La fotografía es una invención capital porque lleva a cabo el desdoblamiento de lo real y de su visibilidad. Se parece en esto a la mirada, pero va más lejos porque representa la representación visual y permite así, fuera de nosotros, una mirada sobre la mirada.
La abertura del ojo fotográfico está regulada de manera que su velocidad permita la impresión exacta de la imagen. Esta velocidad expresa sin duda, por analogía, la importancia de la velocidad en elpaso de lo real a lo visible, de lo visible a lo visual y de lo visual a lo mental.
El tiempo es sin duda un factor esencial de la mentalización: el tiempo necesario para la inscripción mental de las imágenes del mundo.
Si una arqueología mental fuera posible, ¿se descubriría que -como la lectura se aceleró al pasar de la articulación al recorrido mental- la inscripción mental de las imágenes ha ido cada vez más deprisa hasta lo instantáneo?
Dicho de otro modo, la capacidad de abstraer se va intensificando.
Lo instantáneo es una de las consecuencias de esta intensificación.
Somos incapaces de percibir la centésima de segundo, pero sabemos tomar fotos a velocidades muy superiores. Lo que a esas velocidades fotografiamos, por más que esté ante nosotros y por más que lo reconozcamos en la imagen que resulta, no lo hemos visto nunca de hecho y no tenemos ninguna oportunidad de volver a verlo ni de volver a fotografiarlo. El mundo que fotografiamos a la milésima de segundo es tan invisible como el interior de nuestra cabeza.
Esta velocidad es una velocidad realmente mental. Se produce fuera, pero se piensa dentro. Traduce algo que no se puede captar con los medios de la cabeza, pero que se puede hacer realidad con estos mismos medios. (Y hay ahí, por otra parte, el principio de una inversión: lo mental es abstraído del mundo y entonces comienza a hacerse realidad en él.)
La instantánea nos fascina en cuanto tumba el tiempo. Creo que atestigua, por el contrario, una cualidad de lo real, imperceptible de otro modo: que lo real está siempre y absolutamente en presente, mientras que nosotros estamos en un presente inestable, que sin cesar vira al pasado.
No estamos ya en la perspectiva, que unifica el espacio hasta el punto a que alcanza la vista. estamos en el fragmento que corresponde al recorte o la extracción que efectúa la mirada en el espacio.
La instantánea es una mirada dirigida y codificada. No hay expresión que sea la cosa misma que parece ser (y que el autor sueña que sea), porque toda expresión contiene una distancia cuya forma más directa, en el mejor caso, es ella.
La fotografía es el estado final de un proceso que, en su rapidez extrema, comprende una abertura, una impresión, un revelado. El instante capital de este encadenamiento es el de la impresión, que se desarrolla en lo invisible, en el interior de la cámara oscura. El espacio de esta cámara es el @lugar@ donde lo visible pasa de la realidad a la irrealidad, como la vista a través de nuestros ojos pasa de lo visible a lo invisible. Nadie ha visto nunca ese tránsito, ni en la cámara ni en los ojos; solo se conoce su principio -principio que es un saber banal al lado de lo que sería la simple vista de la precipitación, de la que surge la metamorfosis decisiva de lo real en su idea.
Bernard Noël
Diario de la mirada