28.10.25

The Emergence of Man- The Sea Traders, Time Life.





HAMPSTEAD


Como un pájaro con el ala quebrada

que hubiera viajado años por el aire,

como un pájaro incapaz de soportar

el viento y la tormenta,

va cayendo la tarde.

Sobre la yerba verde

todo el día habían danzado tres mil ángeles

desnudos como el acero,

pálida va cayendo la tarde.

Los tres mil ángeles

plegaron sus alas y alumbraron

un perro

olvidado

que ladra

solitario

y busca a su amo

o al Juicio Final

o un hueso.

Ahora busco yo un poco de sosiego,

me bastaría una choza en una colina

o en una playa,

me bastaria ante mi ventana

una sabana teñida de añil

extendida como el mar,

bastaría en mi maceta

un clavel aunque fuera artificial,

un papel rojo enrollado en un alambre

y que el viento pudiera dominarlo,

el viento sin esfuerzo

cuanto quisiera.

Iría cayendo la tarde.

Resonaría el eco del rebaño bajando a su majada,

como un pensamiento sencillo y feliz

y caería yo en el sueño

porque no tendría

ni una vela que encender

ni luz, 

para leer.




EPITAFIO


Los tizones en la niebla

eran rosas enraizadas en tu corazón,

la ceniza velaba tu rostro

cada mañana.


Desbrozando sombras de cipreses

un verano te marchaste.




¿Ha pensado alguien leer el destino de una montaña como

           quien mira la palma de la mano?




UN VIEJO A LA ORILLA DEL RÍO

                                                           A Nanis Panayotópulos


Hay que considerar sobre todo cómo avanzamos.

Sentir no basta, ni pensar, ni moverse,

ni arriesgar el cuerpo frente a una vieja tronera

cuando el aceite hirviendo y el plomo fundido surcan 

           las murallas.

Hay que considerar sobre todo hacia qué avanzamos,

no como querrían nuestro dolor y nuestros hijos hambrientos

ni el abismo entre nosotros, ni los compañeros que gritan desde 

           la otra orilla,

ni como lo susurra la luz mortecina del hospital improvisado, 

la luminosidad de botiquín sobre la almohada del joven

           recién operado al mediodía.

Más de algún modo debe ser; yo diría como

el largo río que nace de los grandes lagos encerrados

           en el fondo de África

que antaño fue un dios y luego camino, don, juez y delta

que nunca es el mismo, como enseñan los antiguos sabios

y sin embargo siempre es el mismo cuerpo, el mismo lecho

           y el mismo Símbolo,

la misma orientación.

(...)




CALIGRAMA


Velas sobre el Nilo,

pájaros sin canto, con un ala

buscan en silencio la otra;

acarician, en la ausencia del cielo,

el cuerpo de mármol de un efebo:

escribiendo con tinta invisible en el azul

un clamor desesperado.





Testimoni, 2009. Mimmo Paladino. Art Basel Unlimited 2025




LA CASA JUNTO AL MAR


Las casas que tenía me las quitaron. Ocurrió

que fueron años bisiestos: guerra, devastación, exilio.

Unas veces el cazador encuentra aves migratorias

otras, no; la caza

en mis tiempos era buena, el plomo alcanzó a muchos;

los demás vagan sin rumbo o enloquecen en los refugios.


No me nombres a la alondra ni al ruiseñor

ni al diminuto aguzanieves

que traza figuras con su cola en la luz.

No sé mucho de casas,

sé que tienen su linaje, nada más.

Nuevas al principio, como niños

que juegan con las franjas del sol en los jardines,

bordan postigos de colores y puertas

relucientes sobre el fondo del día;

cuando las ha concluido el arquitecto cambian,

fruncen el ceño o sonríen e incluso se obsesionan

con los que se quedaron, con los que partieron,

con los que volverían si pudieran

o con los que se perdieron, ahora en el mundo

se ha vuelto un albergue inmenso.


