos grandes matemáticos, participen con independencia uno del otro en la formación de una nueva disciplina matemática que se llamará analisis situs, y más tarde de otra que se llamará "geometría descriptiva", evidentemente depende directamente de esto. En la base de las revoluciones científicas no hay solamente movimientos científicos muy potentes. Esto plantea problemas de relaciones entre ciencia y filosofía.
Tomen la geometría proyectiva. Lo muestra Serres, y me parece que forma parte de las bellas páginas de historia del pensamiento. ¿Qué es, del modo más simple, la geometría proyectiva? La que se apodera del problema de las cónicas. ¿Qué quiere decir esto?  Pónganse en la siguiente situación: llamemos S al vértice del cono. Lo reconocieron enseguida, se asimila a un ojo. El vértice del cono no es el centro de una figura en equilibrio. El vértice del cono es un punto de vista. Es preciso que haya un ojo. Lo que define S es un ojo. ¡Qué revolución!
Creo que retomo exactamente una frase de Serres: "Se saltó de una geometría de una esfera a una geometría de un cono". No se trata simplemente de saltar de una figura a otra en un espacio homogéneo. Esto va a arrojarles un espacio completamente nuevo. ¿Cuál? Ya pueden adivinarlo: un espacio proyectivo en vez de un espacio euclidiano. No es poca cosa. El espacio euclidiano es el de las configuraciones equilibradas. Aquí estamos en un espacio extraño -ni siquiera hace falta hablar de nuestros espacios actuales, lo pueden imaginar-. Entonces si se corta el cono por un plano que pasa por el vértice S, la proyección del cono deviene un punto. Si se corta por un plano paralelo a la base, la proyección del cono es un círculo. Si se corta por un plano oblicuo, transversal, la proyección del cono es una elipse. Si se corta por una generatriz, eso se llama parábola. Esto para simplificar, pero de hecho tiene dos conos opuestos. Si lo cortan por un plano que corta vuestros dos conos, lo cual no era el caso anterior de la generatriz... tiene vuestro punto de vista o hipérbola. ¿Qué pasa? Definieron un conjunto de figuras que no tienen estrictamente nada que ver con el punto de vista antiguo en el que una figura se definía por un centro de configuración o por un centro de equilibrio. Como dice muy bien Pascal, unas son infinitas, las otras son finitas. Unas son abiertas, las otras cerradas. Parábola e hipérbola son abiertas e infinitas. Círculo y elipse son cerradas y finitas. ¿Qué las unifica? Con la noción de punto de vista se descubrió una nueva manera de poner orden donde ya no lo había. (...)
Los puntos de vista no preexisten. Puedo decir que escalo una montaña, pero el punto de vista no preexiste en la naturaleza. En el mejor de los casos puedo descubrir un nuevo punto de vista. Constituirá un panorama.
Por supuesto que el pedacito de pared amarilla de Veermer es una cosa vista. Pero ese amarillo de Veermer es un punto de vista. En Van Gogh aparecerá de lleno la idea del color como punto de vista y no como cosa vista. ¿Qué querrá decir cuando diga: "¡Ah, sí! Puse un poco alto mi amarillo"? Quiere decir que se instaló en ese punto de vista más elevado donde el amarillo deviene -como dice él- un "amarillo arbitrario". Es algo muy ligado a la creación. Van Gogh dice que es un "colorista arbitrario". Ahora bien, todos los grandes pintores son por definición coloristas arbitrarios. (...)

Gilles Deleuze
Los signos del movimiento y el tiempo