12.1.24

 

Cabinet of Natural Curiosities, 1734 - 1765. Albertus Seba





Su lenguaje se tornó más sobrio, más factual, desconfiando de lo "bello" y tratando de ser verdadero. Es por tanto -si se me permite buscar mi expresión en el campo visual, sin perder de vista la policromía de una supuesta actualidad- un lenguaje más "gris", un lenguaje que, entre otras cosas, también quiere ver situada su "musicalidad" en un lugar en el que ya no tenga nada en común con aquella "armonía" que, más o menos despreocupadamente, se escuchaba con lo que ha de ser más terrible, o resonaba a su lado.


A pesar de no prescindir de una plurivalencia de expresión, el objetivo de este lenguaje es el rigor. No transfigura, no "poetiza": nombra y postula, busca delimitar el campo de lo dado y lo posible. Por supuesto, la fuerza motriz aquí nunca es el lenguaje en sí, sino siempre y únicamente un yo que habla desde el ángulo particular de su existencia, para el que es importante definir un perfil y una orientación. La realidad no es, la realidad hay que buscarla y conquistarla.


Paul Celan

Respuesta a una solicitud de la Librairie Flinker, París (1958)




A sua linguagem tornou-se mais sóbria, mais factual, desconfia do “belo”, tenta ser verdadeira. É por tanto -se me e permitido procurar a minha expressão no campo visual, não perdendo de vista a policromia de uma pretensa actualidade- uma linguagem “mais cinzenta”, uma linguagem que, entre outras coisas, também quer ver a sua “musicalidade” situada num lugar onde ela já não tenha nada em comum com aquela “harmonia” que, mais ou menos despreocupadamente, se ouviu com o que há de mais terrível, ou ecoou a seu lado.


Apesar de não prescindir de uma plurivalência da expressão, o objectivo dessa linguagem é o do rigor. Não transfigura, não “poetiza”: nomeia e postula, procura delimitar o campo do que é dado e do que é possível. É claro que o motor nunca é aqui a própria linguagem, mas sempre e somente um eu que fala a partir do ângulo particular da sua existência, para o qual é importante definir um perfil e uma orientação. A realidade não é, a realidade vai ser procurada e conquistada.


Paul Celan

Resposta a um inquérito da Librairie Flinker, Paris. (1958)








En medio de tantas pérdidas, una cosa permaneció accesible, cercana y salvada: la lengua.


Sí, a pesar de todo, ella, la lengua, permanecía a salvo. Pero entonces tuvo que cruzar su propio vacío de respuestas, el terrible enmudecimiento, las mil sombras de un discurso letal. Cruzó y no gastó una palabra en lo que pasó, pero cruzó esos acontecimientos. Cruzó y pudo resurgir "enriquecida" por todo ello. En aquellos años y en los que siguieron, intenté escribir poemas en este lenguaje: para hablar, para orientarme, para saber dónde estaba y adónde me llevaría, para hacer mi proyecto de realidad.


Como puedes ver, era un acontecimiento, un movimiento, siempre en camino, un intento de encontrar una dirección. Y si me pregunto cuál es su significado, entonces creo que tendré que decirme a mí mismo que esta pregunta también incluye la pregunta sobre la dirección de las manecillas del reloj.


Porque el poema no es intemporal. Es cierto que proclama una pretensión de infinitud, pretende actuar a través del tiempo - a través de él, pero no más allá de él.


El poema, siendo como es una forma de manifestación del lenguaje y, por tanto, en su esencia dialógico, puede ser un mensaje en una botella, arrojado al mar con la convicción -ciertamente no siempre muy esperanzada- de que un día acabará en una playa, tal vez una playa del corazón. También en este sentido los poemas están en camino, tienen una dirección.


¿Hacia dónde? Hacia algo abierto, algo que puede ser ocupado, quizás hacia un tú apostrófico, hacia una realidad apostrófica. Creo que, para el poema, son estas realidades las que cuentan. Y creo también que razonamientos como éste acompañan no sólo mis propios esfuerzos, sino también los de otros poetas de la generación más joven. Son los empeños de quienes, sobrevolados por estrellas que son obra del hombre, de quienes, sin techo, en este sentido ni siquiera soñado hasta ahora y, por tanto, desprotegidos de la manera más inquietante, van al encuentro del lenguaje con su existencia, heridos por la realidad y en busca de la realidad.


