26.4.12
Caligrafía china.
Ideogramas en China.
Trazos en todas las direcciones. En todos los sentidos comas, bucles, ganchos, acentos, al parecer, a cualquier altura, a cualquier nivel; desconcertantes matorrales de acentos.
Arañazos, quiebras, inicios que parecen haber sido detenidos de repente.
Sin cuerpos, sin formas, sin rostros, sin contornos, sin simetría, sin un centro, sin recordar nada conocido.
Sin regla aparente de simplificación, de unificación, de generalización.
Ni sobrios, ni depurados, ni despojados.
Cada cual como diseminado,
así es el primer acceso.
Ideogramas sin evocación.
Caracteres variados interminables.
La página que los contiene: un vacío lacerado.
Lacerado por múltiples vidas indefinidas.
Hubo, sin embargo, una época en la que los signos aún hablaban, o casi, alusivos ya, señalando más que cosas, cuerpos o materias, señalando grupos, conjuntos, exponiendo situaciones.
Hubo una época. Hubo otras. Sin tratar de simplificar ni abreviar, cada una empeñada en la tarea de despistar por su cuenta, se puso, borrando las pistas, a manipular los caracteres de tal modo que los alejaba una vez más de manera distinta de la legibilidad primitiva.
Tránsito.
(...)
Abstraerse había vencido.
Con los reducidos, lo deformes que son, esos caracteres ilegibles para cientos de chinos no eran, sin embargo, para ellos, letra muerta. Mantenidos fuera del círculo de los letrados, los campesinos, ciertamente, los miraban sin comprenderlos, pero no sin sentir que les pertenecían a pesar de todo, estos signos ligeros, parientes de los techos curvos, de los dragones y los personajes de teatro; de los dibujos y las nubes también, y generalmente de los paisajes con ramas florecidas y hojas de bambú que habían visto en imágenes y que apreciaban.
(...)
Bajo esta luz, cualquier página escrita, cualquier superficie cubierta de caracteres se volvía hormigueante y rebosante... llena de cosas, de vidas, de todo lo que hay en el mundo... en el mundo de China
llena de lunas, llena de corazones, llena de puertas
llena de hombres que se inclinan
que se retiran, que se guardan rencor, que hacen las
paces
llena de obstáculos
llena de manos derecha, de manos izquierda
de manos que se aprietan, que se responden, que
se enlazan para siempre
llena de manos frente a frente,
de manos en guardia, de manos ocupadas
llena de mañanas
llena de puertas
llena de agua cayendo gota a gota de las nubes
llena de barcazas que atraviesan de una orilla a otra
llena de alzamientos de tierra
llena de crisoles
y de arcos y de fugitivos
y llena de calamidades
y llena de ladrones llevándose bajo el brazo los
objetos robados
y llena de codicias
y llena de mallas
y llena también de palabras sinceras
y llena de reuniones
y llena de niños nacidos de pie
y llena de agujeros en la tierra
y de ombligos en el cuerpo
y llena de cráneos
y llena de fosas
y llena de aves de paso,
y llena de recién nacidos -¡cuántos recién nacidos!-
y llena de metales en las profundidades del suelo
y llena de tierras vírgenes
y de vapores que suben de los herbazales y de los
pantanos
y llena de dragones
llena de demonios vagando por los campos
y llena de todo lo que existe en el universo
tal cual o diferentemente ensamblado
elegido a propósito por el inventor de signos para
estar juntos
escenas para dar qué pensar
escenas de todo tipo
escenas para ofrecer un sentido, para ofrecer varios,
para proponérselos a la mente
para dejarlos emanar
grupos para que resulten ideas
o para que se resuelvan en poesía.
(...)
Durante mucho tiempo, los chinos habían, como en otros ámbitos, sucumbido al encanto del parecido: primero del próximo, luego del lejano parecido, después, de la composición con elementos parecidos.
Barrera también. Fue necesario saltarla.
(...)
Abstraerse es liberarse, desatascarse.
El destino de los chinos en la escritura era la absoluta ingravidez.
(...)
Asimismo el calígrafo debe recogerse primero, cargarse de energía para liberarse de ella después, descargarse de ella. De un golpe.
(...)
... En cierto modo semejante al agua, a lo que tiene de más fuerte y de más ligero, de menos perceptible, como lo son las arrugas, que siempre fueron tema de estudio en China.
Arrugas profundas, arrugas finas, arrugas del agua que corre o cae en cascada y que vuelve a salir gorgoteando a la superficie. Algunos pintores se han hecho célebres por sus arrugas de agua, y el mismo admirable Wang Wei lo es por haber hallado la arruga "de la lluvia y de la nieve".
(...)
De lo múltiple sale la idea.
Caracteres abiertos en varias direcciones.
Equilibrio.
(...)
Sólo importa la "justa proporción", el "justo lugar".
Y la página perfecta es aquella que "parece haber sido trazada de un solo trazo".
(...)
China, país en el que se meditaba en los trazados de un calígrafo de la misma manera que en otro se meditaba en un mantra, en la substancia, el principio, o en la Esencia.
Caligrafía cerca de la cual, sencillamente, se está cerca como de un árbol, de una roca, de una fuente.
Henri Michaux
Escritos sobre pintura