No sé mucho de casas,

recuerdo sus gozos y sus penas

cuando me detengo alguna vez en mi camino;

                                                                         incluso

alguna vez junto al mar, en alcobas vacías

con una cama de hierro, sin nada mío,

contemplando la araña crepuscular pienso

que alguien está a punto de llegar, que lo visten

de ropas blancas y negras, con joyas multicolores

y que en torno suyo hablan en voz baja mujeres venerables

de cabello gris y encajes sombríos,

que se prepara para venir a despedirme;

o que una mujer de pestañas infatigables y fino talle,

de regreso de los puertos meridionales,

Esmirna, Rodas, Siracusa, Alejandría,

de ciudades cerradas como cálidos postigos,

con perfume de frutos dorados y de yerbas,

va subiendo los peldaños sin mirar

a los que se han dormido bajo la escalera.


Las casas, como sabes, se enojan en seguida cuando las desnudas.




–"Escucha esto. Bajo la luna

las estatuas a veces se comban como la caña

entre frutos vivientes –las estatuas;

y la llama se vuelve adelfa fresca,

la llama que abrasa al hombre, me refiero".


–"Es la luz... sombra de la noche..."


–"Quizá la noche que se ha abierto, granada celestial,

oscuro regazo, inundándote de estrellas

al fragmentar el tiempo.

                                     Sin embargo las estatuas

a veces se comban, partiendo en dos

el deseo como un durazno; y la llama

se vuelve beso en los miembros, un sollozo,

y después hoja fresca que arrastra el viento;

se comban, se vuelven ligeras, con un peso humano.

No lo olvides".


                     –"Las estatuas están en el museo".


–"No, te persiguen, ¿cómo es que no lo ves?

te persiguen con sus miembros amputados,

con su rostro de otro tiempo, que tú no conociste

y sin embargo reconoces.

(...)


                  Como cuando

al volver de tierra extraña abres por azar

un viejo baúl cerrado largo tiempo

y encuentras los jirones de las ropas que vestías

en horas felices, en fiestas rebosantes de luz

y de color, reflejos que del todo se apagaron

de los que sólo queda el aroma de la ausencia

de un rostro joven. En realidad, no son esos

los despojos: la ruina eres tú.

Te persiguen con una extraña virginidad

en casa, en la oficina, en las recepciones

de gente importante, en el miedo inconfesable del sueño.

Hablan de sucesos que quisieras que no hubiesen ocurrido

o que ocurrieran años después de tu muerte,

algo difícil porque..."


                               –"Las estatuas están en el museo.

Buenas noches".


                      –"... porque las estatuas no son reliquias,

somos nosotros. Las estatuas apenas se comban levemente... buenas

           noches".

(...)




EURÍPIDES EL ATENIENSE


Envejeció entre las llamas de Troya

y las canteras de Sicilia.


Gustaba de las grutas en la playa y de los paisajes del mar.

Vio las venas de los hombres

como una red donde los dioses nos atrapan como a alimañas;

intentó romperla.


Era hosco y escasos fueron sus amigos;

cuando llegó la hora y los perros lo despedazaron.




Los días son piedras. Piedras de pedernal

que chocaron al azar una con otra y soltaron dos o tres

           chispas;

piedras de una era holladas por herraduras y donde

           a tantos han trillado,

guijarros en el agua de efímeros anillos,

piedrecitas multicolores y húmedas a la orilla del mar,

lecitos, estelas ante las que a veces se detiene el

           caminante.

Los días son piedras que se acumulan unas sobre otras...




BALANCE


He viajado, me he cansado y escrito poco

pero pensé mucho en el regreso, cuarenta años.

El hombre en todas las edades es un niño:

la ternura y la brutalidad de la cuna;

a lo demás de pone límite la mar, como a la orilla,

a nuestro abrazo y al eco de nuestra voz.




Yorgos Seferis

Poesía Completa