Mire esa taza que hay sobre la mesa, ante usted. En tres segundos su mano puede cogerla. ¡pues bien! Para mí, cuando la miro, está tan lejos como el horizonte. La distancia lo es todo. Basta dibujarla para percibirlo. Esa taza está tan alejada de su cabeza como su cabeza del sol. Usted mismo no es grande ni pequeño. En relación a un átomo usted es enorme. En relación al sol usted es minúsculo. Y el sol es también muy pequeño en relación a otro astro todavía más gigantesco. Luego usted es como el sol. El espacio nos rodea, nos aísla. Si pinto esta taza sin pensar en nada, sin poner en mi dibujo la menor intención, quien vea el resultado tendrá la sensación de la soledad de la taza. La soledad no es psicológica, no se puede con ella.
De un golpe tenía conciencia de la profundidad en que
estamos sumergidos y no reparamos porque estamos acostumbrados a ella. Salí.
Descubrí un bulevar Montparnasse desconocido, onírico. Todo era distinto. La
profundidad metamorfoseaba a la gente, los árboles, los objetos. Había un
silencio extraordinario –casi angustioso. Ya que el sentimiento de profundidad
engendra el silencio, anega los objetos en el silencio.
Alberto Giacometti
Entrevista con Jean Clay, 1963