A LA MEMORIA DE DYLAN THOMAS
Hizo falta un arroyo y un ave reflejada,
la arena y el más largo capítulo del Éxodo,
milnavegados mares, las ramas del manzano
arrojadas al río, coronándose en rumbo.
Y el vientre de la madre con una especie extinta.
Y el sol debió ganar la espalda a la tormenta,
partirse en dos la fe, calzar el verde esparto.
Y hubo que hablar al padre de elegías sin tumba,
y aprender el oficio del que alentó los fuegos,
ver al delfín buscar las sombras de los buques,
latir su corazón de proa ennegrecida.
Hizo falta la ortiga, los huesos de un caballo,
el tuétano que guarda la gloria del galope,
cavar, romper el himno, ser múltiplo del cielo,
retornar a tu octubre, cruzar el bosque lácteo,
subirse a las colinas, a dormir en graneros
donde los gallos parten el oro de un maíz
que salta como el dado con que apostar la vida.
Y el verso alejandrino, la copia de los árboles
combados en los ojos del triste y del jilguero,
la campana que ahonda la habitación vecina
hasta llegar al salmo del que dudó los valles.
Todo fue necesario, el grito de los gamos,
las zarpas del gorrión nerviosas e mis dedos,
el átomo, el silencio sin luz de los amantes,
para que al fin la muerte perdiera sus dominios.
ELEGÍA A JOSEPH BRODSKY, MUERTO
UN MES DE ENERO.
A LA MANERA DE SU POEMA A JOHN DONNE
Brodsky duerme. Y el mar. El plenilunio duerme.
Todo cesa, descansa; la cuenta de la luz,
los códigos, los sótanos, la mesa, el guardagujas,
la nieve con su resto de lenguas que cantaron.
Y las vetas del mármol tendidas como cirros
en brazos de una estatua duermen su fora extrema.
El honor, la escalera, las bolas de mercurio
que en la mano de un niño son hombres sin encuentro,
la sílaba y su oficio, tendrán la misma noche.
Un enero fue Judas. El tiempo es su discípulo.
Brodsky duerme. Y el sol. Y los que sigen en pie
miran por la ventana que encuadra lo que fueron.
El número del preso, el fiel de la balanza,
las mujeres, las llaves, los pasadizos, duermen.
Los errores de Newton en cada telescopio,
la tormenta batiendo su cola de ballena,
el abrigo olvidado en un patio escolar.
Enero sueña ráfagas.
Brodsky duerme a sabiendas de que ocurrimos lejos,
con la voz enfriándose como piedras de iglesia.
CUADRANTE NORTE
Primero el viento y su mitología,
las páginas leídas a naciente,
el ancla y su eslabón
hundiéndose en la espuma.
Y en el mistral las manchas de los vuelos,
la gaviota que esparce los destellos del faro
como harina que lleva el marino en su ruta.
Y el agua en dos, y luego en ocho nudos
tensados en las costas,
donde brilla el centeno al calor de los hornos,
allá donde el ladrillo y el fuego son la casa,
aquella incandescencia en la que ser posibles.
Al descender las nieblas,
los rebaños destilan como pechos.
No hay oteros, no hay causa, no hay olvido,
sólo el iris del zorro
y su espinazo de pajar ardiendo.
Las aves alargaron su sombra dos jornadas,
se hicieron tallo, fueron la cadena
en la polea de la lluvia
que nos engrana a nuestra predicción.
El árbol no cimbrea,
pero sigue en la fronda la invención de su ciclo.
Y así, cercado en sus florecimientos,
el mundo va borrando meridianos.
Fragmento de
EL DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ
DE ROGIER VAN DER WEIDEN
No es carne. Es un lugar,
un deshielo,
un arroyo que será país.
Fragmento de
POEMA DE AMOR SIN OBJETO (APARENTE)
Una línea es un llegar a pensar,
pero no es el pensamiento.
RECTAS DISJUNTAS
Quien empieza a escribir este poema
y el que va a terminarlo
no son el mismo hombre.
No lo serán, ni en el tiempo,
ni en el espacio.
Jamás coincidirán.
Nada sabrán el uno del otro.
un comienzo exige unidad,
un cúmulo de esencia.
un final pide significado,
sentarse, callar, transcribir.
El uno será proceso, subida;
el otro será casa, resonancia,
lo concebido.
Los dos, el que empieza,
el que termina,
han pensado el mismo mundo
que los separa; los dista.
El uno es un tiempo de inicio,
el otro su final originario,
salvación, necesidad de acabar,
quietus no mensurable.
Fragmento de
HOMENAJE-ELEGÍA
A T. S. ELIOT
(...)
que, sin embargo, no es inicio,
pero es sonido, sonido previo
a la imagen que uno tiene de sí,
porque siempre algo (nos) antecede:
la huella, a la cima,
la pluma, al cuelo,
lo que fluye, a la helada
No importa el dónde:
nunca vas, nunca vamos;
las confluencias
están llenas de no lugar,
y no puedes decir: "al fin",
y no puedes decir: "ahora",
nada que sea llegada, afirmarlo.
Las confluencias son proyección,
lo contado con la mente
(...)
parece que se ve mejor la luz,
pero sólo es impresión, descuido
de la mente
–que obra opuestos–;
y el jaloque,
el levante,
el gregal
y el mediodía
no tienen hacia dónde,
ni dónde;
si lo tuvieran serían narración,
probable ecuación, velocidad,
elipse, partícula acelerada,
página posible en el tiempo posible,
espacio pensado para caber,
como caben las bandadas
en las migraciones,
en el ir y venir
al clima de tu mente.
Fragmento de
UN BUSTO DE NICOLÁS DE LEIDEN
(...)
En este bloque hay un hombre,
y detrás un doble, un sí mismo,
un útero, una helada, un ignorar,
un lóbulo frontal, una danza,
un ojo de puente, una teja,
un repecho, un rebasar, un volver.
Una cavidad.
Ramón Andrés
Oír las grietas
Antología poética, 1988-2023
Selección: Francisco Javier Irazoki