Paul Celan

Discurso en la entrega del Premio Literario de la Ciudad Libre y Hanseática de Bremen (1958)




No meio de tantas perdas, uma coisa permaneceu acessível, próxima e salva - a língua.

Sim, apesar de tudo, ela, a língua, permaneceu a salvo. Mas depois teve que atravessar o seu próprio vazio de respostas, o terrível emudecimento, as mil trevas de um discurso letal. Ela fez a travessia e não gastou uma palavra com o que aconteceu, mas atravessou esses acontecimentos. Fez a travessia e pôde reemergir “enriquecida” com tudo isso. Nesses anos e nos seguintes tentei escrever poemas nesta língua: para falar, para me orientar, para saber onde me encontrava e onde isso me iria levar, para fazer o meu projecto de realidade.

Foi, como podem ver, acontecimento, movimento, estar sempre a caminho, foi a tentativa de encontrar um rumo. E se pergunto qual é o seu sentido, então penso que terei de dizer a mim próprio que nesta pergunta também fala a pegunta sobre o sentido dos ponteiros do relógio.

Porque o poema não e intemporal. É certo que proclama uma pretensão de infinito, procura actuar através dos tempos - através deles, mas não para além deles.

O poema, sendo como é uma forma de manifestação da linguagem e, por conseguinte, na sua essência dialógico, pode ser uma mensagem na garrafa, lançada ao mar na convicção - decerto nem sempre muito esperançada- de um dia ir dar a alguma praia, talvez a uma praia do coração. Também neste sentido os poemas estão a caminho - têm um rumo.

Para onde? Em direcção a algo de aberto, de ocupável, tal vez a um tu apostrofável, a uma realidade apostrofável. Penso que, para o poema, o que conta são essas realidades. E acredito ainda que raciocínios como este acompanham, não só os meus próprios esforços, mas também os de outros poetas da geração mais nova. São os esforços de quem, sobrevoado por estrelas que são obra humana, de quem, sem tecto, também neste sentido até agora nem sonhado e por isoo desprotegido da forma mais inquietante, vai ao encontro da língua com a sua existència, ferido de realidade e em busca de realidade.


Paul Celan

Alocução na entrega do Prémio Literário da Cidade Livre e Hanseática de Bremen (1958)








El Meridiano (1960)


El arte, recuerden, el arte es como una marioneta, un ser jámbico de cinco patas y -esta característica, a través de la alusión a Pigmalión y su criatura, también está mitológicamente documentada- sin descendencia. (...)

Lenz, o más bien Büchner, utiliza - "¡ah, el arte!"- palabras muy despreciables al referirse al "idealismo" y a sus "marionetas de madera". Y las contrapone -seguidas de inolvidables líneas sobre la "vida de las criaturas más diminutas", los "estremecimientos", las "alusiones", el "juego expresivo tan sutil que apenas se advierte"- a lo natural y lo humano. E ilustra su concepción del arte con una experiencia:

“Cuando subía ayer por la ladera del valle, vi a dos muchachas sentadas en una roca: una de ellas se recogía el pelo, la otra la ayudaba; y su cabello rubio caía, suelto, y su rostro era pálido y serio, y al mismo tiempo tan joven, y su vestido era negro, y el de la otra tan llena de cuidados.... Las obras más bellas y conmovedoras de los antiguos maestros alemanes apenas dan una idea de esta escena. A veces uno desearía ser la cabeza de Medusa para poder convertir en piedra a un grupo como éste y luego correr a llamar a todo el mundo".

Fíjense bien: "Uno desearía ser cabeza de Medusa" para... ¡aprehender lo natural en cuanto natural a través del arte!

Uno desearía, ojo, es lo que se dice en este pasaje, y no yo desearía.

Esto significa una retirada de la esfera de lo humano, una salida a un dominio orientado hacia lo humano e inquietante - el mismo donde la figura del mono, los autómatas, y como ellos... ah, también el arte, parecen estar en casa.

El Lenz histórico no habla así. Es Büchner quien habla, y aquí oímos la voz del propio Büchner: para él, el arte sigue teniendo también aquí algo de inquietante. (...)

Se trata ciertamente -y es la voz de Büchner la que me lleva a esta suposición- de cosas inquietantes, antiguas, milenarias. Y si hoy insisto tanto en ellas, es porque tales cosas están en el aire - en el aire que tenemos que respirar.

