22.12.11
Professione: Reporter, 1975. Michelangelo Antonioni
Los dos caballos
Ella no había tomado parte para nada -de hecho lo rehuía con
obstinación-;
sin embargo, tras la celosía de la contraventana había observado
con interés (quizá hasta con envidia) las escenas baratas de la
calle:
aquel caballo de cartón, los gitanos, los clarinetes,
aquella mona de la pandereta, el oso grande de la anilla,
la música que subía en espiras tras las máscaras, una nube
un poco a la derecha del gorro del arlequín. Y todo eso
cortado en rodajas por las tablillas de la celosia. Ahora
intentaba unir esas escenas abstrayendo
las listas negras de en medio, que había dejado sobre ellas la
celosía,
como si tejiera una manta eligiendo los colores más vivos,
o como si abriera por fin su ventana. Y en tanto losdemás,
los que divertían y los divertidos por ellos, las habían olvidado ya
y aquel caballo ya no era más que trocitos de cartón y más cartón,
ella había abierto en verdad su ventana de par en par;
y sacudido su manta nueva. Al fondo,
pasaba un caballo blanco con imperceptibles listas azules.
Tarde
La tarde no es sino yesos caídos, piedras negras, espinas secas.
La tarde tiene un color difícil de pasos que se quedaron a la
mitad
de tinajas viejas enterradas en el patio, y sobre ellas cansancio y
hierbas.
Dos muertos, cinco muertos, doce, -tantos y tantos-.
Cada hora tiene su muerto. De pie tras las ventanas
están los que faltan y la jarra con el agua que no bebieron.
Y esta estrella que ha caido al final de la noche
es como la oreja cortada que no oye los grillos
que no oye nuestras justificaciones -no acepta
oír nuestras canciones- sola, sola,
sola, cortada, indiferente a la venganza o al reconocimiento de
su inocencia.
Conocimiento de lo indefinido
Cuando sonó el reloj, bastante lejos de su ventana,
se dió cuenta de que había anochecido -no por el número de
campanadas,
no las contaba siquiera, sino por la calidad del sonido-. Notó
por la fragancia, un tanto húmeda, de las sábanas que era
primavera.
Notó, incluso, la manera de quitarse el zapato de una mujer
debajo de una mesa con cinco vasos,y que estaba cansada.
Esto lo notó particularmente por el aire del quinto vaso,
Su brillo apagado -tanto cansancio magnífico, orgulloso,
inmortal-.
Procedimiento
Día tras día se despojaba de sus armas. Primero se quitó la ropa,
luego la ropa interior, luego la piel,
luego la carne y los huesos; hasta que al final
quedó esa sustancia sencilla, cálida, limpia,
con que él solo, invisible y sin manos, había modelado
cántaros menudos, poemas y seres humanos.
Y posiblemente uno entre ellos fuera él.
Perspectiva
Nuestras viviendas están construidas sobre otras casas,
rectilíneas, marmóreas
y ésas encima de otras. Sus cimientos
se sostienen sobre las cabezas de estatuas erectas, sin brazos.
De suerte que, por muy abajo que se refugien de los vientos, en
el campo, bajo los olivos, nuestras cabañas,
pequeñas, ahumadas, con sólo una botija a la puerta,
te imaginas que vives en las alturas y que todo alrededor brilla
el viento;
otras veces, imaginas que estás fuera de las viviendas, que no
tienes
casa alguna, y avanzas completamente desnudo,
solo bajo el cielo terriblemente azul o blanco,
y una estatua, alguna vez, apoya suavemente su mano en tu
hombro.
Verso
Un profundo sabor a final precede al poema. Principio.
Yannis Ritsos
Paréntesis. Testimonios.