9.4.13


Robert Adams


Entonces el azar nos parece bello, porque distinguimos en él una especie de principio de organización, de esfuerzo, para componer nuestra vida; y nos vuelve fácil, inevitable, en ocasiones -tras las interrupciones que nos han inducido la esperanza de dejar de acordarnos- cruel, la fidelidad a unas imágenes a cuya posesión más tarde nos creeremos predestinados, y que, sin su intervención, no habríamos podido olvidar al principio, como tantas otras, tan fácilmente.

Marcel Proust
En la busqueda del tiempo perdido