¿No hay en Georg Büchner, en el poeta de la criatura, un cuestionamiento del arte, quizá sólo a media voz, quizá sólo semiconsciente, pero no por ello menos radical, o precisamente radical en el verdadero sentido de la palabra? ¿No cuestiona el arte  a partir de este mi punto de vista? ¿No es el suyo un cuestionamiento al que debe volver toda la poesía actual si quiere seguir cuestionándose a sí misma? En otras palabras, y dejando de lado algunas cosas: ¿podemos, como ocurre ahora en todas partes, suponer que el arte es algo dado y un presupuesto incondicional? ¿Debemos, para decirlo muy concretamente, sobre todo, digamos, llevar el pensamiento de Mallarmé hasta sus últimas consecuencias? 

(...) Quien pone el arte ante sus ojos y en sus sentidos -y sigo refiriéndome a la historia de Lenz- se olvida de sí mismo. El arte provoca un distanciamiento del Yo. El arte exige una cierta distancia, un cierto camino, en una cierta dirección.

¿Y la poesía? ¿La poesía que no puede evitar seguir el camino del arte? De ser así, ¡éste sería realmente el camino hacia la cabeza de Medusa y el autómata!

No busco una salida, sólo sigo haciéndome preguntas, en la misma dirección y, creo, en la dirección indicada por el fragmento de Lenz.

Tal vez la poesía -es sólo una pregunta- tal vez la poesía, como el arte, se dirija, con un yo que se ha olvidado de sí mismo, hacia esas cosas inquietantes y extrañas, para liberarse de nuevo -¿pero dónde? pero ¿en qué lugar? pero ¿con qué medios? pero ¿en qué condiciones?

Si ese es el caso, el arte sería el camino que la poesía tiene que tomar, ni más ni menos.

Sé que hay otros caminos más cortos. Pero la poesía también se nos adelanta a veces. También la poesía roza nuestros caminos.

Dejo al olvidadizo de sí mismo, al que se ocupa del arte, al artista. Creí encontrar poesía en Lucile, y Lucile capta el lenguaje como figura y dirección y aliento: también busco lo mismo aquí, en esta obra de Büchner, busco al propio Lenz, lo busco -como persona-, busco su figura: en nombre del lugar de la poesía, en nombre de la liberación, en nombre de seguir adelante... (...)

"... pero a veces le resultaba desagradable no poder caminar cabeza abajo". - Ese es Lenz. Creo que en realidad es él y su paso.

Cualquiera que camine al revés tiene el cielo como un abismo debajo de él.

Poesía: es todo aquello que pueda significar un cambio en la respiración. ¿Quién sabe si la poesía no emprende el camino -también el camino del arte- hacia ese cambio? Tal vez lo consiga, puesto que lo extraño, es decir, el abismo y la cabeza de Medusa, el abismo y los autómatas, parecen ir en una misma dirección -tal vez entonces sea capaz de distinguir entre extrañeza y extrañeza, tal vez la cabeza de Medusa se atrofie precisamente ahí, tal vez precisamente ahí fallen los autómatas- en este breve y único momento. Tal vez aquí, con el "yo" -este "yo" sorprendido y liberado aquí y de este modo-, tal vez aquí se libere un Otro.

Tal vez el poema sea él mismo a partir de este momento... y pueda ahora, de esta manera no artística y liberada del arte, seguir sus otros caminos, y así también los caminos del arte -seguirlos, seguirlos y volverlos a seguirlos.

Tal vez.

Tal vez se podría decir que cada poema lleva inscrito su propio "20 de enero". Tal vez sea esto lo nuevo de los poemas que se escriben hoy: que es aquí donde, de la manera más clara, intentan mantener vivo el recuerdo de estas fechas.

Pero, ¿no es a partir de estas fechas que se escribe nuestro destino? ¿Y hacia qué fechas estamos escribiendo?

Pero ¡el poema habla! Mantiene vivo el recuerdo de sus fechas, pero habla. Por supuesto, siempre y sólo habla por su propia causa, la más propia que uno pueda imaginar.

Pero creo -y esta idea no puede sorprenderles ahora- creo que una de las esperanzas del poema ha sido siempre precisamente hablar por la causa de otro -no, ahora no puedo usar esa palabra-, hablar en nombre de un Otro, quién sabe si en nombre de un radicalmente Otro. (...)

El poema se detiene o alberga esperanzas -palabra que tenemos que relacionar con la criatura- cuando se encuentra con tales pensamientos.

Nadie puede decir cuánto tiempo durará esta pausa en la respiración, que alimenta las esperanzas y el pensamiento. El reino de lo "rápido", que siempre ha sido el de "ahí fuera", ha ganado en velocidad. El poema lo sabe, pero mantiene su rumbo hacia ese "Otro", por lo que cree que puede ser alcanzado, a la espera de ser liberado, tal vez ni siquiera ocupado, y al mismo tiempo vuelto hacia él, hacia el poema -digamos: como Lucile.

Es cierto que el poema -el poema de hoy- muestra (y esto, creo, sólo indirectamente tiene que ver con las dificultades -que no debemos subestimar- de la elección de palabras, con un mayor declive de la sintaxis o del sentido más despierto de la elipsis), el poema muestra, y esto es innegable, una fuerte tendencia al enmudecimiento.

Se afirma (permítanme, después de tantas formulaciones radicales, añadir ésta), el poema se afirma al margen de sí mismo; para subsistir, se evoca y se recupera incesantemente, en un movimiento que va de su Ya-no a su Todavía-siempre.

Este Todavía-siempre no puede ser otra cosa que un discurso -no sólo lenguaje, por tanto, ni probablemente tampoco "co-respondencia" (Ent-sprechung) en el nivel del lenguaje.

Más bien es lenguaje actualizado, liberado bajo el signo de un proceso de individuación radical, es cierto, pero al mismo tiempo sigue siendo consciente de los límites que le fija el lenguaje, de las posibilidades que se le abren en el lenguaje.

Este Todavía-siempre del poema sólo puede encontrarse en la poesía de quien no olvida que habla desde el ángulo de incidencia de su existencia, de su condición humana.

Entonces el poema sería -aún más claramente que antes- lenguaje, convertido en figura, de un ser singular, y, en su esencia más profunda, presencia y evidencia.

El poema es solitario. Es solitario y está en camino. Quien lo escribe se convierte en parte integrante de él.

Pero, ¿no se encontrará el poema, precisamente por ello, y por tanto ya en este momento, en la situación del encuentro - en el misterio del encuentro? (...)

El poema se convierte -¡y en qué condiciones! - en el poema de un sujeto que insiste en ser sujeto de percepción, atento a todos los fenómenos, y que cuestiona y apostrofa estos fenómenos: y se convierte en diálogo, a menudo en un diálogo desesperado.

Sólo en el espacio de este diálogo lo apostrofado se constituye y se concentra en torno al "yo" que lo aborda y lo nombra. Pero este ente apostrofado, como transformado en Tú por el nombramiento, introduce también su Ser-otro en esta presencia. Incluso en el aquí y ahora del poema -y el poema siempre sólo tiene este presente único y puntual-, incluso en esta inmediatez y proximidad, deja hablar a lo más suyo, ese Otro: su tiempo.

Cuando hablamos así a las cosas, siempre nos enfrentamos a la pregunta de dónde vienen y a dónde van: una pregunta "abierta", "que no lleva a ninguna conclusión", que apunta a un espacio abierto y vacío y libre -estamos muy lejos, "ahí fuera"-. El poema, creo, también busca este lugar.

¿El poema?

¿El poema con sus imágenes y tropos?

¿De qué hablo realmente cuando, desde esta dirección, en esta dirección, con estas palabras, hablo del poema? ¿Del poema? No, ese poema. ¡Pero hablo del poema que no existe!

El poema absoluto - ¡no, es más que seguro que no existe!

Pero existe, eso sí, con cada poema verdadero, con el más modesto de los poemas, esa pregunta irrefutable, esa exigencia inaudita.

¿Y cuáles serían las imágenes?

Aquello que ha sido percibido, que tiene que ser percibido, sólo una vez, cada vez, como algo único y sólo ahora y sólo aquí. Y así el poema sería el lugar donde todos los tropos y metáforas quieren ser llevados ad absurdum.

¿Investigación topológica?

Ciertamente (...)

Entonces, cuando pensamos en poemas, ¿seguimos esos caminos con el poema? ¿Son sólo desvíos, caminos empinados de tú a tú? Pero son también, en medio de quién sabe cuántos otros caminos, caminos en los que el lenguaje gana voz, son encuentros, caminos de una voz a un Tú que recibe, caminos de la criatura, proyectos de existencia, tal vez, una anticipación de nosotros mismos para encontrarnos, en busca de nosotros mismos... Una especie de vuelta a casa... Una especie de vuelta a casa (...)

A partir de aquí, de esta "Commode", pero también a la luz de la utopía, me lanzo ahora a una investigación topológica:

(...) Busco todo esto en el mapa, con un dedo algo impreciso, por inquieto - en un mapa infantil, como tengo que confesar enseguida.

No se puede encontrar ninguno de estos lugares, no existen, pero sé, sobre todo ahora lo sé, dónde deberían estar, y... ¡encuentro alguna cosa! (...)

Encuentro lo que une y, por así decirlo, conduce el poema al encuentro.

Encuentro algo -como el lenguaje- inmaterial, pero terrestre, planetario, de forma circular, que vuelve sobre sí mismo tras pasar por los dos polos y cruzar los trópicos: encuentro un Meridiano.

(...)


Paul Celan

Discurso de aceptación del Premio Georg Büchner, Darmstadt. 22 de octubre de 1960


Arte poética





O Meridiano (1960)


A arte, estão lembrados, a arte é como uma marioneta, um ser jâmbico de cinco pés e - esta característica, por via da alusão a Pigmalião e à sua criatura, está também mitologicamente documentada - sem descendência. (...)


Lenz, ou seja Büchner, usa -“ah, a arte!”- palavras muito desprezíveis ao referir-se ao “idealismo” e às suas “marionetas de pau”. E contrapõe-lhes - seguem-se as linhas inesquecíveis sobre a “vida das mais ínfimas criaturas”, os “estremecimentos”, as “alusões”, o “jogo expressivo tão subtil que mal se dá por ele” - o natural e criatural. E ilustra esta sua concepção da arte com uma vivência:

(Quando, ontem, ia subindo a encosta do vale, vi duas raparigas sentadas numa pedra: uma delas apanhava o cabelo ao alto, a outra ajudava-a; e os cabelos loiros caíam, soltos, e o rosto era pálido e sério, e ao mesmo tempo tão jovem, e o vestido preto, e a outra tão cheia de cuidados... As mais belas e comoventes obras dos velhos mestres alemães mal dão uma ideia desta cena. Desejar-se-ia por vezes ser uma cabeça de Medusa para poder transformar em pedra um grupo como este, e depois correr a chamar toda a gente.”

Reparem bem: “Desejar-se-ia ser uma cabeça de Medusa”, para... apreender o natural enquanto natural por meio da arte!

Desejar-se-ia, atente-se, é o que se diz nesta passagem, e não eu desejaria.

Isso significa uma retirada da esfera do humano, uma saída para um domínio voltado para o humano e inquietante - o mesmo onde a figura do macaco, os autómatos, e como eles... ah, também a arte, parecem estar em casa.

Não fala assim o Lenz histórico. É o de Büchner quem assim fala, ouvimos aqui a voz do próprio Büchner: para ele, a arte continua a ter, também aqui, algo de inquietante. (...)

Trata-se certamente - e é a voz de Büchner que me arranca esta suposição - de coisas inquietantes, antigas, antiquíssimas. E se eu hoje insisto tanto nelas, isso deve-se ao facto de tais coisas andarem no ar - no ar que temos de respirar.

Não haverá - é a pergunta que agora tenho de fazer -, não haverá em Georg Büchner, no poeta da criatura, um questionar da arte, talvez apenas a meia-voz, talvez apenas semiconsciente, mas nem por isso menos radical - ou precisamente por isso radical no verdadeiro sentido da palavra? Não questiona ele a arte a partir deste meu ponto de vista? Não será o seu um questionar ao qual toda a poesia de hoje tem de regressar, se quiser continuar a interrogar-se? Por outras palavras, e deixando algumas coisas de lado: podemos nós, como agora acontece um pouco por toda a parte, partir do princípio de que a arte é algo dado e um pressuposto incondicional? Devemos nós, para colocar a questão de forma bem concreta, acima de tudo, digamos, levar às suas últimas consequências o pensamento de Mallarmé? 

(...) Quem traz a arte diante dos olhos e no sentido - e continuo a referir-me à história de Lenz - esquece-se de si. A arte provoca um distanciamento do Eu. A arte exige aqui, numa direcção determinada, uma determinada distância, um determinado caminho.

E a poesia? A poesia que não pode deixar de seguir o caminho da arte? A ser assim, este seria verdadeiramente o caminho para a cabeça de Medusa e para o autómato!

Não estou a procurar fugas, continuo apenas a fazer perguntas, na mesma direcção e, ao que penso, na direcção apontada pelo fragmento de Lenz.

Talvez a poesia - é apenas uma pergunta-, talvez a poesia, tal como a arte, se dirija, com um Eu esquecido de si, para aquelas coisas inquietantes e estranhas, para de novo se libertar - mas aonde? mas em que lugar? mas com que meios? mas em que condição?

A ser assim, a arte seria o caminho que a poesia tem de percorrer - nem menos, nem mais.

Eu sei que há outros caminhos, mais curtos. Mas também a poesia se nos adianta por vezes. La poésie, elle aussi, brûle nos étapes.

Deixo o esquecido de si, aquele que se ocupa da arte, o artista. Julguei encontrar a poesia em Lucile, e Lucile apreende a linguagem como figura e direcção e respiração: busco também aqui, nesta obra de Büchner, a mesma coisa, busco o próprio Lenz vou em busca dele -como pessoa-, busco a sua figura: em nome do lugar da poesia, em nome da libertação, em nome do passo em frente. (...)

“... mas às vezes era-lhe desagradável não poder andar de cabeça para baixo.” - É este o Lenz. É verdadeiramente, creio, ele e o seu passo.

Quem anda de cabeça para baixo tem o céu por abismo debaixo de si.

Poesía: é qualquer coisa que pode significar uma mudança na respiração. Quem sabe se a poesia não faz o caminho - também o caminho da arte - com vista a uma tal mudança? Talvez ela consiga, já que o estranho, ou seja o abismo e a cabeça de Medusa, o abismo e os autómatos, parecem ir numa e na mesma direcção - talvez ela consiga então aí distinguir entre estranheza e estranheza, tal vez a cabeça da Medusa se atrofie precisamente aí, talvez precisamente aí falhem os autómatos - neste breve e único momento. Talvez aqui, com o Eu - este Eu surpreendido e liberto aqui e deste modo -, talvez aqui se liberte ainda um Outro.

Talvez o poema seja ele próprio a partir deste ponto... e possa agora, deste modo não artístico e liberto da arte, seguir os seus outros caminhos, e assim também os caminhos da arte - segui-los, segui-los e voltar a segui-los.

Tal vez.

Tal vez se possa dizer que em cada poema fica inscrito o seu “20 de Janeiro”. Talvez o que há de novo nos poemas que hoje se escrevem seja isto: que é aí que, da forma mais clara, se procura manter viva a memória de tais datas.

Mas não é a partir de tais datas que se escreve o nosso destino? E escrevemo-nos em direcção a que datas?

Mas o poema fala! Mantém viva a memória das suas datas, mas - fala. É claro que fala sempre e apenas em causa própria, a mais própria que se possa imaginar.

Mas penso- e esta ideia dificilmente vos poderá surpreender agora -, penso que desde sempre uma das esperanças do poema é precisamente a de, deste modo, falar também em causa alheia - não, esta palavra já a não posso usar agora -, é a de, deste modo, falar em nome de um Outro, quem sabe se em nome de um radicalmente Outro. (...)

O poema detém-se ou alimenta esperanças - uma palavra que temos de relacionar com a criatura - quando se encontra com tais pensamentos.

Ninguém pode dizer quanto tempo durará ainda essa pausa na respiração - o alimentar esperanças e o pensamento. O reino do que é “veloz”, que sempre foi o do “lá fora”, ganhou mais velocidade. O poema sabe isso, mas mantém a sua rota em direcção àquele “Outro”, para que ele se julgue alcançável, à espera de ser libertado, talvez mesmo não ocupado, e ao mesmo tempo voltado para ele, para o poema - digamos: como Lucile.

É certo que o poema - o poema hoje - mostra (e isso, segundo creio, só indirectamente tem a ver com as dificuldades - que não devemos subestimar - da escolha das palavras, com o mais acentuado declive da sintaxe ou o sentido mais desperto da elipse), o poema mostra, e isso é indesmentível, uma forte tendência para o emudecimento.

Ele afirma-se (permitam-me, depois de tantas formulações radicais, mais esta), o poema afirma-se à margem de si próprio; para poder subsistir, evoca-se e recupera-se incessantemente, num movimento que vai do seu Já-não ao seu Ainda-e-sempre.

Este Ainda-e-sempre não pode ser outra coisa senão uma fala.Não linguagem sem mais, portanto, nem provavelmente também “co-respondência” (Ent-sprechung) no plano da linguagem.

Ele é antes linguagem actualizada, liberta sob o signo de um processo de individuação radical, é certo, mas que ao mesmo tempo permanece consciente dos limites que lhe são traçados pela linguagem, das possibilidades que se lhe abrem na linguagem.

Esse Ainda-e-sempre do poema só pode ser encontrado na poesia de quem não se esquece de que fala sob o ângulo de incidência da sua existência, da sua condição criatural.

Então o poema seria - de forma ainda mais clara do que até agora - linguagem, tornada figura, de um ente singular, e, na sua essência mais funda, presença e evidência.

O poema é solitário. É solitário e vai a caminho. Quem o escreve torna-se parte integrante dele.

Mas não se encontrará o poema, precisamente por isso, e portanto já neste momento, na situação do encontro - no mistério do encontro? (...)

O poema torna-se - e em que condições! - o poema de um sujeito que insiste em ser um sujeito de percepção, atento a todos os fenómenos, e interrogando e apostrofando esses fenómenos: e torna-se diálogo, muitas vezes um diálogo desesperado.

Só no espaço desse diálogo se constitui o que é apostrofado, e se concentra à volta do Eu que a ele se dirige e o nomeia. Mas essa entidade apostrofada, como que transformada em Tu pela nomeação, introduz também nessa presença o seu Ser-outro. Até no aqui e agora do poema - e o poema dispõe sempre apenas deste único e pontual presente -, até nesta imediaticidade e proximidade ele deixa falar aquilo que é mais próprio dele, desse Outro: o seu tempo.

Quando assim falamos com as coisas, confrontamo-nos sempre com a questão de saber de onde vêm e para onde vão elas: uma questão “em aberto”, “que não leva a conclusão nenhuma”, que aponta para um espaço aberto e vazio e livre - estamos muito longe, “lá fora”. O poema, creio, procura também este lugar.

O poema?

O poema com a suas imagens e os seus tropos?

De que falo eu realmente quando, a partir desta direcção, nesta direcção, com estas palavras, falo do poema? Do poema? Não, daquele poema. Mas eu falo afinal do poema que não existe!

O poema absoluto - não, é mais que certo que não existe, não pode  existir, tal coisa!

Mas existe, isso sim, com cada verdadeiro poema, com o mais modesto dos poemas, aquela irrefutável pergunta, aquela inaudita exigência.

E as imagens, que seriam então?

Aquilo que foi apercebido, que tem de ser apercebido, uma única vez, de todas as vezes, como coisa única e só agora e só aqui. E assim o poema seria o lugar onde todos os tropos e metáforas querem ser levados ad absurdum.

Investigação topológica?

Certamente! (...)

Será então que, quando pensamos em poemas, será que seguimos tais caminhos com o poema? São essas vias apenas desvios, caminhos ínvios de ti a ti? Mas são também, no meio de sabe-se lá quantos outros caminhos, caminhos nos quais a língua ganha voz, são encontros, caminhos de uma voz para um Tu que recebe, caminhos da criatura, projectos de existência, talvez, uma antecipação a nós próprios para nos encontrarnos, em busca de nós próprios... Uma espécie de regresso a casa. (...)

Partindo daqui, deste “Commode”, mas também à luz da utopia, lanço-me agora, eu próprio, numa investigação topológica:

(...) Procuro tudo isso no mapa, com um dedo um tanto impreciso, porque inquieto - num mapa para crianças, como tenho de confessar desde já.

Não se encontra nenhum desses lugares, eles não existem, mas eu sei, sobretudo agora sei, onde eles deviam estar, e... encontro alguma coisa! (...)

Encontro aquilo que une e como que conduz o poema ao encontro.

Encontro qualquer coisa - como a linguagem - de imaterial, mas terreno, planetário, de forma circular, que regressa a si mesma depois de passar por ambos os pólos e cruzar os trópicos: encontro um Meridiano.

(...)


Paul Celan

Discurso de agradecimento do Prémio Georg Büchner, Darmstadt. 22 de Outubro de 1960


Arte Poética